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Un peatón en París
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si estos son los JJ OO de la ‘banlieue’, Karim Bouamrane es su alcalde. Y algo más

El político de Saint-Ouen, en el extrarradio parisino, es una figura política emergente en la Francia fracturada: “Nuestro primer patrimonio es la dignidad, el respeto y el orgullo.”

El alcalde de Saint-Owen, Karim Bouamrane, junrto a Tommie Smith, atleta estadounidense olímpico conocido por alzar el brazo en el año 1968.
El alcalde de Saint-Owen, Karim Bouamrane, junrto a Tommie Smith, atleta estadounidense olímpico conocido por alzar el brazo en el año 1968.Albert Garcia
Marc Bassets

Hay un malentendido en torno a París 2024 y ha llegado la hora de deshacerlo. El malentendido es el siguiente. Estos no son, estrictamente, los Juegos Olímpicos de París. O no solo. Son los Juegos de la banlieue.

En la banlieue, el extrarradio joven, pobre y multicultural de París, se encuentra la Villa Olímpica, el Stade de France y el Centro Acuático. Es en la banlieue, que habitualmente apareceen los telediarios y las portadas por los disturbios, el islamismo o la marginación, donde estos Juegos van a dejar la huella más tangible. Así que el peatón se sube a la línea 13 del metro, cordón umbilical entre la capital y el extrarradio norte, y se planta a primera hora del martes en el despacho de Karim Bouamrane, el alcalde socialista de Saint-Ouen.

“Siempre lo he dicho, y lo digo con todo el respeto que siento por los parisinos y la alcaldesa de París”, declara el alcalde, medio en broma y medio en serio. “París se convertirá en una banlieue de Saint-Ouen.” La idea es que los Juegos precipiten la transformación de la banlieue de modo que municipios como Saint-Ouen dejen de estar descentrados respecto a la vecina capital, y sean estos municipios el nuevo centro. “Para mí”, dice Bouamrane, “los Juegos Olímpicos son un arma política que me permite ir más rápido, más alto, más fuerte.”

El alcalde habla del triple legado de los Juegos para este municipio de 50.000 habitantes que abarca una parte de la Villa Olímpica y varios terrenos de entrenamiento para los JJ OO.

El primer legado, dice, es inmaterial, “el sentimiento de orgullo para los niños y niñas” en una zona que arrastra una mala reputación. “Cuando se viene de un ambiente popular como el mío, el primer patrimonio es la dignidad, el respeto y el orgullo”, dice, y se pasa al español, lengua que habla, como el árabe, el inglés, el italiano y el portugués: “Como en Barcelona 92, el sentimiento de orgullo es hí-per-im-por-tan-te.”

Segundo legado: el sentimiento de seguridad, que, dice, no es solo cuestión de policías, aunque también, sino de “belleza” en el espacio público.

Y tercer legado: la remodelación urbanística. Solo en la Villa Olímpica, dos escuelas, un parque de tres hectáreas y mil viviendas nuevas, de las cuales 250 serán vivienda social. Más allá de estas construcciones, está en marcha el ambicioso Gran París que debe integrar toda la región en una red de transportes que contribuya a desenclavar la banlieue.

“Esto es como una bicicleta”, dice el alcalde. “Estoy en buenas condiciones y pedaleo, pero ahora nos han puesto una batería eléctrica. ¡Vamos más rápido! ¡Pero debemos seguir pedaleando!”

Pedalear, en el sentido figurado, es algo que Bouamrane ha hecho toda la vida. Sus padres eran inmigrantes marroquíes. Él creció en un edificio insalubre en Saint-Ouen en el que los vecinos de planta debían compartir el lavabo con tres familias en la misma planta, y no había duchas. Para ducharse debían ir a las duchas municipales.

“Mi infancia fue feliz, porque tuve la suerte de que en mi familia hubiese mucho amor”, recuerda. “No éramos conscientes de nuestra pobreza.”

De pequeño, Karim se pasaba los ratos libres chutando la pelota contra un muro. Adoraba la selección de Brasil en el Mundial 82 en España. Su ídolo era Sócrates.

“Yo me creía Sócrates”, dice, “aunque entonces todavía no sabía que Sócrates era un futbolista implicado políticamente”. Y ahí viene el giro en la historia, que ni el mejor guionista habría podido idear. De aquel muro y aquella casa insalubre de la banlieue pobre pero feliz de los setenta y ochenta, no queda nada. ¿Y qué hay hoy en el mismo lugar? La Villa Olímpica. Es más, la calle del doctor Sócrates. “¡Donde yo vivía!”, exclama. “¡Exactamente el mismo lugar!”. En el caso de Bouamrane, que antes de entrar en política fue empresario en el sector de la ciberseguridad y es alcalde desde 2020, la meritocracia republicana funcionó. ¿Es así todavía?

Es legítimo dudarlo. Este es un país marcado por los atentados de la década pasada, por las erupciones de violencia en el extrarradio como las del verano pasado, y también por las discriminaciones enquistadas. Quien tiene un nombre de origen magrebí, o quienes viven en ciertos barrios, todavía lo tienen más difícil para encontrar trabajo y hacer carrera.

“Debería haber más casos como el mío: luchamos por eso”, dice este hombre de izquierdas que defiende con pasión lo que en Francia llaman los valores republicanos y la laicidad. “Mi filosofía es: ¿eliges tu vida? ¿o la sufres?

El problema, según Bouamrane, no es la banlieue, o no es solo la banlieue. Es la distancia entre quienes viven en los “hipercentros urbanos” y los que viven en las “periferias”, sean estas urbanas, como la banlieue, o rurales. “Cuando vives en los hípercentros”, explica, “lo tienes todo: personas con educación universitaria, hospitales cerca, buenos transportes, contactos y conexiones. En las periferias tienes menos hospitales, menos educación, menos escuelas, menos infraestructura de calidad. Este es el problema social en Francia, y se está deteriorando.”

El riesgo, según el alcalde, es que los Juegos no sean más que un “paréntesis mágico, una fiesta” y que cuando terminen todo vuelva a ser igual. La alternativa, dice, es aprovechar el impulso “para transformar la sociedad y los territorios sobre la base de los valores de igualdad”. “Y esto”, añade, “se prepara antes de la fiesta.

El peatón lleva meses siguiendo a Bouamrane. Lo vio esta primavera, precisamente en la Villa Olímpica todavía vacía, cuando inauguró la calle del doctor Sócrates con familiares del futbolista y una nutrida delegación brasileña. Ha coincidido con él varias veces en los partidos del Red Star, legendario club de futbol de Saint-Ouen, más antiguo que el Barça y asociado a la izquierda revolucionaria. La vieja tribuna, ya derruida, recibía el nombre de Rino della Negra, futbolista del Red Star y resistente contra los nazis hasta que fue detenido y ejecutado en 1944.

“Solo veo efectos positivos de los Juegos para Saint-Ouen y Seine-Saint Denis”, nos decía en mayo, durante el último partido de la temporada, uno de los asiduos del estadio, el expresidente François Hollande, socialista como Bouamrane.

Y este, que ya es un torbellino en circunstancias normales, lo es más aún estos días olímpicos, de una competición a otra, de una entrevista en su despacho a un encuentro con su otro ídolo, además de Sócrates. Es Tommie Smith, el atleta estadounidense que en los Juegos Olímpicos de México, en 1968, ganó el oro en los 200 metros y, en el podio, durante la ceremonia, levantó el puño en una protesta por la discriminación de los negros en Estados Unidos, un gesto por la igualdad y los derechos civiles que le costó caro en su momento pero nunca ha dejado de resonar.

Y aquí, en Saint-Ouen, está hoy Tommie Smith, 80 años, una figura imponente, rodeado de decenas de jóvenes en la banlieue, para inaugurar el Terreno deportivo de proximidad Tommie Smith.

El atleta y el alcalde se conocen desde hace años. Tommie le llama “hijo”. Karim se refiere a él como “mi tío Tommie”. En el discurso, el alcalde liga el combate de Tommie Smith con el combate político que se libró el Francia hace unas semanas con la extrema derecha.

“Lo vimos en las últimas elecciones. O la Francia de las tinieblas, o la Francia de las luces que encarna Saint-Ouen, que encarna a República, que encarnan los valores que defiende Tommie Smith”, dice el alcalde en su discurso. “Democratizar la excelencia es democratizar lo bello, es democratizar la elegancia, la educación para todas y todos, es democratizar el orgullo y lograr ser de Saint-Ouen, ser de Seine-Saint-Denis, ser francés, como se vio en la ceremonia inaugural de los Juegos, queda encarnado maravillosamente por el puño levantado de Tommie Smith.”

Cuando el peatón escucha a Bouamrane, no puede evitar pensar: este hombre apunta alto.

Ya no es tan joven para ser una promesa, y tampoco es una figura conocida en Francia. Su espacio político, el de la izquierda socialdemócrata y moderada, no lo tiene fácil en el contexto de parálisis parlamentaria y polarización tras las legislativas del 9 de julio. Y, sin embargo, su mensaje va más allá de Saint-Ouen y la banlieue. Y no es difícil imaginárselo en cargos más altos. ¿Hasta presidente?

“Si empiezo expresando que quiera ser presidente de la República, sería una falta de respeto al pueblo que sufre”, responde. “Lo que me interesa, Marc, francamente, es salvar el país.” Nada menos.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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