1 | 2 | 3 | 4 | T | |
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USA | 26 | 29 | 18 | 30 | 103 |
SUD | 14 | 22 | 21 | 29 | 86 |
El grito rebelde de Sudán del Sur busca su eco en París
El país más joven del mundo, constituido como Estado en 2011 tras una eterna guerra civil, desafía al ‘Dream Team’ con un equipo integrado por descendientes de refugiados que buscan la gloria olímpica
El deporte tiene la capacidad de igualar a altos y bajos, tímidos y extrovertidos, y, sobre todo, a ricos y pobres. Prueba de ello es la historia baloncestística de Sudán del Sur, el Estado cuya creación es la más reciente del mundo (2011). Décadas de guerra civil y una fuerte inestabilidad política han convertido al país africano en uno de los más pobres del planeta, pero bajo la batuta del exjugador de la NBA Luol Deng, que soñó con elevar a su país natal al olimpo del basket, la selección de baloncesto sursudanesa ha experimentado una evolución casi milagrosa que les ha permitido plantarse en los Juegos de París con el aura de equipo revelación. Tras imponerse a Puerto Rico en su debut histórico el pasado domingo, Sudán del Sur se enfrenta este miércoles al todopoderoso combinado de Estados Unidos (21.00), al que ya estuvieron a punto de derrotar en el preolímpico a pesar de las abismales diferencias económicas y de experiencia olímpica entre ambas naciones.
Sudán del Sur, situada en el corazón de África, es el país más joven del mundo y posee algo más de 12 millones de habitantes de mayoría cristiana, a diferencia de Sudán, donde predominan los musulmanes. También es uno de los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita de 421 dólares (389 euros), según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tras pasar la primera mitad del siglo XX bajo la soberanía compartida entre Egipto y Reino Unido, la República de Sudán alcanzó su independencia en 1956. Durante décadas, dos largas guerras (1955-1972 y 1983-2005) enfrentaron al norte y al sur provocando la devastación del país y el exilio de millones de personas hasta que, en 2011, se produjo la independencia de Sudán del Sur gracias al apoyo masivo (98%) reflejado en un referéndum. Dos años después, se inició una nueva guerra civil —dentro del nuevo Estado— que no cesó hasta 2020, pero de la que aún quedan secuelas en forma de hambre, violencia e inestabilidad política que solo el baloncesto permite olvidar por momentos.
Su clasificación para los Juegos Olímpicos es impropia de un país que jugó su primer partido profesional en 2017, aunque poco después logró acceder al Mundial de basket de 2023 y obtener su billete a París. En la que hasta ahora es su mayor hazaña deportiva, Sudán del Sur derrotó a Puerto Rico (90-79) en su debut olímpico el pasado sábado. Por ponerlo en perspectiva, fue la segunda victoria para un país africano en baloncesto masculino desde Atlanta 1996. Eso sí, la gesta vino acompañada de una imagen bochornosa: la megafonía confundió el himno nacional de Sudán del Sur con el de Sudán durante la previa y los jugadores se quedaron atónitos. El próximo objetivo es el Team USA, al que ya estuvo a punto de ganar en el preolímpico (101-100), de no ser por una acción salvadora de LeBron James y una polémica decisión arbitral en los instantes finales.
Desde el punto de vista macroeconómico, influyente pero no decisivo en el deporte, el duelo contra Estados Unidos es uno de los más desiguales en la historia. Según el FMI, el PIB per cápita de EE UU es de 85.370 dólares (78.962 euros), doscientas veces mayor al de Sudán del Sur. En otro dato igualmente ilustrativo, la CIA estima en 18.470 millones de euros el PIB de Sudán del Sur, casi lo mismo que la inversión en gasto militar estadounidense en una semana (17.567 millones de euros), según los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés).
Después de rozar la victoria ante Estados Unidos, el ala-pívot Wenyen Gabriel (ahora en el Maccabi Tel Aviv), daba una muestra de estas diferencias en sus declaraciones ante la prensa. “No tenemos ninguna pista cubierta en nuestro país, pero queremos ganarnos el respeto del mundo. Somos unos cuantos refugiados que nos juntamos algunas semanas al año para enfrentarnos a los mejores jugadores del mundo e incluso, de la historia”.
Un equipo de refugiados
Todos los integrantes del combinado nacional, excepto el pívot Khaman Maluach, son descendientes de refugiados que huyeron de la guerra y el hambre a países como Australia, Canadá, Estados Unidos o Inglaterra. Otros, como Jack Kacuol o Nuni Omot se criaron en Uganda y Kenia, respectivamente. En definitiva, hijos de la guerra que ahora regresan a casa a través del baloncesto en una misión mesiánica para el joven país.
De los 12 jugadores de Sudán para los JJ OO, tan solo el alero J.T. Thor, criado en Alaska, juega en la NBA (Charlotte Hornets). Solo el talentoso base Carlik Jones, nacido en Ohio, lo hace en Europa (Partizán de Belgrado), aunque puede presumir de ser el único jugador en la historia que ha conseguido un triple-doble contra EE UU gracias a su exhibición en el preparatorio. El resto compiten, en su mayoría, en la liga australiana, la china y la canadiense.
El único jugador nacido en Sudán del Sur es el joven Khaman Maluach, pívot dominante gracias a sus 2,18 centímetros con tan solo 17 años. Juega en el City Oliers ugandés de la liga africana y está proyectado para el draft de 2025. Antes, jugará en la prestigiosa universidad de Duke con el caché de haber disputado unos JJ OO antes de debutar en la liga universitaria.
Luol Deng, el artífice
La clave del éxito de Sudán del Sur se encuentra en el binomio formado entre dos amigos de toda la vida a los que el baloncesto unió en Estados Unidos: el entrenador del equipo, Royal Ivey, y el presidente de la federación sursudanesa de baloncesto, Luol Deng. A sus 38 años, el exjugador británico de origen sursudanés —disputó 15 temporadas en la NBA y llegó a ser All Star— es el ideólogo y financiador del proyecto como parte de un sueño y una meta personal.
En 2012, tuvo la opción de representar a Sudán del Sur tras alcanzar su independencia un año antes; pero decidió unirse a la plantilla de Reino Unido para disputar los Juegos de Londres en 2012. En 2019, su hermano lo empujó a convertirse en presidente de la federación de basket de un país sin canchas de baloncesto y en el que el gigante exjugador Manute Bol (2,31 cm) representa el único referente nacional. “Esto es como una película. No tenemos un gimnasio o una residencia. Hemos hecho un campus de entrenamiento en Ruanda, cogiendo vuelos muy largos en los que mis jugadores de más de dos metros apenas entraban. Sin Luol Deng, que ha estado pagando hoteles, pistas y vuelos de su bolsillo, no estaríamos aquí”, explica el entrenador.
Otra de las labores de Deng es la de convencer a jugadores con raíces sursudanesas —pero desperdigados por el mundo— para que representen a la selección. Con millones de exiliados por las guerras, muchos de los profesionales seleccionables representan a otros países, por lo que obtener licencias de la FIBA o seducir a los talentos de que se unan al “alocado” proyecto de Deng ha sido un reto, según explicaba el presidente a ESPN antes de los Juegos.
Para Deng, que nunca pudo defender los colores de su país en el parqué, haber llevado a Sudán del Sur a los Juegos cierra un círculo y completa su redención. Ganar a EE UU y colarse en las rondas eliminatorias sería una hazaña histórica capaz de poner al joven país en el mapa para que nunca más confundan su himno.
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