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Sharon van Rouwendaal se bebe el Sena y conquista el oro del 10.000

La holandesa confiesa que el río le supo bien durante el maratón acuático, ya que “necesitaba un refresco”. La española María de Valdés acaba 17ª

Un momento de la competición en aguas abiertas en el Sena.
Un momento de la competición en aguas abiertas en el Sena.Lisa Leutner (REUTERS)
Diego Torres

“Ya vomité esta mañana, por los nervios”, dice Sharon van Rouwendaal, sonriente, rozagante y luminosa después de haberse bebido unos buenos tragos de Sena para ganar un oro que bien le valdría una intoxicación. “Si mañana vomito otra vez no pasa nada, ¡ya me acostumbré!”.

Las nereidas, los caballos alados, las diosas coronadas, contemplan a la holandesa indiferentes, del mismo modo que dos horas antes contemplaron a Fernando Carpena mientras abandona la grada de autoridades, taciturno. El presidente de la federación española fue a ver a María de Valdés, la mejor baza de la selección de aguas abiertas, y la vio pasar 15ª por la boya que señalaba la primera vuelta del maratón de 10 kilómetros, ubicada exactamente bajo el puente Alejandro III, el más suntuoso de París, ornamentado con nereidas, caballos alados y diosas de bronce coronadas de laurel.

Faltaba un rato para las 8:00 de la mañana y el pelotón de 24 nadadoras que se disputaban la final olímpica del maratón acuático más polémico de la historia de la bacteriología ya habían remontado el Sena después de completar 1.500 metros de circuito para empezar otra vez, previo avituallamiento. Habían recogido el botellín de bebida energética en el pontón instalado bajo el puente, y se habían abalanzado sobre la boya en una batahola de espuma verde para pasar lo antes posible y aprovechar la corriente a favor por el medio del río. Las primeras en entrar por el embudo fueron la australiana Moesha Johnson (1), la italiana Ginevra Taddeucci (2), la otra italiana, Giulia Gabrielleschi (3), y la holandesa Sharon van Rouwendaal, campeona olímpica en Río, subcampeona en Tokio, e inminente campeona en París.

El efecto de la corriente es tan fuerte que se las llevó lejos a las cuatro, casi hasta los pilares del Puente de los Inválidos. Cuando María de Valdés se metió en el caudal favorable, iba 100 metros por detrás. El podio está más o menos decidido. También queda claro que María de Valdés ya no tendrá mucho que hacer, aparte de beber agua del Sena.

La concentración de bacterias E.coli ha traspasado varias veces el límite de 985 por cada 100 ml en los últimos meses. El Ministerio de Sanidad de Francia fijó el tope en 900. No se sabe cómo de sucia bajaba el agua este jueves, pero Sharon van Rouwedaal está bendecida por un humor olímpico. “Llegado a un punto, bebí un poco de agua”, confesó. “Tenía sed y necesitaba refrescarme. Cuando empecé la quinta vuelta empecé a pensar que necesitaba beber más. Y me dije que bebería algo del Sena. No me importó. Estaba frío y estaba bien. No sabía a nada. En otras carreras ya he bebido agua del mar, así que ésta me pareció que estaba bien”.

Hace una mañana espléndida y la Avenida Winston Churchill, que conecta los Campos Elíseos con la Explanada de los Inválidos, está desierta de coches. Solo lo transitan aficionados a la natación, voluntarios del Comité Olímpico, fotógrafos, presidentes de federaciones de natación, y palomas, las atrevidas palomas parisinas. El sol se levanta lentamente mientras Moesha Johnson avanza por el río verde abriendo una estela en la que se arremolinan sus compañeras de travesía como delfines en la popa de un buque. Así ahorran fuerzas. Así se embosca Van Rouwendaal.

El caudal del Sena es de 500 metros cúbicos por segundo de media. En la medición de mediados de julio el río fluía a una velocidad de 1,2 metros por segundo. Se calcula que un nadador de aguas abiertas recorre un promedio de en torno a 1,6 metros por segundo cuando no hay corriente en contra. Contra corriente un nadador solo adelantaría 40 centímetros por segundo. A una velocidad media normal de 1,4 metros por segundo, una nadadora solo recorrerá 20 centímetros. Van Rouwendaal tiene que dar un promedio de 96 brazadas por minuto. Suma cerca de 6.000 brazadas cuando ataca el último pilar del Puente de los Inválidos hacia la meta, dos horas después de la partida. Ha dado el zarpazo y Johnson la sigue a dos metros, demasiado lejos, pero no tan lejos como María de Valdés, que acaba 17ª, cinco minutos más tarde que la campeona.

No hay quien frene a Sharon van Rouwendaal. Es el espíritu olímpico personificado. Es la diosa coronada del puente más hermoso de París.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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