Nico Williams acelera a España ante Italia
El extremo impulsa la victoria ante una ‘Azzurra’ sin apenas armas y clasifica a la Roja para octavos de final
El clásico de Europa, que tantos cambios de tendencia ha visto nacer, que tantas frustraciones ha dejado, tantas cuentas pendientes, se desarrolló en el corazón de la cuenca del Ruhr como un monólogo de España, que cabalgó sobre una exhibición de un Nico Williams desbocado, sí. Y sin embargo, con Italia enfrente y un marcador corto, siempre sobrevuela el temor de un último zarpazo, un golpe in extremis. De ahí el alivio final, después de que el partido se dirigiera a morir en un córner en contra que acudió a intentar rematar hasta Donnarumma. Pero esta España ha cogido cuerpo y escapó también a la sugestión de esa vieja amenaza. La función no dio para más, y la Roja, todavía a falta de un partido el lunes contra Albania, se clasificó como primera de grupo para los octavos de final, que jugará el domingo 30 de junio en Colonia contra un tercero. Como hace un año en la Nations, la frustración se la llevó Italia, la ganadora de la última Eurocopa.
Spalletti había anunciado que se había propuesto dotar de una identidad sólida a su selección, y que esa identidad empezaba a construirse desde atrás, pase a pase. Hace un par de días tuvo a sus futbolistas casi una hora volviendo una y otra vez sobre los automatismos de la salida de balón desde su área. Pretendía que, cuando se enfrentaran a la presión que esperaba del batallón de De la Fuente, llevaran memorizados los mapas de las rutas de escape. Pero España levantó en Gelsenkirchen una estructura defensiva aún más sólida que la que desactivó a Croacia en el primer tiempo en Berlín. Es difícil construir una identidad sobre la pelota si apenas se cata la pelota.
El entramado de España lucía tenso en todas sus zonas, desde el incansable Morata hasta la pareja de centrales, esta vez Le Normand y Laporte, que apareció en el once en lugar de Nacho, con molestias musculares, según la federación. El jugador del Al Nassr, un misterio escondido durante los primeros días de la concentración en Donaueschingen, lució afinado. Y con él, Le Normand, que pisa más seguro al lado de quien fue su primera pareja cuando debutó con la selección hace un año en la semifinal de la Nations, también contra Italia. Aquel día, les castigaron la espalda. Esta vez Scamacca apenas encontraba el modo de respirar.
Los centrales desactivaban los asaltos a sus dominios. Un poco más allá, en la banda izquierda, Cucurella desquiciaba a Chiesa. El lateral del Chelsea cortaba la corriente a cada arremetida por esa banda, que Spalletti había señalado como la principal vía de escape de la presión. La Roja apretaba delante, apretaba detrás, pero sobre todo gobernaba el centro del campo con Rodri y Fabián. El jugador del PSG, imperial, volvió a mostrar su versión más expansiva: robaba, creaba el espacio y el tiempo para empezar a jugar, encontraba el último pase y amenazaba con el disparo, después de su gol a Croacia. Donnarumma palmeó justo por encima del travesaño uno de sus tiros lejanos.
La solidez de la estructura de De la Fuente, el nivel de atención de sus futbolistas, depararon muchas fases de monólogo. Con la combinación del viejo modelo del toque y el control y la sangre fresca del vértigo de los extremos. Ni siquiera es necesario que funcionen ambos. En el Olímpico de Berlín, Lamine Yamal agitó y desorganizó por la banda derecha, mientras que Nico Williams no terminaba de enhebrar una sola aguja por la izquierda. En el estadio del Schalke, inclinaron el campo hacia el otro lado. El jugador del Athletic llegaba con hambre atrasada.
Con el primer balón ya se fue a por Di Lorenzo, que sufrió una noche de tormento. El jugador navarro se le escapó y ambos supieron que se anunciaba una intensa sesión de baile. Nico alcanzaba la línea de fondo, alzaba la vista y le ponía la pelota en la cabeza de Pedri. El canario, cada vez con más presencia, más fino, más atrevido en las zonas hirvientes, obligó al primer esfuerzo de Donnarumma. Y apenas se habían consumido dos minutos.
Nico iba, y luego iba otra vez, y Di Lorenzo clamaba por encontrar un socio que le ayudara con aquella imaginación desbordada. Pero el extremo se colaba entre dos, o entre tres, pisaba el área y dejaba el balón atrás. Sus pisadas suponían un sobresalto constante.
Después del descanso, Spalletti, desesperado por haber visto a los suyos contemplar el ir y venir de la pelota, intervino en el centro del campo, territorio tomado por Fabián y Rodri. Retiró a Jorginho y a Frattesi e introdujo a Cambiasso y Cristante. Los cambios apenas afectaron al desempeño de España, que seguía a lo suyo, controlando el tempo y liberando descargas de Nico Williams. También había empezado a asomar Lamine al otro lado, aunque esta vez resultaba más dañino cuando arrancaba algo más lejos de la banda. En una de esas, engarzó tres regates, pisó el área y se la cedió a Morata, que se topó con la rodilla derecha de Donnarumma.
El capitán despachó un partido completísimo, de mucha brega con Bastoni y Calafiori, mucho cuerpo a cuerpo, mucho movimiento ciego para abrir espacios a la llegada de Pedri y Fabián. También de pisar área, y de tiros lejanos. Cuando De la Fuente lo sustituyó por Oyarzabal, la esquina de la grada tintada de rojo le despidió con una ovación, entregada a un tipo muchas veces incomprendido, que se había vaciado en un choque de mucho rascar.
Pero antes tuvo su parte en el gol con el que la selección encontró por fin premio a su despliegue. La jugada empezó con Nico. Otra vez. Un lance más de su recital. Dejó de nuevo atrás a Di Lorenzo, llegó al fondo y apuntó a la cabeza de Morata, que entraba al primer palo. Le dio de refilón, sin enfilar la puerta, Donnarumma le pegó un manotazo, el despeje rebotó en la rodilla de Calafiori y terminó en la red. Después de todo lo que había construido España, el gol lo marcó Italia sin querer. El quinto gol en propia de esta Eurocopa. Fue quizá la única frustración de Nico: el tanto que generó no resultó limpio, y después vio cómo la escuadra le escupía un formidable tiro lejano.
El equipo de Spalletti amagó con una rebelión, pero Rodri y Fabián atajaron el levantamiento hurtándoles de nuevo la pelota. Y cuando se cansó Nico, apareció Ayoze, que remató a Di Lorenzo y a Italia con dos remates que le quitaron toda esperanza.
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