Una semana sin consuelo en Argentina
La derrota ante Arabia Saudí apagó la fiesta de un verano mundialista y trajo de vuelta a los fantasmas que el país creía enterrados tras ganar la Copa América
Argentina no durmió en la víspera de su debut en la Copa del Mundo y terminó arrastrando el insomnio durante toda la semana. La noche del lunes, horas antes del partido de la madrugada siguiente contra Arabia Saudí, Buenos Aires respiraba nochevieja: se prendieron las parrillas, se agotaron los dulces en las panaderías, y miles de personas decidieron pasar de largo hasta el día siguiente. La decisión de las escuelas de aplazar las clases hasta después del estreno mundialista pareció alcanzar a los 45 millones de argentinos. El martes a las nueve de la mañana, tras su peor derrota en la historia de los mundiales, el país no solo tuvo que ir a trabajar. También tuvo que enfrentarse al miedo de que la selección que más ilusión ha generado en los últimos 20 años termine en fracaso.
Ahora las ansias están puestas en el partido de este sábado contra México, un rival al que Argentina venció las tres veces que se enfrentaron en la Copa del Mundo, pero que con el equipo complicado en la clasificación a la siguiente fase y el ánimo nacional por el suelo es mejor no subestimar.
Siempre rehén de la épica, Argentina pasó los últimos cuatro años encontrando coincidencias que le asegurasen que este Mundial sería suyo; última semana se concentró en la búsqueda de culpables de la derrota. El éxito futbolístico del país no depende solo del tamaño de su talento, también está atado a su superstición. Antes de la caída ante Arabia Saudí, surgieron teorías: la película Top Gun se estrenó en 1986 –mismo año que Maradona levantó la Copa en México– y Tom Cruise la devolvió al cine con su secuela en 2022; Canadá clasificó a su último Mundial en 1986 y recién volvió en 2022; Maradona venció en México 86 después de haber abandonado el Barcelona... igual que Messi meses atrás.
La cábala, esa coincidencia afortunada que asegura el éxito, comparte eje con la mufa, la premonición de la mala suerte. Tras la derrota, Argentina se olvidó de las coincidencias e inició una cacería. ¿Fue la hinchada que viajó hasta Qatar y no alentó lo suficiente? Argentina fue uno de los países que más entradas solicitó en el portal de la FIFA, pero varios corresponsales están convencidos de que el fanatismo internacional por Messi apaga la presencia argentina en las tribunas. ¿Fue culpa del expresidente Mauricio Macri, que vio el partido desde el estadio porque ahora tiene un cargo en la FIFA? Ante la duda, más de 30.000 personas han firmado una petición en línea para que Macri no vuelva a asistir a un partido del Mundial. ¿Fueron los influencers que viajaron hasta Qatar? Uno de ellos, Martín Chapu Martínez, había acaparado los focos durante la eliminación en Rusia 2018 y este año lo volvió a intentar. Desde la derrota del martes ha recibido tantos mensajes violentos que terminó asegurando entre lágrimas que abandonará Qatar.
La ilusión que despertó el equipo de Messi la describía bien el columnista Guillermo Oliveto en un artículo de octubre en La Nación. Para una Argentina sumida en su peor crisis económica, decía Oliveto, la selección era un espejo invertido: tenían a un Messi feliz, un grupo unido y los jugadores titulares definidos. Algo que por fin funciona bien en el país y une a absolutamente todos los argentinos. Pero ese equipo, que ganó la Copa América el año pasado tras 18 años de sequía y mantuvo un invicto de 36 partidos en más de tres años, también empezó a ponerse en duda.
Argentina tiene cinco televisoras, tres radios y un número incalculable de periodistas transmitiendo el Mundial desde Qatar. La discusión de estos días se preocupó de tres temas: si los goles anulados que hubieran escrito otra historia fueron invalidados correctamente; si Messi está bien para jugar después de entrenar por su cuenta un par de veces; si el equipo que hasta la semana pasada era intocable debería cambiar.
“Evaluamos buscar alternativas a nuestro juego, pero no a nuestra manera de jugar”, dijo este viernes el entrenador argentino en una rueda de prensa. Pero las dudas persisten. Muchos argentinos se preguntan si Rodrigo de Paul, usual socio de Messi en la selección, tiene la cabeza puesta en la Copa o en su nueva pareja; si Lisandro Martínez, figura de la defensa del Manchester United, no es acaso muy nuevo en este grupo para ser titular; si a Messi, que llegó con mucha confianza a Qatar, la derrota le ha devuelto el chip de creer que “no se le da” cuando juega con Argentina.
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, dice una de las canciones que más cantan estos días los argentinos, tanto en Buenos Aires como en Qatar. Es, también, la favorita de Messi, según reveló en una de las tantas entrevistas que le hicieron los medios argentinos las semanas previas al Mundial. La ilusión de ganar la copa, ese deseo que muchos argentinos todavía no se animan a vocalizar para no llamar a la mala suerte, ha quedado suspendido en el aire hasta este sábado.
El partido con México, apenas el segundo, será una final. Pero, como le recordó Messi a todos los periodistas que peregrinaron a París antes del Mundial: “Lo primero que necesitamos es tranquilidad”.
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