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PAISAJES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y llegó Nadal

No me quedé para ver el homenaje del público y el torneo madrileño al tenista, como si mi mente dijese que si no había homenaje no había final

Rafa Nadal se despide de la afición del Mutua Madrid Open
Nadal se despide de la afición del Mutua Madrid Open.INMA FLORES
Andoni Zubizarreta

Andaba yo pensando en la eficacia del Real Madrid y sobre como esta le daba ventaja en la Champions, ventaja que se reflejaba en el 0 a 1 del descanso. Andaba yo distraído pensando si el clásico infierno de los estadios alemanes iba a poner en eficaz balanza la mística de Bayern y Real en la salida de la segunda parte. Andaba yo pensando en si Tuchel iba a tocar algo, Ancelotti parecía no necesitarlo, de su esquema para agitar el avispero y convertir el Allianz Arena, uy perdón, el Bayern Stadium que en Champions eso de las marcas lo determina la UEFA. Andaba yo, la verdad, trasteando con el mando de la tele cuando, de pronto, apareció por allí Rafa Nadal en emocionante pugna con un inspirado Lehecka a quien mi ignorancia tenística no ponía ni país ni referencia. Y allí me quedé.

No sé nada de tenis pero me pareció que el mito Nadal necesitaba compañía, aunque fuera en la distancia, aunque fuera en la tele, aunque fuera contraviniendo todas mis supersticiones que aconsejan, creo que esto ya se lo he contado, quedarse solo un rato en el partido porque si te quedas más siempre hay un par de puntos perdidos, una posibilidad de pérdida del servicio, una bola que toca en la cinta y se queda de este lado, todo ello condicionado, ellos no lo saben pero nosotros sí, porque yo, tal vez también usted, estábamos conectados en ese segundo exacto, en ese juego fatal.

El caso es que, en una nueva demostración de la relatividad del tiempo, en eso que para mí fueron unos cuantos juegos, unos cuantos minutos, la cosa se puso fea en Madrid, el partido iba con resultado favorable para el tenista checo y mi dedo pulgar decidió que había que irse a Múnich, donde yo esperaba encontrar el inicio de la segunda parte y lo que salió fue un 2 a 2 en el marcador y 10 minutos para el final de la contienda. Sí, no me quedé para ver el homenaje del público y el torneo madrileño a Nadal, como si mi mente dijese que si no había homenaje no había final y, por tanto, la próxima vez que volviera a conectar con el tenis, Roma puede ser un magnífico momento, me volvería a encontrar al Nadal triunfador, ganador, arrollador y aquello de Madrid nunca hubiera tenido lugar.

Cuando veía el inicio espectacular de la segunda semifinal, con ese Borussia Dormund contra PSG que arrancaba con el muro amarillo cantando a pleno pulmón aquello del You’ll never walk alone que siempre pensamos teñido de rojo Liverpool o verde Celtic Glasgow, pensaba que esa podría ser, no está nada mal tampoco la de Gladiator, una perfecta banda sonora para estos torneos que parecen ultimas visitas de Rafa a lugares donde ha hecho historia.

Aunque, tal vez y solo tal vez, esa banda sonora deberíamos dedicárnosla a nosotros, que hemos caminado en la distancia junto a Nadal, que hemos sufrido y disfrutado tanto con él (ya les puedo decir que mayo es un excelente mes en Francia cuando Rafa salta a las pistas de Roland Garros y la leyenda sigue creciendo) cuando parece que nos vamos a quedar un poco solos en ese caminar que se alimenta de los sueños generados por este tipo de leyendas.

Sí, lo sé, tenemos a Carlos Alcaraz, que seguirá haciéndonos soñar. Pero aquellos que una vez tuvimos al sobrino de Miguel Ángel Nadal en el vestuario superando su fidelidad madridista, sentimos que con ese glorioso final por el que desfila Rafa se van yendo también nuestra juventud, algunos de nuestros sueños y muchas batallas libradas. Algunas, incluso, victoriosas.


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