_
_
_
_

Anne, Emmanuel y los demás

Los Juegos Olímpicos escenifican batallas. Deportivas en los estadios. Y despiadadas en los palacios del poder

Uno de los encuentros de voleibol en la Torre Eiffel, este domingo.
Uno de los encuentros de voleibol en la Torre Eiffel, este domingo.Kai Pfaffenbach (REUTERS)
Marc Bassets

—Cuanto menos lo veamos, mejor.

Estábamos hace unos días con el fotoperiodista Albert Garcia en el monumental despacho de Anne Hidalgo en el Hôtel de Ville, el Ayuntamiento de París. La semana anterior la alcaldesa de París se había bañado en el Sena. Hubo un ausente en el chapuzón, pese a que había dado a entender que estaría: el presidente Emmanuel Macron. En el país de la langue de bois —literalmente, la lengua de madera: la costumbre de tantos políticos de hablar por no decir nada—, la sinceridad se agradece. Y la respuesta de Hidalgo cuando mencionamos la ausencia de Macron en el río fue rotunda, por decirlo con suavidad.

Los Juegos han empezado. Y no hay tregua entre el Elíseo y el Hôtel de Ville.

“¡Hagan Juegos!”, titula este fin de semana el diario Libération. “Entre Emmanuel Macron y Anne Hidalgo, rien ne va plus” El rien de va plus se refiere a la expresión del crupier con la ruleta y puede significar también: “Ya nada va bien”.

Libération sostiene que Hidalgo, aunque en la ceremonia inaugural lógicamente se sentase en la tribuna de autoridades, “brilló por su ausencia, en las pantallas y en los discursos oficiales”. Macron, según el diario de izquierdas, voluntariamente la “eclipsó” y la “invisibilizó”. El Elíseo lo niega.

París es una ciudad dual. La rive gauche, intelectual; la rive droite, comercial. El oeste, burgués y conservador; el este, popular y revolucionario (el mapa de los barrios que se levantaron en la Comuna de París coinciden con los que ahora votan a la izquierda). Y otra dualidad: el Palacio del Elíseo y el Hôtel de Ville, los dos polos del poder político que el peatón estos días ha podido visitar.

Primera etapa: recepción en los jardines del Elysée. Los perros —Nemo y los galgos kazajos Jules y Jeanne— pasean entre los invitados. Hay periodistas que piden selfis con Emmanuel. Ni una palabra sobre la alcaldesa. Corrillo en torno a Brigitte, quien intenta explicar por qué las primeras damas no tienen sobre sus cónyuges la influencia de la que se les atribuye: “Nos oyen, nos escuchan, pero no siempre hacen lo que les decimos.”

Segunda etapa: almuerzo en el Hôtel de Ville. El tema son los Juegos. Y Macron. Frases apuntadas al vuelo cuando habla del presidente y sus colaboradores y su voluntad de marginarla durante los preparativos: “Han sido muy duros.... Intentaron apartarme... Actitudes politiqueras extrañas...”.

Rien ne va plus. Y ahora, mientras el peatón mira el boxeo por televisión y redacta estas líneas, piensa que el verdadero deporte de combate es la política, y que una de las competiciones que habrá que seguir estas semanas será la que enfrentará a Hidalgo y a Macron. Y se acuerda de Barcelona 92, donde había un jefe del Estado y otro del Gobierno y un alcalde y un jefe del COI barcelonés, y un presidente autonómico, y todo acabó funcionando. Aquellos fueron los Juegos de Pasqual Maragall, acaso de Juan Carlos I, o los de Samaranch...

Y piensa que en París quizá no sean ni el presidente ni la alcaldesa quienes se lleven esta medalla de oro. Porque hay otro candidato, un tipo que ya ganó tres oros olímpicos durante su carrera como canoísta, que se pasea con zapatillas deportivas por los pasillos del poder y al que todos conocen por “Tony”. Es Tony Estanguet, el presidente del Comité Organizador.

Este invierno, ante un plato de pasta en un restaurante en el extrarradio norte de París, el peatón le preguntó qué le quitaba el sueño.

“A mí, personalmente, no gran cosa”, respondió Tony. “Nada muestra que no lo vayamos a lograr”

El tiempo, por ahora, le da la razón.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir la newsletter diaria de los Juegos Olímpicos de París.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_