Palideces y refranes protegen a los derrotados en la batalla olímpica, Coe y Samaranch
Ambos candidatos, considerados los más fuertes, reconocen en cierta forma que ya presentían la victoria de Coventry: “Tenemos una mujer joven con mucha energía y vamos a estar todos detrás de ella”

La elección, tal como estaba planteada, tal como hablaban los más comunicativos de entre los candidatos, Sebastian Coe y Juan Antonio Samaranch, debería alargarse en varias rondas de tensión, cabildeo, negociación, pactos traicionados, liturgia para guionistas y alarde para insiders y chivatos. Sin embargo, fue una ceremonia flash, un visto y no visto que dejó pálido al sobrio Christopher de Ketter, el secretario general, un belga de voz monótona y semblante inmutable, ironía oculta tras la fachada, que se quedó blanco al anunciar a la asamblea de votantes acabada la primera ronda: tenemos una persona ganadora (en inglés no le supuso problema mantener la incertidumbre sobre la identidad de quien había triunfado: winner, como todos los adjetivos, no tiene género); el presidente Thomas Bach la proclamará oficialmente en media hora.
Si blanco era el tono de su piel, súbitamente desaparecida la sangre, no menos blanco era el de Juan Antonio Samaranch a la hora de reconocer su derrota ante la prensa española, que, reunida en la zona mixta, hacía acopio de refranes y frases hechas para metabolizar lo inesperado, y no solo que no ganara quien se considerara el candidato más sólido, también la rapidez de la revolución. “Quien al cónclave llega como Papa sale como cardenal”, aventuraba uno afectado tanto por películas de Hollywood como por la enfermedad del Papa Francisco. El más de pueblo sacaba eso de a mal tiempo buena cara, y el viejo, calibrando el peso del sabio Bach en la decisión de su asamblea, recordaba el triste “atado y bien atado”: el poderoso nunca deja el poder limpiamente sin colocar a su favorito en su puesto.
“No he notado demasiada sensación de sorpresa en la sala”, dice Samaranch, de 65 años, Papa en potencia, cardenal aún, y vicepresidente, perdida su última oportunidad de presidir el COI como su padre hizo dado que el límite de edad (70 años) le impide volver a presentarse dentro de ocho años, al salir de la sala en la que confiscados sus móviles y aparatos electrónicos les encerraron para votar. “Yo cuando he visto que había solo una ronda pensaba que era muy difícil que fuera yo el elegido porque a mí no me daban los números”. Tanto Samaranch (28 votos) frente a los 49 de Kirsty Coventry (mayoría absoluta justa), como Coe (ocho votos) subrayaban que la votación precisaría de varias rondas para decidirse dada la igualdad entre todos, expresando más un deseo para espantar el miedo a lo que ya sabían y que Marisol Casado, en su última Sesión del COI, del que fue nombrada miembro de honor una vez cumplido su mandato como presidenta de la Federación Internacional de Triatlón, resumía así: “Siendo fría, esperaba este baño, sí; pero mi corazón pensaba que podría ser al revés, que Samaranch ganara. Las primeras rondas son traicioneras”.
Como ya desde hace meses predecían los que manejan los números y conocen los secretos de polichinela, si se decidía en la primera ronda solo podría haber un resultado, la victoria de la joven africana tan mimada y cuidada por Bach, que, así, según los malignos que no dejan de pensar mal, demuestra cómo funcionan las fidelidades que ha abonado y regado durante su mandato. Y, al mismo tiempo, quitan peso tanto a la valentía del sínodo para votar a una mujer como al propio valor de la mujer elegida, una actitud masculina-testosterona de toda la vida.
Samaranch, un caballero sabio conocedor de la educación y la diplomacia olímpica, prefiere expresarlo de otra manera. “El resultado es un resultado contundente. Yo creo que, como he dicho tantas veces, si los miembros votaban, hacían uso de su derecho de voto con libertad, no se podían equivocar”, dice, a mal tiempo, buena cara. “Desde luego el resultado es el justo y con ese vamos a sacar adelante este comité olímpico perfectamente. Es una presidenta que tiene un apoyo de los miembros muy potente y eso es una buena manera de empezar una presidencia”.
Gracious (reconocedor) en la derrota, como dicen los ingleses, también se mostró Coe, de 68 años, un hombre que como atleta y como dirigente solo sabía que ganar y que contempla cómo se hace humo su aspiración suprema. “Estoy absolutamente encantado por Kirsty. Tenemos a una deportista al frente de la organización. Eso es bueno, así que la he felicitado. Es muy difícil hacer interpretaciones en este momento. Creo que lo que está bastante claro es que los deportistas y las mujeres en particular la apoyaron con mucha fuerza en la primera vuelta, y ya se sabe que esas cosas pasan en las elecciones, que no son una ciencia exacta, créanme. Es lo que hay”, dijo rápido en la zona mixta el presidente de World Athletics. “No voy a sentarme ahí a intentar diseccionar cosas en el reverso de una servilleta”.
Samaranch, en cierta forma, sí que analiza lo ocurrido en pocas frases, y asume que partía casi derrotado. “Yo siempre defendía la idea de la experiencia porque era lo que me tocaba defender, pero ahora tenemos una mujer, una mujer joven con mucha capacidad y con muchísima energía y vamos a estar todos detrás de ella y entre todos haremos un grandísimo movimiento olímpico”, dice Samaranch, el más veterano miembro entre los candidatos, verdadera sangre azul olímpica desde hace 24 años. “Tengo la gran fortuna de estar en este mundo olímpico desde hace muchos años y si me quieren y si ella me quiere y le puedo aportar valor, ahí estaré seguramente”.
Y solo al final asoma la decepción, mal tiempo, mala cara, del dirigente español. “Yo ahora sigo siendo vicepresidente hasta que acabe mi mandato, el año que viene. Ahí ya veremos, pero me cuesta mucho pensar ahora en presentarme a nada después del resultado. Yo quería ganar, he competido para ganar y pensaba que tenía posibilidades de ganar. El resultado ha sido muy determinante y hay que aceptar los resultados en el deporte, y no admite duda”.
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