La Inglaterra que moldeó Guardiola
Walker, Stones y Foden representan el espíritu de un favorito que destaca por su abundancia insólita
El hombre más influyente del fútbol inglés no pisó Blankenhain ni estuvo en St George’s Park. Pero el nombre de Pep Guardiola flota con gravedad en la concentración de la selección de Inglaterra en Alemania como en la ciudad deportiva de la federación y sus aledaños, no siempre pronunciado con alegría por el seleccionador, Gareth Southgate, que parece convivir cada día más a disgusto con la idea de que el entrenador del Manchester City condiciona su trabajo de manera irremediable, e incluso le hace sombra. No en vano Kyle Walker, John Stones y Phil Foden, tres de los cinco jefes del vestuario junto con Declan Rice y Harry Kane, deben sus cuatro Premier seguidas y su consagración como figuras de jerarquía mundial a su relación con el entrenador español.
La Inglaterra que hoy debuta contra Serbia en Gelsenkirchen (21.00, La1) competirá con la que probablemente sea su mejor plantilla del último medio siglo. La maduración de Warthon, Mainoo, Bowen, Eze y Bellingham añade a los futbolistas estructurales un batallón de acompañantes de un nivel general difícil de encontrar en otra selección. Pero el pilar del equipo lo conforman los más expertos, y en los cimientos destacan Walker y Stones, dos defensas imprescindibles para darle vuelo a una línea de cobertura que de otro modo amenazaría con arrastrar a todo el edificio. La paradoja de Guardiola es que se le tiene por un maestro del ataque, pero gran parte de su obra consistió en fabricar defensas colosales.
“Guardiola reinventó mi cerebro”, dice Stones, que explica que el entrenador le empujó a desplazarse de la defensa al mediocampo, una circunstancia que equivale a pasar de vigilar amenazas que vienen del frente a aprender a vivir rodeado de peligros en todas direcciones. “Los tíos que juegan entre líneas lo han hecho toda la vida, y tienen esa visión de 360 grados. Silva, por ejemplo, sabía dónde estaban todos sin mirar. Yo tuve que aprenderlo poco a poco, primero jugando fácil, y después arriesgando con cada giro que hacía con la pelota”.
Gracias a la transformación de Stones, hoy Inglaterra tiene a un central capaz de manejarse en espacios reducidos como un mediapunta, un arma poderosísima para sorprender a los rivales. Con Walker, la influencia de Guardiola ha sido más psicológica que táctica. El técnico del City ha convertido al lateral derecho, síntesis de los valores combativos y atléticos del fútbol británico, en un modelo de liderazgo, concentración y rigor en la marca, capaz de enchufar a todos sus compañeros de zaga con su agresividad y sentido del deber. Cumplió 34 años pero su calidad muscular remite a una cadena histórica de laterales incombustibles: desde Facchetti a Alves pasando por Carboni y Roberto Carlos. El jugador de Sheffield, atormentado en su vida privada y blanco de la prensa amarilla, encuentra en la cancha la liberación. “Jamás me levanto por la mañana y digo ‘hoy no quiero entrenar’, me encanta jugar al fútbol”, dice; “el fútbol es mi lugar de felicidad”.
Cuando Guardiola fichó por el City en 2016, Inglaterra venía de quedar eliminada de la Eurocopa contra Islandia. Desde entonces la selección disputó las semifinales del Mundial de Rusia, los cuartos en Qatar, y la final del Europeo de 2021. “Están rozando un título”, observó Guardiola hace un par de meses; “Inglaterra está realmente cerca. Solo hay que tener fe. Hay que creerlo. Si se lo creen lo pueden hacer”.
La ansiedad que rodea a la federación inglesa es proporcional al tiempo que ha transcurrido desde que el equipo no levanta un trofeo: el 30 de julio de 1966, fecha en la que Bobby Moore alzó la Copa del Mundol. La desesperación de los dirigentes se ha traducido en proyectos más o menos esotéricos, como el que acabó poniendo en manos de la inteligencia artificial de un robot de Google la configuración de la lista de lanzadores de los penaltis en la tanda que concluyó en el fiasco de 2021, en la final de Wembley que ganó Italia.
Esta semana The Athletic publicaba la última superstición científica que embarcó a la FA. Se trata de la contratación de un coach mahorí, Owen Eastwood, para instruir a los jugadores en el arte de congeniar, de empatizar, de sentir que “unidos son eternos”. Un concepto antropológico que los aborígenes de Nueva Zelanda denominan “whakapapa”. Eastwood hizo un tratamiento de años con toda la plantilla de la selección inglesa, en un intento trascendental por superar cinco décadas de desunión, desconfianza y mediocridad. No se sabe si lo consiguió. De momento, los datos demuestran que fue más influyente Pep Guardiola.
No solo porque hasta ocho jugadores dirigidos por él alguna vez participaron del ciclo de esta Euro. Más de 30 futbolistas de la academia del City han sido seleccionados para distintas categorías de Inglaterra desde 2016, con grandes resultados. Inglaterra sub-21 ganó el Europeo de 2023 por primera vez en 39 años con Palmer, James Trafford, Taylor Harwood Bellis y Tommy Doyle, todos del City, y con un entrenador, Lee Carsey, que estuvo a las órdenes de Guardiola.
“Guardiola ha tenido un gran impacto”, admite Southgate. En Alemania se deja sentir.
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