Inglaterra regresa del espejismo ante EE UU
Después del atracón contra Irán, la selección de Southgate se atasca contra un combinado norteamericano muy sólido y deja opciones a todos los equipos del grupo para pasar a octavos
El atracón contra Irán hizo olvidar durante unos días la retahíla de desilusiones sobre la que Inglaterra había transitado en los meses previos al Mundial. Aquellos seis goles anunciaban la llegada a un nuevo mundo, y la selección de Southgate miraba más a la copa Jules Rimet que espera en el estadio de Lusail que a aquellos días de frustración en los que no valía nada de lo que habían conseguido desde la semifinal de Rusia 2018. Pero había sido un espejismo, claro, y lo descubrieron en el estadio más al norte de Doha, el Al Bayt, construido con la apariencia de una tienda de los nómadas del desierto. El pozo del que salieron seis goles el lunes se había secado.
Inglaterra se presentó ante EE UU con la modorra del recién comido. Con el mismo once que ante Irán, pese a la perspectiva de otro partido cuatro días más tarde. Antes de que empezara a correr el balón, podía pensarse que Southgate había querido zanjar ya la clasificación para refrescar luego el pelotón antes de las escaramuzas de octavos. Pero el comienzo de la función no apuntaba en esa dirección.
Aunque también pudo ser que EE UU no es Irán, mucho menos el Irán que debutó hecho un flan zarandeado por la presión ambiental. Nada de eso. Gregg Berhalter ha armado un equipo muy sólido sobre las cenizas de la generación que no se clasificó para Rusia 2018. En realidad, se trata de un grupo que apunta al siguiente Mundial, del que serán anfitriones con México y Canadá. La segunda selección más joven del torneo, después de la de Ghana.
Quizá por eso resultó más desconcertante la aproximación contemplativa de Inglaterra. En lo que pareció una misión exploratoria, la sociedad de pases que más se vio en los primeros tanteos fue Maguire-Stones, tuya-mía entre centrales, como oteando el oleaje del apretado centro del campo de EE UU. Los esperaban en una franja de terreno estrecha, donde dirigía las operaciones Tyler Adams, mediocentro del Leeds, alrededor del que orbitaban Musah y McKennie, con Pulisic y Weah también muy cerca.
Inglaterra tocaba y tocaba, al paso. Palpaba el muro en busca de debilidades, y el tiempo pasaba. Solo Bellingham y Saka encontraron algún túnel por la derecha, entre el juicio veloz del centrocampista del Borussia Dortmund y los pies rápidos del extremo del Arsenal. También agitó algo Sterling, de ubicación vaporosa y zancada fluida.
Así pasaba la noche, en contemplaciones de Inglaterra para ver si caía la fruta. Sin embargo, cuando parecía que llegaba el momento, el momento fue de los estadounidenses. Un reverso de McKennie burló a dos ingleses que ya no le alcanzaron en una carrera que le llevó a darle la pelota a Musah, que rondaba el área y vio enseguida a Pulisic a la izquierda. El del Chelsea le pegó al larguero. Luego Sergiño Dest pudo tirar desde dentro del área, y luego Pulisic, que mide 1,78 cabeceó en el segundo palo.
Mientras Inglaterra amasaba y amasaba para aproximarse medio reptando a la portería de Turner, y solo entonces aceleraba, EE UU había decidido intentarlo en cuanto robara. Salvo que eso sucediera cerca de su área. Entonces también mascaba el tiempo, lo que derivó en un partido repleto de valles y con escasos picos.
Mucho tanteo que continuó incluso después del descanso. La Inglaterra que se imaginó campeona después de apisonar a los iraníes, regresó al campo al mismo trantrán. Solo comenzó a espabilarlos una extrañeza. Harry Kane, el capitán, abandonó la punta un par de veces para acercarse al centro. Y esa alteración del orden de repente dio sentido a las jugadas, como si allí estuviera faltando una pieza. También agitó al personal, de nuevo fuera de sitio. Le birló una pelota a Pulisic en su propia área y salió a la carrera, como si él solo pudiera tomar una colina. Fue algo fugaz. Siguieron todos viviendo a muy bajas pulsaciones.
Hasta que entró Grealish, hipnótico y amenazante. La defensa reculó unos 15 metros al instante. Con el futbolista del City nunca está del todo claro si esto se produce por lo hipnótico de sus pasos de bailarín o por puro terror. Da igual: de repente estaba en el área de Turner. Sin embargo, también lo suyo fueron dos fogonazos que aplacó enseguida el equipo de Gregg Berhalter.
Inglaterra estará en los octavos de final, salvo una carambola que incluye perder por cuatro goles contra Gales, pero todavía tiene que volver a explorarse para ver qué Inglaterra puede llegar a ser en el momento que aparezcan los gigantes. Porque se ha visto que cuando ha vuelto a buscar la de Irán, ya no estaba allí.
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