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Un peatón en París
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por fin, el Sena (sin plan B, ni Z)

París gana la apuesta y logra celebrar pruebas olímpicas en el río. “Sabíamos que lo lograríamos”, nos dice Pierre Rabadan, responsable de los JJ OO en el Ayuntamiento

Juegos Olimpicos Paris
El Sena, en el inicio de triatlón.Albert Garcia
Marc Bassets

París, 4 A.M. La ciudad duerme.

Pierre Rabadan se despierta en medio de la noche y su primer gesto es verificar que, después de las dudas y turbios augurios, después de años en que este momento nunca llegaría y de unos últimos días de nervios y retrasos, ha llegado el momento. Buenas noticias. Por fin será posible bañarse en el Sena. Rabadan, mano derecha de la alcaldesa Anne Hidalgo y responsable en el Ayuntamiento de la cartera Juegos Olímpicos y Sena, saborea el momento.

”Alegría y felicidad”. Unas horas después, este antiguo jugador de rugby y descendiente de españoles que emigraron a Argelia primero y al sur de Francia después, le describe al peatón sus sensaciones. A estas horas, miércoles al mediodía, ya se han podido celebrar las pruebas de triatlón después de haberse aplazado a principios de semana por el mal estado del agua. En este momento, culmina un esfuerzo de casi una década y 1.400 millones de euros para sanear el río y permitir de nuevo bañarse en él. “Es el resultado del trabajo de centenares de personas”, dice. “Hubo burlas, pero esto demuestra que el trabajo da resultados”.

Una cloaca. Un nido de enfermedades. Un caldo pútrido. Tóxico.

Durante décadas, mientras lo cantaban los poetas y los artistas lo pintaban, el Sena cargó con la peor de las reputaciones.

Que se haya celebrado el triatlón no es el fin de la historia. Las pruebas de los próximos días estarán sometidas a las mismas condiciones de higiene, que pueden retrasarlas. En 2025, cuando en tres puntos del Sena a su paso por París el baño se abra al público, las condiciones también serán estrictas.

Y, sin embargo, lo sucedido el miércoles en París es un triunfo. Barcelona recuperó el mar en 1992. París, en 2024, recupera el río. Lo recuperó simbólicamente en la ceremonia del 26 de julio con los atletas desfilando por el Sena. Lo recupera al cumplirse el objetivo de celebrar, en el esplendoroso escenario del puente de Alejandro III, una prueba acuática.

El Sena, desde hace unos días, ya no se ve igual. Los JJ OO, por usar un término en boga, lo han resignificado.

París ya no se ve igual. Los monumentos (la Torre Eiffel, el Grand Palais, el Louvre, los Inválidos) que los parisinos ya están acostumbrados a ver y que acaban por no apreciar, se han fundido con el deporte y la competición. Se ven distintos. Se reaprecian.

“Cuando alguien se entera de que he vivido en París casi veinte años”, escribía Julio Ramón Ribeyro en sus Prosas apátridas, “me dice siempre que me debe gustar mucho esta ciudad. Y nunca sé qué responder.” Al peatón le pasa lo mismo. Pero estos días París vive un Sommermärchen, un cuento de verano, como se dijo de Alemania durante el Mundial de fútbol en 2006. Las sensaciones son parecidas. Hay euforia. Y alivio, porque todo está saliendo tan bien después de tanto tiempo temiendo que todo saldría tan mal.

Sommermärchen. ¿Un cuento de hadas?

Quizás. Ahí están, en esta mañana abrasadora, unos puntitos perdidos en el agua, los triatletas que remontan la corriente dificultosamente, como estas pesadillas en las que uno camina sin avanzar. Y aquí están las multitudes en los muelles y una ciudad en simbiosis con el río.

Pierre Rabadan, Monsieur Seine, está exultante. Sabía que París se la jugaba y que, si esto no salía, todo el proyecto, que es deportivo y a la vez ecológico, podía quedar en duda.

“Sabíamos que lo lograríamos, aunque no sabíamos cuándo sería el día-D, y ha sido hoy”, me dice. “No hay plan B, ni C, ni Z. Hay un plan que ha salido bien”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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