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Al calor de la primavera, asoma Tsitsipas

El griego, fuera del ‘top-10’ por primera vez desde 2019, demuestra su inspiración en el torneo que ganó dos veces y quiere enderezarse después de un año descendente

Tsitsipas golpea la pelota durante el partido contra Khachanov en Montecarlo.
Tsitsipas golpea la pelota durante el partido contra Khachanov en Montecarlo.SEBASTIEN NOGIER (EFE)
Alejandro Ciriza

Empiezan a asomar el sol y el buen tiempo, esa agradable temperatura, y en el tenis, las hermosas vistas al Mediterráneo que ofrece la balconada del torneo de Montecarlo son el anticipo de que algo bueno está por venir. La tierra batida, otra historia; no otro deporte, pero sí algo muy diferente. Que se lo pregunten si no a Stefanos Tsitsipas, un tenista que en los últimos tiempos no termina de dar con la tecla y que va perdiendo fuelle, pero al que conforme va consolidándose lo placentero de la nueva estación, le cambia la cara. Primavera y arcilla, el mejor de los estímulos para él, el griego que iba a comerse el mundo pero que hoy por hoy, a la baja últimamente, está muy lejos de allí donde se auguraba que podía llegar, no sin sólidos argumentos.

“En este deporte hay muchos más momentos dolorosos que felices. Hay muchos más instantes duros que de gloria, éxito y de abrir champán”, dice con el tono reflexivo que envuelve siempre su discurso, el de un hombre espiritual al que le gusta además probar experiencias. Por ejemplo, la de la escritura. “Tengo un diario y escribo dos o tres veces a la semana; no tanto como me gustaría. Escribo sobre cómo puedo ser una mejor persona en el futuro. Considero que la espiritualidad es muy importante en mi bienestar”, añade el ateniense, hoy más feliz que ayer porque su triunfo contra el ruso Karen Khachanov —6-4 y 6-2, sin fisuras ni lagunas— le sitúa un año más en las semifinales del Principado, circunstancia que se ha repetido tres veces en los cuatro últimos cursos. Dos veces alzó el trofeo, 2021 y 2022.

“Mi objetivo es ganar un Grand Slam y una medalla en los Juegos”, dice, no sin un sorprendente optimismo, teniendo en cuenta que su trayectoria ha sido descendente desde el paso por la gira de tierra anterior; a partir de ahí, muchos sinsabores, mucha discreción en la hoja de rendimiento y apenas un título, el de Los Cabos (ATP 250, la cuarta categoría). No termina de encontrarse Tsitsipas, excluido del top-10 después de una regularidad magnífica; lo abandonó en febrero, situación que no experimentaba desde marzo de 2019. No consigue el griego dar con esa versión que invitaba a pensar en uno de los futuros dominadores, adelantado después por la derecha por miembros de la penúltima hornada como Alcaraz, Sinner o Rune.

Se dice, pues, que de alguna forma está en una encrucijada. A sus 25 años y duodécimo en el ranking, pelea por escapar del estancamiento y para que repunte su juego, que estos días reverdece en un territorio donde, especialistas al margen, muy escasos estos, el presente ofrece una puerta abierta que antes no existía: no está Rafael Nadal sobre el tapete, no aún, y el precario físico del español plantea una oportunidad para que el resto aspire a un pastel que antes devoraba en exclusividad. Y él, por si las moscas, por eso de que tal vez vuelva la inspiración de verdad, empieza a asomar la cabeza. No hay duda: le sienta bien la arena. Casi la mitad de sus laureles (cuatro de 10) corresponden a esta superficie que exige pausa y reflexión, tal vez esa espiritualidad, como a él le gusta.

Las heridas de Barcelona... y París

“Los peloteos son mucho más intensos, así que la resistencia es la clave del tenis sobre tierra batida. Al mismo tiempo, tiene muchos elementos tácticos. El hecho de que puedas ir más despacio y tomarte un poco más de tiempo, de que puedas elegir cuándo atacas y cuándo defiendes, le añade un elemento diferencial. En pista dura, tengo la sensación de estar intentando repetir lo mismo todo el rato”, precisa, a la vez que advierte: “He estado trabajando mucho en mi forma física durante las últimas semanas y es algo para lo que ya estoy preparado”. No debe caer en saco roto el aviso, porque al fin y al cabo, triunfó dos veces en Montecarlo y se quedó a un tris de conseguirlo otras dos veces en Barcelona; se lo impidieron Nadal (2021) y Alcaraz (2023). A ello hay que sumarle la dolorosísima derrota en la final de Roland Garros de hace tres años; ya se sabe, dos sets por encima de Novak Djokovic y… revolcón.

Sin haber cedido ningún set, este sábado se encontrará (no antes de las 13.30, Movistar+) con Sinner. A lo suyo el italiano. Esta vez, solventó un intenso duelo con el danés Holger Rune (6-4, 6-7(6) y 6-3, tras 2h 40m) e igualó la cota alcanzada hace un año; de este modo, se aseguró amanecer el lunes como número dos, posición que amenazaba Alcaraz. Tampoco falló Nole. Hacía nueve años que el serbio no disputaba las semifinales del torneo monegasco. Lo hará (no antes de las 15.30), después de haber resuelto contra Alex de Miñaur (7-5 y 6-4, en 2h 04m) y de haber atrapado el enésimo récord. Con 77 presencias en la penúltima ronda, ya es el tenista que más veces la ha pisado en el escenario de los miles. Supera con esta las 76 de Rafael Nadal. Entre el serbio y el acceso al último episodio del torneo estará Casper Ruud, superior a Ugo Humbert (6-3, 4-6 y 6-1).

NADAL, MANO INOCENTE DEL GODÓ

A. C.

Este sábado, a las 13.00, la organización del Godó efectuará el sorteo para definir el cuadro de la próxima semana y el acto, según precisan desde el torneo, contará la participación de Nadal. El campeón de 22 grandes, que se ha ejercitado en las instalaciones del RCTB desde el miércoles para decidir si juega o no, será la mano inocente junto con el actor Peter Vives. Todo hace indicar, pues, que finalmente participará. 

También se conoció este viernes que los veteranos Roberto Bautista y Albert Ramos, y los jóvenes Daniel Rincón y Martín Landaluce, han recibido una invitación para poder competir.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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