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París, malhumorada y expectante ante su hora estelar

La crisis política y la frialdad de los franceses siembran dudas sobre si, a partir de la inauguración el viernes, los JJ OO despertarán el entusiasmo popular. Pero la cita acelera la revolución ecológica en la ciudad y transforma su extrarradio

El presidente francés, Emmanuel Macron, asiste a una presentación del equipo francés de esgrima en el 'Grand Palais', el pasado 15 de abril.
El presidente francés, Emmanuel Macron, asiste a una presentación del equipo francés de esgrima en el 'Grand Palais', el pasado 15 de abril.YOAN VALAT (via REUTERS)
Marc Bassets

París y los parisinos son así. Quejicas y gruñones, nunca satisfechos. Y, al mismo tiempo, convencidos de que no hay mejor ciudad en la tierra. Son así, y no hay Juegos Olímpicos que puedan remediarlo.

Hay, en el mejor de los casos, indiferencia a unos días de la ceremonia inaugural en el Sena el viernes 26 de julio y, en el peor, cabreo por las molestias que crean los preparativos. No es fácil encontrar parisinos que, si no están obligados a quedarse por motivos profesionales, o si no tienen medios económicos para largarse, tengan previsto pasar aquí el verano.

“Podría pensarse que, una vez que los Juegos hayan empezado, la magia se impondrá: nos apasionaremos por tal o cual prueba, por tal o cual atleta, sobre todo si Francia obtiene medallas”, dice el ensayista Dominique Moïsi, un parisino que habla desde Normandía, donde piensa quedarse en las próximas semanas. “Pero, por ahora, hay una especie de clima un poco extraño. La indiferencia se impone sobre la expectativa alegre”.

“No quiero parecer demasiado parisina y quejarme...”, previene la escritora italiana Andrea Marcolongo, que reside en una de las zonas de acceso restringido en París y, en el momento de la conversación, se preparaba para marcharse unas semanas. Enseguida añade: “Me parece que la ciudad se ha transformado en un teatro para un gran espectáculo, pero se han olvidado de invitar a los ciudadanos. Me siento como si hubiese llegado una producción procedente de la Luna”.

“El negativismo y el pesimismo son genuinos”, apunta Simon Kuper, periodista franco-británico con dos décadas en París y el único, entre los parisinos entrevistados, que sí estará en la ciudad durante los Juegos. “Se piensa: ‘Todo será terrible, nadie podrá salir de casa, habrá ataques terroristas todo el tiempo’. Estuve en Londres en 2012 y ahí hubo negatividad antes y positividad durante los Juegos, pero ahora es incluso más negativo que en Londres”.

Las valoraciones de Moïsi, Marcolongo o Kuper no son extravagantes. Un 36% de franceses siente indiferencia ante los JJ OO, según un sondeo del instituto Ifop. Un 23%, inquietud. Un 5%, cólera.

Por primera vez en un siglo, los JJ OO regresan a la ciudad que los inventó en su forma moderna. Algunas inquietudes son lógicas; otras, exageradas. Preocupa la seguridad en una ciudad con experiencia de atentados. Hay críticas por la evacuación de los campamentos de inmigrantes y personas sin techo. Al ser esto Francia, siempre planea la posibilidad de que haya huelgas, aunque las autoridades llevan meses negociando compensaciones para evitarlas.

La pregunta es si el día de la ceremonia inaugural cambiará el humor. Los JJ OO se clausuran el 11 de agosto y entre el 28 del mismo mes y el 8 de septiembre se celebran los Juegos Paralímpicos. Con 15.000 atletas olímpicos y paralímpicos, 45.000 voluntarios, 15 millones de visitantes, ¿despertará por fin el entusiasmo popular?

Desde hacía tiempo se repetía en París un mantra: no habrá problema; la apatía o el malhumor han sido habituales en las víspersas de otras ediciones. Y se señalaba el ejemplo de Londres 2012. El entusiasmo entre los londinenses también era escaso, pero tras la inauguración todo el mundo se volcó en el acontecimiento, que fue un éxito y proyectó una imagen de Reino Unido como país moderno y global.

Es verdad que después llegó el Brexit, pero el argumento destinado a los escépticos en París, durante tiempo, fue mostrar al último gran momento de Londres: “Esperen que todo empiece y verán cómo los JJ OO electrizan Francia y su capital”.

Y es perfectamente posible que todo cambie a partir del viernes, cuando desfilen las delegaciones, no por un estadio olímpico como es tradición, sino por el Sena. En vez de una pista de atletismo, un río con una historia y unas cualidades cuasi mitológicas. En vez de las gradas de un estadio, un decorado con Notre-Dame, el Louvre, el Grand Palais y la Torre Eiffel. Promete ser lo nunca visto.

Vista general del Estadio de la Torre Eiffel, sede de eventos de voleibol de playa antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 13 de julio de 2024.
Vista general del Estadio de la Torre Eiffel, sede de eventos de voleibol de playa antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 13 de julio de 2024. Maja Hitij (Getty Images)

Pero París y los parisinos son como son, y aquí es una obligación ver la botella medio vacía. ¿Por qué estos engorrosos controles para acceder a algunas zonas de la ciudad?, ¿por qué estos estadios desmontables como andamios ante la Torre Eiffel o la plaza de la Concordia que, dicen algunos, afean la ciudad? ¿Y no hay peligro de atentados?, ¿y qué hacen tantos policías y gendarmes, 35.000?, ¿por qué?, ¿por qué?.

“Los parisinos casi siempre son negativos”, analiza Kuper, que acaba de publicar en inglés el ensayo Impossible city. Paris in the twenty-first century (Ciudad imposible: París en el siglo XXI). “Pienso que la negatividad tiene que ver en parte con el sistema educativo: las escuelas francesas enseñan a ser críticos, y lo enseñan muy bien. La gente simplemente no posee el lenguaje para expresar sentimientos positivos”.

La política ha venido a enturbiar las cosas. París y los franceses llegan exhaustos a la cita después de unos de los meses más intensos que se recuerdan en años. Han pasado todo junio y parte de julio absorbidos por las elecciones legislativas que Emmanuel Macron convocó por sorpresa.

Los políticos estaban pendientes de sus futuros sillones. Los ciudadanos, de si los gobernaría o no la extrema derecha. Nadie estaba a lo que habría tenido que estar: los JJ OO. Y se entiende.

Las fuerzas armadas francesas caminan por el estadio de Bercy que acoge gimnasia artística, baloncesto y trampolín antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 17 de julio de 2024.
Las fuerzas armadas francesas caminan por el estadio de Bercy que acoge gimnasia artística, baloncesto y trampolín antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 17 de julio de 2024. Maja Hitij (Getty Images)

No hace ni un mes, era verosímil que el Reagraupamiento Nacional de Marine Le Pen saliese victorioso y que esta semana un primer ministro de este partido se sentase en la tribuna de autoridades en el Sena. No hace ni un mes, uno de los cerebros de esta ceremonia, el historiador Patrick Boucheron, especulaba: “Si el 26 de julio la ceremonia tiene lugar bajo un Gobierno del Reagrupamiento Nacional, entonces se verá en el mundo entero y nos acordaremos por los siglos de los siglos, como los Juegos Olímpicos de Berlín”.

No ha sucedido. Francia no tendrá un gobierno de extrema derecha durante los JJ OO. Pero, desde las legislativas del 7 de julio, que dejaron un Parlamento sin mayorías y un Gobierno en funciones, se ve a sí misma como un país ingobernable.

“Francia habría debido estar en el firmamento de su gloria, pero ahora aparece, incluso a ojos de los franceses, como el enfermo de Europa”, dice Moïsi, autor de Le triomphe des émotions : La géopolitique entre peur, colère et espoir (El triunfo de las emociones: la geopolítica entre miedo, cólera y esperanza).

Trabajadores preparan el área de pentatlón moderno frente al Palacio de Versalles antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 17 de julio de 2024 en París, Francia. El Chateuau acogerá las competiciones de Ecuestre, Pentatlón Moderno y Paraecuestre.
Trabajadores preparan el área de pentatlón moderno frente al Palacio de Versalles antes de los Juegos Olímpicos de París 2024 el 17 de julio de 2024 en París, Francia. El Chateuau acogerá las competiciones de Ecuestre, Pentatlón Moderno y Paraecuestre.Franco Arland (Getty Images)

París es una ciudad de miserias y esplendores, una ciudad en la que las capas de la Historia, y sus mitos, se superponen. Podría contarse por ejemplo el verano de 2024 como el último capítulo de un libro que conduce de los JJ OO de la Antigüedad a los actuales.

“Pero queda muy poco del espíritu olímpico antiguo y lo que era el ritual antiguo”, precisa la helenista Marcolongo, que acaba de publicar Courir: de Marathon a Athènes, les ailes aux pieds (Correr: de Maratón a Atenas, las alas en los pies). “La mayoría de los símbolos que nos parecen antiguos relacionadas con los JJ OO son en realidad modernos, como los anillos y la llama. Es divertido y fascinante ver cómo en 2024 y en París, en los Juegos más modernos y ecológicos posibles, todavía necesitamos creer que hay una base antigua para nuestra modernidad”.

Podría contarse también otra historia, más reciente: la de París y su historia gloriosa de reyes y revoluciones, de avances científicos y genios literarios, una capital que fue imperial y que todavía se percibe como capital global.

“Hay en París una actitud displicente de gran capital, por oposición a Barcelona en 1992”, resume Moïsi. “Los franceses lo miran un poco como los londinenses, habitantes de una gran metrópolis mundial que se dicen: “Oh là là! Esto no lo necesitamos... ¡Somos París! ¡Somos Londres!”

Hay una historia más breve, que es la que cuenta Kuper en su libro: la del París del siglo XXI y sus transformaciones. Es la historia de la revolución de las bicicletas y de la limpieza del Sena. La historia de la ciudad del lujo y el aburguesamiento, la de de las desigualdades y la miseria urbana. La “ciudadela”, como la describe el geógrafo Christophe Guilluy en sus libros, aislada de la banlieue pobre y multicultural por el bulevar periférico, y de la Francia de las ciudades medianas y los pueblos por un abismo mental y cultural. La que es un coto electoralmente vedado para Le Pen.

Gradas para la ceremonia de apertura a lo largo del río Sena el 15 de julio de 2024 en París, Francia.
Gradas para la ceremonia de apertura a lo largo del río Sena el 15 de julio de 2024 en París, Francia. Maja Hitij (Getty Images)

Y hay otra historia más corta aún: la de la última década. El proyecto olímpico se puso en marcha en el símbolico año de 2015, el de los atentados islamistas contra el semanario satírico Charlie Hebdo y en la sala de fiesta Bataclan, las terrazas del este de París y el Stade de France en el estadio olímpico de Saint-Denis.

Recordaba hace un año la alcaldesa, Anne Hidalgo: “Lo que me dio miedo en aquel momento fue escuchar a jóvenes, incluso niños, explicando que los héroes eran los terroristas y que Charlie Hebdo era culpable de un exceso de libertad de expresión. ¡Lo oí! Y me dije: ‘Esto no va nada bien. Debemos encontrar algo que dé una perspectiva, un impulso a la juventud, al país, y los Juegos pueden ser este momento federador”.

Y esta podría ser la historia que está por escribir, la de estos Juegos. La historia de reconciliación de la Francia fracturada.

Podría serlo si no hay incidentes ni atentados.

Si parisinos y franceses logran aparcar sus neurosis por unos días (“Francia”, decía el filósofo Sartre, “fue antaño el nombre de un país; hoy es el nombre de una neurosis”) y se lanzan a disfrutar del instante.

Si logran reconocer que al menos los Juegos habrán permitido acelerar la transformación ecológica y la remodelación de la banlieue. Porque es el extrarradio, habitualmente asociado a la pobreza y la violencia, el que acogerá la Villa Olímpica y buena parte de las competiciones. El 80% de las inversiones públicas han ido al departamento de Seine-Saint-Denis, al norte de París.

Es allí, en la banlieue, donde se han construido las nuevas infraestructuras que mejorarán las conexiones con el centro de la capital y donde se desplegará en los próximos años el ambicioso plan del Gran París. Es allí donde París 2024 dejará su huella más duradera.

“Los franceses no lo reconocerán como un éxito”, vaticina Kuper. “Pero una vez que dejemos de preocuparnos por el terrorismo, la organización y el exceso de gente, en septiembre tendremos el mejor París que jamás haya existido”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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