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DE ÁREA A ÁREA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ese viejo y querido Athletic Club

La entidad rojiblanca es un caso único en el fútbol mundial, de nuevos campeones de Copa. No creo que su línea exija un cambio de filosofía

Valverde, con el trofeo de campeón de Copa.
Valverde, con el trofeo de campeón de Copa.Julio Munoz (EFE)

Asistí al Atlético-Athletic, ida de las semifinales de Copa. En el descanso se suscitó entre un grupo de personas de, digamos, peso y conocimiento en fútbol, el debate sobre si era acertada la renuncia del Athletic a acudir a jugadores de fuera de su tierra. Los más lo consideraban así. Los tiempos cambian, decían, aquellos días de los once aldeanos que ganaron la Copa de 1958 al Real Madrid en el mismísimo Bernabéu pasaron. Entonces apenas había extranjeros y a los que había no se les dejaba jugar la Copa, salvo que estuvieran nacionalizados. En aquel fútbol podía muy bien competir el Athletic con la inagotable cantera vizcaína. Pero desde la mal llamada Ley Bosman cualquier equipo medio del campeonato español puede fichar extranjeros prácticamente sin tasa. Y el Athletic no está ya protegido por aquel lejano derecho de retención: cualquiera de sus figuras puede ser tentada con alguna oferta, de España o de fuera, y no hace falta desgranar la lista de los que lo han hecho durante este siglo.

Sí, decía yo, pero su filosofía le da al Athletic una personalidad única. Y es verdad que ya no gana tanto, pero puedo repasar mentalmente los nombres de los clubes que cuando yo empecé a seguir el fútbol, allá por los sesenta, formaban la crema de nuestro campeonato y me sale que han pasado alguna o varias veces por la Segunda División el Espanyol, el Zaragoza, los dos de Sevilla, el Valencia, el Atlético... Todos ellos han comprado extranjeros, cada vez más. Sólo el Athletic se ha mantenido, junto al Madrid y el Barça, cuya economía es de otra escala, firme en Primera. Desde la fundación.

No hay otro club así. No hay otro al que hubieran acompañado a Sevilla hasta 70.000 aficionados aunque más de la mitad hicieran el viaje sin entrada, sólo con la remota esperanza de conseguir alguna y, si no, al menos estar cerca, sentir que su presencia empujaría a los jugadores. Ni hay ciudad que se engalane para un partido como lo ha hecho Bilbao estos días pasados, en que pasear por sus calles era vivir el espectáculo de una pasión.

Es verdad que ya no gana tantos títulos como antes, pero esta nueva Copa sabe a 40 años de triunfos y volverá a convocar a más de un millón de personas en torno a la ría para ver bajar una gabarra por el río Nervión.

Les ha costado, pero han recuperado la Copa, que sienten suya aunque hayan llegado a pasar tantos años sin conseguirla. Fue una gran final, emocionante, jugada con un derroche de esfuerzo, con nobleza extrema, con vaivenes, con dos entrenadores sabios que iban rectificando cosas cada vez que el partido tomaba una deriva que no les convenía. Toda final es una pugna entre el deseo de ganar y el miedo a perder, y en este sentido el Athletic tenía la desventaja de una presión superior. Esos 40 años sin Copa (urgencia histórica, que diría Menotti), su condición de favorito, por ir delante en la tabla, porque por su línea han caído el Barça, el Madrid y el Atlético, porque toda esa gente que había viajado no podía regresar con una derrota.

Y les ha costado porque el Mallorca es un equipo firme, que a su vez dejó fuera al Girona y a la Real, y que jugó con la sensación de no tener nada que perder y supo llevar a un equipo superior al límite de los penaltis.

Caso único en el fútbol mundial, dijo en su día L’Équipe refiriéndose al viejo y querido Athletic club. De nuevo campeón de Copa. No, no creo que su línea exija un cambio.

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