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El triatlón conquistó el Sena, y Francia dos medallas más

Victoria de la gala Cassandra Beaugrand y del británico Alex Yee en dos espectaculares pruebas en el río y en el París más chic, con el malagueño Alberto González magnífico octavo

Las triatletas se lanzan al Sena al inicio de la competición de este miércoles.
Las triatletas se lanzan al Sena al inicio de la competición de este miércoles.Vadim Ghirda (AP)
Carlos Arribas

Finalmente, se hizo la foto que más deseaba París, la que parecía imposible: decenas de deportistas felices nadando en las aguas de su Sena vigilados por las estatuas doradas del puente de Alejandro III. Salió mejor de lo que esperaban incluso, porque acabó llenando la gran pantalla, dorada, una francesa, Cassandra Beaugrand, la más deseada, campeona olímpica a los 27 años. Horas después, su compatriota Leo Bergère sumaba el bronce masculino a la cuenta: 20 medallas para Francia fabulosa en cinco días de Juegos, seis de oro. El oro entre los hombres, para el gran Alex Yee, un británico de 26 años, llegado, como Mario Mola antaño, del atletismo al triatlón y ya medallista de plata en Tokio 2020.

Quizás apiadándose benigna de las muchas horas y esfuerzos de tantos deportistas y trabajadores que dejaron el alma para hacer que el triatlón también tuviera su fiesta en París, a las 3.20 de la mañana, bajo el diluvio, la diosa Sena bajó finalmente los brazos, se apaciguó, rebajó sus niveles de escherichia coli y enterococos y permitió que sus aguas se dejaran invadir por las nadadoras decididas. A las ocho se lanzaron al agua bajo el puente de Alejandro III para hacer dos idas y vueltas, 1.500 metros, hasta pasado el puente de los Inválidos. Siguiendo la guía de la magnífica Flora Duffy, 37 años, la madre y referencia de todas, y buscando siempre al regreso las orillas, donde menos se oponía la corriente a sus brazadas, algunas de las atletas descubrieron que quizás perdieron más tiempo subiendo las decenas de escalones de piedra desde el agua hasta el puente, donde les esperaban las bicicletas, que lo que habían ganado nadando.

En las gradas instaladas en los muelles, miles de personas sentadas desde antes del amanecer. Agua a 21,2 grados; aire, a 21º a las siete, y calentándose a medida que crecía el sol en el horizonte. 31º y humedad terrible a las 10.45, cuando salieron los hombres. Nada de neopreno. Bañador sin más.

Luego, sobre la bici –siete vueltas a un circuito por el París más chic, Montaigne y su Louis Vuitton, los Campos Elíseos que no vieron las bicicletas del Tour, FD Roosevelt…–, todas supieron que Zeus, dios de los truenos, los rayos y las tormentas, estaba, como siempre, enfadado. Había dejado de llover, pero el agua sobre el asfalto se reveló más peligrosa para la salud que un trago de la suciedad del río, y más decisivo para el resultado. Cada curva era una tragedia, cada paso de cebra, cada toque de frenos. Las caídas marcaron los 40 kilómetros de ciclismo. Duffy, la campeona olímpica en Tokio, siempre delante. Primero, sola, luego en un grupo de nueve, las mejores, a rueda de la neerlandesa Maya Kingma y la suiza Julie Derron, controlando y recuperando. Las españolas, detrás. Anna Godoy, en el gran pelotón, a poco más de un minuto; Miriam Casillas, peleando con las caídas en la cola.

Con Derron delante, a pie, se formó un cuarteto. Beaugrand, otra francesa, la joven Emma Lombardi, y la británica Beth Potter. Duffy, lejos. El oro se decidió en la última de las cuatro vueltas. Un cambio de ritmo irresistible. Imparable hacia la gloria, hacia la gran foto. Segunda, Derron; tercera, Potter.

Imagen de la prueba masculina de triatlón.
Imagen de la prueba masculina de triatlón. ALBERT GARCIA

En el Sena espeso, los hombres boxearon junto a las boyas, y el malagueño Alberto González, sexto, con los mejores. Zeus, satisfecha su sed vindicativa, secó el asfalto y los adoquines. Un pelotón de 32. Casi todos, pero solo un español, González, a quien entrena su padre y casi vive en Sierra Nevada. Ni Roberto Sánchez ni Antonio Serrat, demasiado retrasados en un agua que para la mayoría solo había sido un mal trago, ya pasado. Una prueba de fatiga. Todo comenzaba de nuevo. Todos, pensando en gastar lo menos posible, afilando el cuchillo, la cabeza en los 10.000m a pie.

Están todos, el campeón en Tokio, el noruego Kristian Blummenfelt; el portugués de Amadora Vasco Vilaça; el francés Leo Bergére, su amigo Pierre le Corre, gran aptónimo; el británico Sam Dickinson, gregario extraordinario para Alex Yee, el fenómeno llegado del atletismo que ha bajado de los 28 minutos en los 10.000m… Y con ellos el malagueño audaz.

¡La transición! La clave. Dickinson lanza su último sprint para Yee, que no piensa más y acelera. Alberto González sale bien, quinto, acelera y muere. Llegó hasta el final de sus fuerzas. Se acabó su energía, pero no su fe, como poco después se agota Yee, plata en Tokio, a quien, paciente, seguro, alcanza el neozelandés Hayden Wilde, bronce en los Juegos japoneses. Es el momento de la revancha del triatleta de las antípodas, que deja a Yee clavado, y esprinta, creyéndose inalcanzable, hacia el oro. El neozelandés, a quien asesora en natación Fred Vergnoux, el entrenador de Mireia Belmonte, confía ciegamente en su velocidad, no en vano se marcó un 13.23 no hace nada en los 5.000m del mitin de atletismo de Huelva.

No esperaba la resurrección de Yee, quien en una increíble recta final, le come 20 metros en nada, y le supera ya casi llegados a la moqueta azul del puente hermoso, que le recibe en campeón. El bronce para Bergère, el primer podio para el triatlón masculino francés en su historia. También González se recupera, supera a triatletas más lanzados, y termina octavo, finalista. Y da ciertamente parte de razón a su fisioterapeuta, José Antonio Bodoque, fan del Leganés, quien ya proclamó: será muy difícil hacer un buen triatlón en París, pero más difícil parecía que ascendiera el Leganés a Primera.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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