Cuando un bronce tiene sabor a oro

Cuando el Comité Organizador de los JJ OO me llamó para inaugurar la final de equipos de natación artística me hizo mucha ilusión. Poder estar en una final olímpica una vez más, aunque de otro modo, siempre es algo especial y único. Son los primeros Juegos que no vivo desde dentro del agua y poder hacerlo como invitada de honor y dar el pistoletazo de salida a una competición de este calibre fue un orgullo para mí y un bonito reconocimiento a mi trayectoria como deportista.

Los trois coups o tres golpes es una tradición francesa que se realiza justo antes de cada función de teatro para anunciar su inicio. Según me contaron, realmente son doce, para que el público haga silencio, y tres más para dar inicio a la obra. Segundos antes de salir, detrás de las pantallas LED que dan a la tarima, esperaba con el combinado australiano, el primer equipo en competir. En ese instante, me recorrió un escalofrío y, por un momento, sentí los nervios como si fuera yo la que tuviera que lanzarse a la piscina y luchar por una medalla. Cuando anunciaron mi nombre y las pantallas se abrieron, escuché la ovación del Centre Aquatique y sentí el cariño de todas las personas que se habían acercado, de todas partes del mundo, a ver la final. Terminada la ceremonia de inicio, los nervios se apoderaron de mí hasta que terminó la rutina de China, el último de los equipos.

La selección española ha hecho una competición excelente. El primer día, con el equipo técnico, hicieron un ejercicio prácticamente perfecto. El martes, con la rutina libre, el ejercicio fue increíble, salvo un pequeño error: la caída en una de las acrobacias que se tradujo en un base mark en la puntuación final. Pese a ese contratiempo, el equipo salió a la final acrobática con una fuerza, seguridad y confianza que, desde que las vi en la tarima, me emocionó. La del miércoles es la rutina con más riesgo, ya que, como indica su nombre, es la que tiene más acrobacias y un solo fallo, por pequeño que sea, puede hacerte quedar fuera del podio.

Cuando sonó la última de las notas de la rutina española, me levanté del asiento y sentí un orgullo inmenso por el duro trabajo que llevan haciendo todo este tiempo. Para mí, la grandeza de este equipo no se explica por conseguir o no la medalla, sino por el hecho de haberse crecido tanto en una final muy ajustada y difícil y por haber reflejado que la unión de este equipo y el gran grupo humano que lo conforma es imparable.

Todas ellas, junto a Mayu, las demás entrenadoras y miembros del staff, han demostrado con esta medalla que hay muchas maneras de llegar al éxito. Este bronce llega después de 12 años, desde la última gesta conseguida en Londres y de un relevo generacional. Se ha necesitado tiempo, trabajo y muchísimo esfuerzo para estar de nuevo en lo más alto de la natación artística. Lo verdaderamente importante es que en este proceso se ha cuidado a las nadadoras y puesto en valor la salud mental, algo esencial y que, por suerte, cada día lo es para más personas.

Los dos escalones del podio los completaron Estados Unidos y China. Este último partía como favorito y no decepcionó. Lleva demostrando desde hace años una ejecución, técnica y altura casi perfectas. La ausencia de Rusia les dio el pase directo a ese oro tan ansiado y que todavía se les resistía. Aunque, personalmente, a nivel artístico no me pareció la mejor selección.

Quien sí me sorprendió gratamente por su creatividad, interpretación y gran presencia artística fueron las selecciones francesa y estadounidense, además de la española. Las primeras irrumpieron en un merecido cuarto puesto, algo que demuestra que el equipo anfitrión ha evolucionado muchísimo este último año. Las estadounidenses, lideradas por Andrea Fuentes, han sido la gran sorpresa de estos JJ OO, subiéndose por primera vez al podio desde Atlanta 96. Han hecho tres ejercicios increíbles, brillando especialmente en el último; sus acrobacias fueron impactantes.

A pesar del nuevo sistema de puntuación de la natación artística, estas selecciones mencionadas anteriormente han apostado por seguir dando valor a una de las partes, en mi opinión, más bonitas e importantes de nuestro deporte: la creatividad, expresión, originalidad o interpretación. En definitiva, la parte artística.

Pasada la resaca emocional, tengo que reconocer que me siento muy afortunada de haber podido estar en la piscina inaugurando, y después viendo, una final memorable que recordaré siempre. Estoy muy feliz y orgullosa de nuestra selección y creo firmemente que nos va a seguir dando muchas alegrías.

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