Lunin y Brahim sostienen al Madrid frente al Leipzig
El portero, con nueve paradas en su mejor noche, y el malagueño con un gol de fantasía permiten al equipo de Ancelotti tomar ventaja en la eliminatoria ante un equipo alemán voraz en ataque
El Real Madrid destrozó el sábado al Girona, su perseguidor más cercano en la Liga, el máximo goleador del campeonato, con tal autoridad que no solo le marcó cuatro, sino que no le permitió ni un tiro a puerta. Tres días después, escapó con ventaja de la ida de los octavos de la Champions en Leipzig, el quinto de la Bundesliga, gracias a una función portentosa de Lunin, el portero que era suplente del sustituto de Courtois y sostuvo al equipo en Alemania respondiendo al ataque voraz del equipo de Marco Rose, y la endeblez de Nacho, con nueve paradas. Como en los tiempos clásicos, el Madrid se llevó la victoria con la inspiración combinada de un portero y de un punta. El secundario Lunin y el secundario Brahim, que se aferra a cada pequeña ocasión. Dejó una genialidad en la red de Gulácsi y se retiró cojeando. También él, que sustituía al caído Bellingham.
El Madrid escapó de un lío que se anunció muy pronto. A los dos minutos ya había sufrido dos sustos formidables. El primer córner lo despejó Lunin de puños a la frontal, donde le cayó a Schlager, que tiró contra el suelo. La pelota se elevó de nuevo hacia la cabeza de Sesko. Marcó, pero el VAR encontró algo extraño en la posición de Henrichs, que empujó a Lunin en un lugar que hizo que el linier levantara la bandera. La sala de videoarbitraje recomendó anular el gol y el Madrid respiró. Pero solo unos segundos. Nacho, muy impreciso, un punto lento también, dejó que Simons le birlara el balón en una salida, y el jugador formado en La Masia y cedido por el PSG dejó a Sesko solo en el área con el portero. Pero se aturulló y Lunin se quedó con ella.
El Real no encontraba el sitio, mientras el Leipzig se lanzaba una y otra vez buscando a Sesko, con Simons y Olmo. El partido estuvo entre el junco esloveno de 1,95 y el guardameta ucranio. Olmo, indetectable al principio entre líneas, cerca de la banda, volvió a dejar al delantero en un mano a mano, que Lunin sacó con los pies. En el siguiente, acudió al rescate Tchouameni, más seguro y afinado que Nacho, que era el que más fuera de posición parecía. El ladrillo más débil del muro.
El Leipzig trataba de apretar desde muy arriba, con las cargas lanzadas por Sesko, que perseguía los balones que iban de central a central, e incluso un poco más abajo. El delantero era también la primera línea de contención. El Real solo conseguía sacudirse el agobio cuando encontraba a Vinicius en la banda, donde Rose le había colocado como compañía especial al francés Simakan. El Madrid comenzó a atisbar el área de Gulácsi cuando el brasileño entreabrió su caja de trucos: regates, pases con el exterior; miedo, en resumen. Pero al otro lado de sus pases al área no estaba Bellingham, lesionado contra el Girona. Su lugar lo ocupó Brahim, al que Ancelotti colocó de delantero centro en un 4-3-3 con Kroos de pivote.
Al malagueño le costaba aparecer desde la zona del nueve, pero cuando se descolgaba un poco entre líneas el Madrid veía la luz un poco más. El fogonazo definitivo tampoco llegó desde el centro. Brahim recibió en la banda derecha, donde le tiró Raum. Pero después de caer casi a gatas, se repuso y siguió hacia el áream, dejando otros dos contrarios en el camino, y sacándose luego una comba entre otros dos.
El gol les sirvió para ganar ventaja, pero no para que el equipo se hiciera con el gobierno del partido. El Leipzig siguió insistiendo y Lunin emergió como sostén del resultado, el más inspirado para desactivar las embestidas junto a Tchouameni, que despachó un partido de central con kilómetros y jerarquía.
Los alemanes apretaban y el Madrid achicaba agua, pero el empeño local tuvo un peligroso efecto secundario: a Valverde, Vinicius y Rodrygo se le abrieron espacios para correr. Aguantaban los ataques al espacio de Openda, Sesko, Olmo y Simons, y volaban en cuanto recuperaban. Rodrygo dispuso de una ocasión para acabar con la disputa después de una de esas contras. En otra, Vinicius perdió la cuenta de los rivales que dejó atrás, entró en el área, metió con suavidad el exterior y le pegó al palo. El balón se quedó rondando el gol, pero no hubo quien lo empujara. Pese a todo, el Madrid, fallón y vulnerable, aguantó con la iluminación de Brahim y la noche consagratoria de Lunin.
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