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Puños que matan tópicos, que abren puertas

Laura Fuertes, primera boxeadora española en unos Juegos Olímpicos: “Estoy luchando por dar voz a la mujer en este deporte, que mucha gente todavía piensa que es masculino”

Laura Fuertes Juegos Olimpicos
Laura Fuertes, boxeadora del equipo olímpico español, fotografiada en el CAR de Madrid.Claudio Álvarez
Carlos Arribas

Laura Fuertes se señala la nariz y pasa un dedo por su superficie regular. Mira a los ojos del periodista y le pregunta, “¿se nota algo que me la rompieron de un puñetazo? ¿Tengo el tabique desviado?

—Y si se notara, ¿le importaría?

“Para nada. Me rompí la nariz en el primer combate de los Juegos Europeos. Lo gané con la nariz rota. Y gané también el siguiente, que es el que me dio la clasificación para los Juegos Olímpicos. Y terminé ganando, siempre con la nariz rota la medalla de bronce en los Europeos. Así que no me preocupa nada. Te la puedes romper en cualquier accidente normal.

Laura Fuertes, asturiana de Gijón, de 23 años, pesa exactamente 50 kilos, ni un gramo más ni uno menos. Con los puños rompe tópicos y abre puertas. Es la primera boxeadora española que se clasifica para unos Juegos. También fue la primera española medallista, bronce, en un Mundial, 2023. “Empecé haciendo natación, pero me gustó de siempre, la verdad, siempre me gustó el boxeo, pero, bueno, estuve una temporada haciendo karate y boxeo a la vez, y como lo que me gustaba del karate era el combate, el kumite, entonces ¿dónde hay siempre combate?, pues en el boxeo”, dice. “Me gustaba el deporte porque el boxeo es un deporte supercompleto, creo que sueltas un montón de adrenalina, trabajas un montón de cosas, entonces, bueno, me decidí por él”.

La nariz del boxeador es, más que un tópico, un recurso literario que se convierte en arma de agresión. “En las redes hay comentarios muy machistas, que desvalorizan el sacrificio que hacemos las mujeres, que es igual que el de nuestros compañeros. En persona solo me han dicho que siendo muy guapa cómo me dedico a esto, que me van a destrozar la nariz, pero bueno, yo siempre hago oídos sordos… Tanto en redes sociales como en persona soy muy amable a la hora de comentarlo, siempre invito a esa gente que dice eso a venir a un gimnasio o a una velada de boxeo para verlo y darse cuenta de que sus comentarios son erróneos”, dice Fuertes, que vive y trabaja en la residencia Blume y en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, y saca al boxeo de su leyenda barriobajera de bajos fondos y mafias. “El boxeo es totalmente diferente a lo que se puede pensar viendo Rocky o leyendo tantas novelas negras. Es totalmente diferente. Gracias a Dios esto está cambiando. Mis compañeros y mis compañeras lo estamos cambiando. Estamos demostrando que es un deporte supersacrificado. Tienes que tener una buena alimentación, tienes que llevar muchísimos entrenos, porque un combate, tres asaltos de dos minutos, suponen mucha exigencia, tanto física como mental. Se está cambiando esa imagen del boxeo. Y yo estoy muy, muy contenta”.

Laura Fuertes durante un entrenamiento en el CAR de Madrid.
Laura Fuertes durante un entrenamiento en el CAR de Madrid.Claudio Álvarez

Hay imágenes boxísticas eternas a las que la púgil asturiana no renuncia. No puede hacerlo. Son la esencia del ring. Una es la estampa de los boxeadores perfilada en los carteles que anuncian los combates, en guardia, un puño adelantado, una pierna atrasada, agachados, preparados para golpear. Así quiere posar, histórica, tradicional, en uno de los cuadriláteros del gimnasio instalado en los sótanos del Consejo Superior de Deportes. En el rincón, una banqueta y un gigantesco embudo conectado con un tubo a un cubo en el suelo, para escupir saliva y malos pensamientos. “En el cole no me castigaban mucho, la verdad. No me mandaban apenas al rincón a pensar…”, dice. “Y ahora voy mucho. En el rincón lo que te ayuda es escuchar a tu entrenador, que te digan las cosas que tienes que hacer para mejorar, que te digan cómo vas, que te digan qué es lo que estás haciendo bien”.

En el gimnasio, secos colgando, punching balls, alguna comba y en las 12 cuerdas camisetas secándose. Está al lado de la Casa de Campo, pero no imita a Tony Leblanc, el tópico ya superado del boxeador sonado en la España de los 70, que repite “del gimnasio a la Casa de Campo, de la Casa de Campo al gimnasio” … “En la vida lo había oído… No, no voy a hacer fondo a la Casa de Campo, y en el gimnasio me gusta hacer guantes con sparrings y, sobre todo, el trabajo individual con la manopla. Tengo a mi entrenador, Rafa Lozano, Balita, solo pendiente de mí, corrigiéndome, y noto cómo el golpe entra fuerte. Noto mi potencia, mi poder. Eso me gusta mucho”.

Laura Fuertes posa en el gimnasio del CAR.
Laura Fuertes posa en el gimnasio del CAR.Claudio Álvarez

Ella no es la Hilary Swank de Million Dollar Baby, ni Balita, exboxeador olímpico cordobés, es el Clint Eastwood sentimental que se transforma por ella, pero la imagen no la rechaza Fuertes. “Es una película que habla de cómo se mete una chica en un mundo de hombres, cómo le cuesta encontrar un entrenador, cómo le cuesta encontrar rivales también. Esa película me gusta muchísimo. Refleja muy bien las dificultades que tenemos las mujeres…”, dice la gijonesa, más fina estilista que pegadora —”en 50 kilos no hay knockouts, no tenemos suficiente fuerza… Las de 80, si dan duro, y cómo les pesa la mano”, explica, “Yo, como soy bastante alta para mi peso, mido 1,63m, mantengo bien la distancia, sin entrar en el cuerpo a cuerpo”—, admiradora de Mireia Belmonte y fascinada por Muhammad Alí, campeón olímpico en Roma 60 y boxeador que rompió las fronteras del boxeo e impregnó la sociedad. “Flota como una mariposa y pica como una avispa… es un boxeador que es inimitable”.

El camino junto al Sena de Laura Fuertes comienza el domingo 28 de julio, en la Arena Norte, con el primero de los seis combates que llevan a una final, cerca de la medianoche del viernes 9 de agosto, y aún caerán lágrimas de San Lorenzo, en un lugar con un significado extraordinario para la mitología deportiva española, pues el cuadrilátero estará instalado sobre la tierra batida roja de la pista Philippe Chatrier, en Roland Garros. “Me encantaría ser campeona olímpica, obviamente. Estoy entrenando para ello”, dice. “El boxeo tendría más visibilidad, pero estoy intentando desde aquí, desde los logros que he conseguido, tanto la medalla mundial como ser la primera también en clasificarme, estoy luchando por dar voz a este deporte, dar voz a la mujer en este deporte, que mucha gente todavía piensa que es masculino. Dar voz, quizá, y dar visibilidad a niñas que quieran empezar y puedan tener una referente con la que identificarse”.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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