Unicaja: El plan se convierte en planazo
Hoy en día, Unicaja cuenta con una gran plantilla, un entrenador sensato, una idea de juego, hambre de gloria indisimulada, conocimiento de dónde están sus límites (Euroliga no, gracias) y una afición rendida a su empeño

Hay un nuevo sheriff en el baloncesto español. Unicaja se llevó con todo merecimiento la Copa, de la misma contundente manera que en septiembre hizo hueco en su vitrina para guardar la Supercopa. Romper la bicefalia habitual sumando aspirantes siempre es una buena noticia, como lo fue en su momento la consolidación del proyecto baskonista, ahora en horas muy bajas. Además, ha quedado demostrado que el crecimiento malagueño no es una cuestión puntual, de conjunción astral, sino el resultado de tener claro el qué y el cómo. El famoso slogan “Ibon tiene un plan” se está quedando corto, pues las virtudes que se observan en la cancha son extensibles a otras decisiones que surgen de los despachos donde se cuecen decisiones de presente y sobre todo de futuro. Hoy en día, Unicaja cuenta con una gran plantilla, un entrenador sensato, una idea de juego, hambre de gloria indisimulada, conocimiento de dónde están sus límites (Euroliga no, gracias) y una afición rendida a su empeño. La cuadratura del círculo.
Su dominio del juego y el escenario tanto físico como emocional ha sido modélico. Lejos quedan las dudas o el vértigo que siempre dan los grandes escenarios a los actores noveles. La experiencia es la madre de la ciencia, y las frustraciones de la temporada pasada como perder en cuartos siendo anfitrión copero o quedarse a las puertas de la final de la Liga Endesa, bien gestionadas se han convertido en necesarias lecciones para una correcta maduración.
Superada la pantalla de responder ante su favoritismo, Unicaja ha pisado firme a lo largo de los 120 minutos disputados, quedando bien claro los porqués de su éxito. Una gran dosis de talento en una gran plantilla y una conciencia colectiva que convierte a cada uno de sus jugadores en una pieza que encaja y aporta. Basta observar cómo los grandes protagonistas han ido cambiando de nombre y posición en cada partido. Osetkowski, Taylor y Tyson Pérez abrieron el camino en los cuartos ante el Joventut. Alberto Díaz y Sima se salieron en la semifinal. Y la traca final la protagonizaron Kravish y el aclamado MVP, Kendrick Perry, dinamitero profesional que destrozó las pocas esperanzas madridistas. Para añadir un punto positivo más, los malagueños han apostado muy fuerte por la continuidad, plasmada en renovaciones a medio plazo que evitarán que sus elementos más codiciados emigren a otras latitudes. Otro buen plan.
Este panorama tan halagüeño contrasta con la situación que viven los dos transatlánticos del baloncesto español. Barcelona y Real Madrid han salido de esta cita muy dañados. Los azulgranas se desmadejaron ante el Tenerife a las primeras de cambio, en cuanto Marcelinho Huertas, el admirable matusalén del baloncesto español, tomó el mando de las operaciones. Cierto es que la lesión de Punter, unida a las bajas de Laprovittola y Vesely, pesaría en cualquier equipo, pero la irregularidad y la falta de un patrón de rendimiento sólido está siendo una constante durante toda la temporada. Al Madrid, aparentemente, le fue mejor, pues alcanzó la final, pero sin lograr resolver ninguno de sus dolores de cabeza, que son unos cuantos. Quizás el más preocupante sea la sensación de que con lo que tiene y pese a haber fichado, no le basta. Ni para la Euroliga, donde están fuera hasta del play in, ni para pelear con un Unicaja en estado de gracia.
Total, que echa el cierre una edición que no pasará a la historia por partidos igualados, desenlaces sorprendentes o héroes inesperados. El único equipo con motivos para la felicidad ha sido el Unicaja, que nos deja para el recuerdo una exhibición de juego, ánimo, colectividad y solvencia de equipo grande. Enhorabuena a los malagueños, un equipo que, más que un plan, ya tiene un planazo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
