El Barça se lleva un clásico de película ante el Real Madrid
Los azulgrana, espoleados por un efervescente Laprovittola, ofrecen la mejor versión del curso ante el enemigo acérrimo, que pierde el liderato de la ACB a manos del Unicaja
Cuando el speaker recitaba-atronaba la lista de convocados del Barcelona antes del envite, los jugadores del Madrid se plantaron en su lado de la red, cabeza alta, retadores, como si fueran a hacer una haka al estilo All Blacks. Pero se limitaron a hacer un corro, a chocar por enésima vez las manos, a citarse con la pelota naranja entre medio. Era la quinta vez que se medían en el curso, cuatro triunfos blancos (Supercopa, Euroliga y Liga primera vuelta, además de la final de la Copa) y uno azulgrana, en la segunda vuelta de la competición europea, en el Palau. Pero tanto daba que fuera una película vista porque el guion siempre tiene giros en un clásico. Y este se llevó la palma, show azulgrana impulsado por Laprovittola que evidencia que el equipo puede con quien se le ponga delante si mantiene las pulsaciones, el tipo y la concentración; fiasco para el Madrid, que está en horas bajas (tres duelos perdidos de carrerilla) y que perdió el liderato de la ACB a manos del Unicaja cuando restan seis partidos para concluir el campeonato.
Más pasional que cerebral, el clásico arrancó de lo más hollywoodiense, como si Tarantino o Guy Ritchie rodaran escenas desde el parquet, pues en el primer cuarto hubo de todo y más. Arremetió primero el Madrid, destilando esa conexión letal Campazzo-Tavares, del pequeño al alto, del constructor a la torre. Le siguió Deck, que no sabe tomarse un día de libranza, y Yabusele con un triple. 3-7 para los blancos, tapón de Tavares a Vesely y tiritera del Barça. O no; resultó ser una actuación porque el perfil cómico dio paso al sanguinario, porque Parker voló desde Massachussets para hundir el aro y Laprovittola entró en combustión, de nuevo asesino en serie desde el extrarradio, otra vez tres triples desde su casa como el que sirvió para resolver el pasado entuerto ante el Maccabi. A eso se le añadió la entrada en escena de Ricky Rubio, que decía sentirse todavía al ralentí tras unos meses alejado de la bola, pero que demostró estar hecho para las grandes ocasiones, delicatessen y baile por el Palau: un triple, un dos más uno y otra canasta para dar con el mejor Barça del curso, 27-11 como aperitivo.
Entre trompicones y trifulcas con la consiguiente tonadilla de “¡Así, así, así gana el Madrid!”, el equipo de Chus Mateo trataba de recomponerse con Poirier bajo el aro y con Llull, Campazzo y Hezonja por fuera, también con un Rudy que meterá triples de por vida, ojeriza azulgrana por definición. Pero el Barça no estaba para esquiroles y menos un Abrines de dulce desde el perímetro, tampoco un Vesely que volvió a coger la Czech Airlines, mates entre flashes. El ritmo, la intensidad, incluso la confianza y la comunión con la grada, también con el equipo de fútbol, pues Lewandowski, João Félix, Pedri y Gavi acudieron, resultó en el Barça más atildado y efectivo, en la mejor versión, en la cara amable de su bipolaridad de este curso, capaz de lo mejor y de lo peor. Aunque el Madrid, claro, el cacique de Europa, el que está configurado para ganar, el que ha hecho del triunfo una rutina, aclaró que en el parquet había dos equipos, que sanseacabó el teatrillo, que su parte también era para Oscar. Deck, Llull y Musa pidieron su cuota de protagonismo, su papel principal, y acortaron las distancias. Insuficiente, en cualquier caso, porque el Barça se marchaba con una sonrisa al entreacto (45-33), por una vez solo Dr. Jekyll y nada de Mr. Hyde. Quedaba partido y quedaba Madrid…
Eso explicaron Yabusele, Musa y Campazzo desde la línea de tres, bofetadas sonoras para un Barça que con solo siete puntos de ventaja empezaba a ver borroso. O más bien blanco porque Campazzo ya se había puesto el mono de trabajo, caramelos por doquier, también canastas, pequeño pero matón. Aunque tanto le daba eso a Parker, que juega con una sonrisa en la boca, que no tiembla ni queriendo, que apareció para insuflar de nuevo energía a los suyos como también Laprovittola, cabeza de diamante y muñeca de oro. Pero la mejor de las noticias para los azulgrana fue que Tavares se cargó con cuatro personales antes de acabar el episodio. La peor, sin embargo, que Poirier siempre está listo para el relevo -secó a Hernangómez- y que los francotiradores del Madrid seguían afinados. 64-58 y con todo por decidir, con el final de la peli por descubrir.
Con una tensión Defcon 2, se dieron las airadas protestas de Poirier, de Grimau, de Vesely…Nadie contento hasta que Musa metió un triple y Deck un contragolpe, 64-63, hasta que el Madrid, que había estado grogui durante todo el envite, volvía a llamar a la puerta porque si no qué tipo de película sería esta. Pero no se la abrió el Barça, todo carácter, azuzado por Hernangómez, que se hacía grande en la botella, y por un Laprovittola que seguía a lo suyo, 25 puntos en la noche. Quedaban más tomas de acción. Como Campazzo tirándose al suelo a los pies del banquillo del Barça en busca de la bola perdida; como Tavares criticando con aspavientos otra vez las decisiones arbitrales hasta hacer mutis por el foro antes de tiempo; como Hernangómez haciendo de Hulk tras un mate; como el eslalon de Musa en solo contra el mundo… Y como Poirier exaltándose porque no se le señalaron una personal a favor, técnica para regocijo de los azulgrana, a siete puntos con tres minutos por jugar; jauja después cuando también fue expulsado con la quinta. Y Laprovittola volvió a lo suyo, a meter otro triple y a acabar con la intriga: este clásico era azulgrana.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.