Después de 125 años, la pelota es hoy la bandera del Barcelona
El club azulgrana, pendiente de mantener su singularidad en la globalidad, celebra su aniversario con la Masia como referente, herencia de Cruyff, y mira hacia el futuro con Lamine Yamal tras superar la época más exitosa culé representada por Messi-Xavi-Iniesta y Guardiola
El Barcelona se abraza a la pelota por convicción y también por necesidad en su 125 aniversario (1899-2024). La celebración gira alrededor del juego y de los futbolistas en una institución que ha tenido a los entrenadores como protagonistas desde que fue fundado por Gamper. Imposible olvidar la imagen de Cruyff sentado sobre el cuero, igual de revolucionario en la cancha que en el banquillo, punto de partida del éxito del equipo después de que el club fuera el sostén de una entidad vital en Cataluña. Cruyff dejó un marcador para el recuerdo como delantero —el 0-5 en el Bernabéu—, un equipo único en calidad de técnico —el Dream Team— y un discípulo universal en tanto que maestro: Guardiola.
Ninguna fotografía simboliza mejor la idea azulgrana que la del Balón de Oro de 2010 cantado por el propio Guardiola cuando el podio fue copado por Messi, Iniesta y Xavi. Aquel equipo alcanzó la cumbre del mundo y permitió a la entidad presumir de la Masia como depositaria de las esencias del juego y garantía de la continuidad del estilo del Barça. Alcanza con ver a Lamine Yamal para entender que no se trata de propaganda, de una casualidad o de una generación espontánea, sino que la apuesta por la cantera es firme desde la llegada de Cruyff. El relato azulgrana adquiere todo su sentido alrededor de la figura del holandés y su manera de entender el fútbol se expande con Guardiola y varios de los técnicos formados en el Barcelona.
Hay un antes y un después de Cruyff en la cadena barcelonista iniciada con la influencia del passing-game de los escoceses, cuando el deporte era precisamente una de las mayores expresiones de la moderna sociedad industrial europea, y que después tuvo continuidad con la admiración por la escuela húngara de los cincuenta y la holandesa de los setenta, la misma liderada por Cruyff. La elasticidad de Samitier, aquel delantero conocido como “l’home llagosta” (el hombre langosta) por su juego acrobático, dio paso a la técnica y quietud deliciosa de Kubala, para después descubrir la velocidad y armonía de Cruyff. Messi sublimaría más tarde la asociación entre el fútbol de calle y la academia de la Masia y culminaría también el tango interrumpido de Maradona. La música y la literatura acompañaron siempre al Barcelona.
Acelerar y frenar después de haber aprendido a volar era tan necesario como saber tocar y pasar con los pies en el suelo sin olvidar que transgredir con la samba brasileña de Ronaldinho, Romario o Rivaldo no suponía necesariamente torpedear el proceso futbolístico del Barça. El eslabón continúa ahora con Lamine Yamal después del parón con Ansu Fati y se extiende al fútbol femenino con Alexia y Aitana. Junto al póster de Messi, Iniesta y Xavi de 2010 aparece en 2024 el de Aitana, Graham Hansen y Salma, las tres mejores del último Balón de Oro.
Así se explica que el lema del aniversario sea el de “Volem la pilota” (Queremos la pelota) y se entiende la elección como comisario de David Carabén, el hijo de Armand Carabén, que fue el directivo clave para el fichaje de Cruyff en 1973 y para la carrera presidencial de Laporta. Los pilares del presidente en la campaña de 2003 fueron Cruyff, La Masia, Cataluña y Unicef. Hoy, nuevamente en el cargo, Laporta se agarra más que nunca a la pelota y a la Masia. Nadie discute su cruyffismo y se da por descontado su catalanismo e independentismo después de fundar antes de la eclosión del procés el partido Democràcia Catalana en 2010.
Laporta ya no necesita recordar ni mostrar su perfil político y la carga simbólica no se subraya ni exhibe como en los anteriores aniversarios del Barça. El estadio de Les Corts fue clausurado en 1925 por pitar la Marcha Real. Invocar al Barcelona en el estadio durante los años cuarenta y cincuenta suponía también reivindicar la vida y la libertad: “Podías decir Visca el Barça! y no era delito, aunque en realidad sabías que decías otra cosa”, recordaba el historiador Josep Termes. El 75 aniversario supuso una explosión de catalanismo y barcelonismo, una afirmación de integración y cohesión social y también una de las mayores reivindicaciones democráticas cuando se anunciaba el final de Franco y Manolo Vázquez Montalbán ya había empezado a escribir la crónica sobre la naturaleza del Barça —”El ejército desarmado de Cataluña”—. Y durante el centenario ya se empezó a “repensar” el Barça —palabra de Puyal— como anuncio de los nuevos tiempos que han llegado para el club y para el país cuando la entidad cumple los 125 años.
La Caixa ya no es La Caixa; Convergència desapareció después de intentar mover sin éxito la silla de Núñez en el Camp Nou; Junts y ERC viven momentos delicados y la Generalitat está presidida por un socialista que es militante del Espanyol como Salvador Illa; al RACC le toca reinventarse por la competencia; no es necesario peregrinar hasta Montserrat como acto de fe culé; y ya no se alude al Barça como una “estructura de Estado” en la imaginaria Cataluña. Las referencias políticas, sociales y culturales han variado y el contexto es también diferente para el Barça.
La divisa azulgrana de “més que un club” está amenazada y el riesgo aumenta todavía más porque más que causas sociales como la abanderada con Unicef hoy se requiere de acuerdos comerciales para combatir la crítica situación económica de la entidad, que no solo está hipotecada, sino que existen serias dudas sobre la gobernanza de Laporta. El presidente comienza a ser señalado por una oposición tan incipiente como atomizada después del tiempo de excedencia que se ha tomado la mayoría de aficionados con el traslado a Montjuïc a la espera de poder regresar el año próximo al nuevo Camp Nou. La opción de convertirse en una sociedad anónima parcial o total vuelve a sonar después de que Florentino Pérez haya anunciado un referéndum para cambiar el modelo de propiedad del Madrid.
Mostrar la pelota tiene hoy más impacto y es más necesario para la supervivencia del club que agitar la bandera que en tiempos pasados permitió resistir hasta llegar a Wembley 1992. El Barcelona solo ganó una Copa de Europa en sus primeros 100 años, mientras que ha conquistado cuatro en los últimos 25. El salto de calidad del equipo de fútbol ha sido tan notorio como el de las secciones profesionales que juegan en el Palau. Aunque ha menguado la apuesta por los equipos amateurs —el de hockey hielo ha desaparecido— el carácter polideportivo de la institución ha pasado a ser uno de sus mejores activos junto con el del estilo para la activación de la marca Barça.
“La actual celebración es por primera vez la de un club global” argumenta el acreditado historiador Carles Santacana. “Una nueva fase en que la dificultad está en conectar la memoria, que es local, con un escenario universal. La incógnita es si el revival de la identidad histórica del club se puede ligar con la marca que necesitan actualmente todos los clubes de primer nivel. El reto es que el 125 aniversario sirva tanto para el ámbito local como para la proyección internacional”. Un escenario que abona la apuesta por Lamine Yamal, un juvenil de 17 años nacido en Cataluña, de padre marroquí y madre de Guinea Ecuatorial, futbolista formado en La Masia, recién nombrado Golden Boy, ganador del premio al mejor jugador joven del mundo —Trofeo Kopa 2024— y octavo clasificado del Balón de Oro.
Lamine Yamal y la Masia permiten al Barça mantener su singularidad en la globalidad cuando se celebra el 125 aniversario con el eslogan “Volem la pilota”. No es casual que sea una idea del excelente e ingenioso artista culé David Carabén: músico —Mishima—, periodista —sus series en Barça TV fueron especialmente celebradas— y miembro de una familia que se desvivió por la divisa “més que un club” y fue decisiva para la llegada de Cruyff.
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