Muniain se fue, Xavi no
Se diría que el espejo mágico de Can Barça funciona con algoritmos más complejos, más sofisticados, más indescifrables, que los de Lezama y a situaciones parecidas da soluciones opuestas
Bueno, sí, al final se ha ido. Tras innumerables temporadas en su club, segundo jugador con más partidos en un equipo que convierte en valor la fidelidad a sus colores, a su ADN, tras sentir la marea de emociones que genera volver a casa sujetando un trofeo que arrastra a miles de personas, seguidores o no, todos fieles vestidos con la misma camiseta, tras constatar que, tal vez, los mejores tiempos ya habían pasado y había que dejar paso a los que pueden aportar cosas nuevas, nuevas energías, nuevas visiones, nuevos sueños. Y seguro que todo ello se ha producido tras haber reflexionado mucho, tras noches sin dormir, tras más de dos días en los que se había quedado transpuesto mirando al espejo como si en esa imagen estuviera la respuesta correcta: “¿Me voy o me quedo?”
Y la respuesta final fue: “Hay que irse”. Porque los tiempos pasan, las ilusiones se desgastan, la naturaleza cambiante del fútbol te va llevando a un lugar en el que sientes que aportas, pero que también molestas. Tal vez solo un poco, una nada, pero molestas, porque sientes que lo mejor para todos es darse aire, respirar, disfrutar, renovar planes y horizontes. Vamos, aquello que nos habían enseñado de ser consecuentes con las situaciones y que mejor había que ser solución que problema sobre todo cuando estás en tu club, en el que siempre has soñado con estar, en el que has sido desde esperanza a capitán, desde talento chispeante a jugador de experiencia que marca los tiempos del juego.
Bueno, a ver, llegado a este punto debo aclarar que me estoy refiriendo a Iker Muniain, jugador y capitán del Athletic Club, que me acabo de dar cuenta de que, tal vez, a lo mejor, usted estaba pensando que hablaba de Xavi Hernández y de su relación con el FC Barcelona, donde es leyenda y santo y seña y ha debido estar envuelto en las mismas dudas o parecidas a las de Muniain, pero que al final ha resuelto, le han dejado resolver, la ecuación de manera contraria. Y cuando todo parecía decir que se iba, vaya, que nos dijo a todos que se iba, ha decidido junto a su presidente que lo mejor, ¿para todos?, es quedarse.
Se diría que el espejo mágico de Can Barça funciona con algoritmos más complejos, más sofisticados, más indescifrables, que los de Lezama y a situaciones parecidas da soluciones opuestas.
No me pregunten por cómo se ha llegado a esta situación porque tampoco supe descifrar lo que había tras aquel público anuncio de Xavi de que no seguiría y porque mi tabla de integrales culés no llega a proporcionar respuestas ni tan siquiera aproximativas. Porque lo que está claro es que esta vez dos más dos han sido cinco. Y por mucho que el ADN singular del Barça da para todo tipo de debates, esta pantalla parecía ya pasada, ya consumida, ya finalizada o mejor dicho, los protagonistas habían decidido que, por el bien común, había que cerrarla a 30 de junio de…2024.
Yo es que, qué quieren que les diga, tiendo a creerme a los profesionales que sometidos a tensión, estrés, dificultades y noches de insomnio toman decisiones que hasta pueden ir en contra de sus intereses porque suelen priorizar eso que solemos llamar el bien común. Sí, sé que ganan un montón de dinero y sus preocupaciones son un juego de niños comparadas con las del común de los mortales, pero también les he visto padecer y vivir en la nube negra tóxica, la suya y en la que les envuelven los otros, de la que la única solución que ven es decir adiós, salir con la máxima dignidad y dejar que otras manos piloten el proyecto.
Está visto que tengo que ajustar nuevos parámetros a mis ecuaciones, tengo que actualizar mi programa de soluciones, tengo que adaptarme a esta nueva realidad en la que nada es lo que parece y donde coherente es un concepto en peligro de extinción.
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