Bellingham ilumina al Madrid en la victoria contra el Girona
El inglés, que marca por quinto partido consecutivo, comanda la rebelión del equipo ante el intenso arranque rival, pero se retira lesionado de un encuentro en el que volvió a anotar Mbappé
Nada le dura demasiado al Real Madrid. Lleva cuatro meses buscando vías para escapar de la bruma y cuando algún jugador enciende una antorcha cae y desaparece. En Girona, Bellingham volvió a poner los focos, iluminó la ruta por la que su equipo salió de las celadas del Girona, marcó por quinto partido consecutivo después de los 11 de sequía inicial en la Liga y cayó lesionado. Uno más, después de Rodrygo horas antes del encuentro, poco antes de perder también a Mendy. Pero hasta que se sentó en la hierba tocándose el muslo izquierdo, el inglés impulsó al Madrid y a su estela asomó lo que podría ser el despertar de Mbappé. El francés se reencontró con el gol después de insistir y, después de perder en Bilbao, el Real aprovechó el desliz del Barça en el Benito Villamarín para colocarse a solo dos puntos con un partido menos.
Hasta que emergió el inglés, el Girona controló la escena con esa alma salvaje del curso pasado que ha recobrado. Se lanzó a por el Madrid, y el Madrid, aún a bajas revoluciones, volvió a encontrar problemas en la salida. Mientras trataba de ordenarse, veía cómo le golpeaba el Girona desde las bandas. Sobre todo por la derecha, donde Lucas Vázquez y Arda Güler tardaron en aclararse con las llegadas de Miguel Gutiérrez y Bryan Gil. El lateral, un atacante que provoca peligro en cualquier parte, y el extremo alternaban acometidas y pisaron la línea de fondo muy pronto. La defensa miraba y ellos colocaban la pelota en el área de Courtois, donde los rematadores no llegaban a tiempo.
Por el otro costado inquietaba la electricidad de Asprilla, el más insistente en probar al portero belga. Vigilado por Mendy, que volvía al once en lugar de Fran García, el colombiano no necesitaba alcanzar el fondo para preocupar. Tiene tiro y tiene también mucho veneno con centros al área que se van cerrando sobre el segundo palo.
Al Madrid le costó estirarse. Y eso que llegaba con un plan más agresivo que otras noches. Trataba de presionar muy arriba, con un Mbappé más entregado. Poco a poco conseguían hacer dudar al Girona. Poco a poco fue también apareciendo Bellingham como eje alrededor del que el equipo gana tiempo y orden. El inglés es el dueño del interruptor emocional del Madrid. Cuando pasaban demasiado tiempo defendiendo, agarraba la bandera rebelde y arrastraba a la tropa hacia delante. Cuando se atascaban en ataques estériles, se arremangaba para acelerar y agitar entre líneas.
Pero el despertar del Madrid era lento. No maneja aún el registro eléctrico con el que arrancó el Girona. Mastica aproximaciones posicionales a la espera de que Mbappé termine de afinar el bólido. El francés se movió más, aunque las primeras carreras se las desactivaron David López y Krejci, velocísimo. Pero insistió. El Real crecía a medida que aparecían Modric y Bellingham. El inglés vio a Brahim entrando al área, y el malagueño dribló hasta el fondo y echó la pelota atrás, a un grupo de defensas. Miguel la dejó medio muerta en el área y la cazó Bellingham, letal llegando. El inglés embocó entre las piernas de Oriol Romeu y Gazzaniga.
El entusiasmo del Girona se iba desinflando y el Madrid tocaba cada vez más cómodo, desesperando y desgastando al pelotón de Míchel, que encajaba los golpes que había evitado al comienzo. Modric puso una falta al área, Tchouameni, esta vez central en lugar de Asencio, cabeceó hacia atrás y Gazzaniga salvó alargando la mano izquierda. Pero el partido terminó de desguazarlo Bellingham, claro. Se giró en el centro del campo y vio a Güler correr por el centro. El turco acertó en el mano a mano, la suerte que se le resiste a Mbappé.
El francés acertó por fin con una de las complicadas, un tiro escorado desde la derecha que fue el 0-3. Con ese regusto irá el Madrid el martes a visitar en la Champions al Atalanta, líder de la Serie A. También con el de la caída de Bellingham, último faro.
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