La federación internacional de atletismo estudia, en plena oleada antitrans, un test genético para competir en categoría femenina
El organismo presidido por Sebastian Coe unifica los criterios para excluir de las competiciones completamente a las atletas transexuales y a las mujeres con cromosoma XY y diferencia de desarrollo sexual
![Caster Semenya, atleta DSD y doble campeona olímpica, en 2023.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TZSV7TFFZ5HJ5N3PVV7FDWDMSU.jpg?auth=0fcf6581922cd673c3c8610d0e26de561871a167343a3f6d1aa4a990de440fd7&width=414)
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Solo las mujeres cuyo sexo biológico sea el femenino y aquellas de sexo biológico masculino (con cromosomas XY) pero completamente insensibles a los efectos androgénicos de la testosterona (esto es con fenotipo femenino y aunque haya presencia de gónadas masculinas) podrán participar en las competiciones elite del atletismo mundial en categoría femenina si la federación logra aprobar, como está previsto, una nueva norma el próximo mes de marzo. Para determinar su elegibilidad, y obtener su visado, todas las atletas consideradas de nivel elite —las mejores del mundo, clasificadas para los Juegos Olímpicos, Mundiales, campeonatos continentales o Diamond League— deberán someterse a un test genético de saliva o de sangre seca que determine la presencia del gen SRY, asociado con el cromosoma Y, el que marca el sexo biológico masculino, y sus niveles de testosterona, y si su organismo es sensible a los efectos androgénicos y anabolizantes de la hormona de la masculinidad.
La federación internacional de atletismo, World Athletics (WA), que preside Sebastian Coe, ha sometido a consulta entre el mundo atlético estas normas, que afectarán por igual a las mujeres trans y a las consideradas como XY DSD —personas a las que se le asigna al nacer el sexo legal de mujer o que tienen una identidad de género femenina, a pesar de tener testículos internos plenamente funcionales en lugar de ovarios—, dos colectivos diferentes y tratados igualmente de forma desigual hasta ahora. Hoy, antes de la aprobación de esta nueva norma, solo se permite participar a las mujeres trans que hayan efectuado su transición de supresión hormonal antes de la pubertad o los 12 años y que mantengan continuamente la concentración de testosterona en su suero por debajo de 2,5 nanomoles por litro; en cambio, sí que se permite competir a las mujeres DSD que redujeran su nivel de testosterona a cualquier edad. Conocido es el caso de la sudafricana Caster Semenya, mujer DSD y doble campeona olímpica de 800m, que dejó de competir al negarse a medicarse para bajar su testosterona. En las nuevas reglas, mucho más severas, no se tendrá en cuenta la concentración de testosterona ni la edad de la transición, solamente los genes y la sensibilidad a la testosterona.
El nuevo reglamento, si supera el periodo de consulta, será aprobado, probablemente, en la próxima reunión del consejo mundial del atletismo, a finales de marzo. Unos días antes, el 20, tendrá lugar en Grecia la elección del nuevo presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), cargo al que aspira precisamente el actual presidente del atletismo mundial, Sebastian Coe. Mientras el actual presidente del COI, Thomas Bach, ha manejado con bastante prudencia el asunto de las deportistas trans, Coe, y el resto de los candidatos, mantienen una actitud más intransigente en lo que definen como defensa de la categoría femenina. Además, hace apenas una semana, el presidente estadounidense Donald Trump firmó una orden ejecutiva prohibiendo a las mujeres trans participar en competiciones femeninas de cualquier deporte en EE UU, donde Los Angeles acogerá en 2028 los Juegos Olímpicos.
“No hay evidencias de que las mujeres transgénero y las atletas XY DSD sean diferentes biológicamente unas de otras en lo que respecta a su inclusión en la categoría femenina”, señala en su documento el grupo de expertos que ha elaborado las recomendaciones. “Nuevas evidencias, en cambio, nos indican que las terapias de supresión de testosterona tanto en mujeres XY DSD como en las 46XY transgénero solo mitigan parcialmente la ventaja masculina en el atletismo”.
Otras investigaciones en las que se apoya el grupo de trabajo indican que incluso antes de la pubertad —la edad en la que aumenta el nivel de testosterona en los chicos y se mantiene bajo en las chicas—ya hay diferencias de capacidad atlética superiores al 3% entre ambos sexos a favor del masculino. “La exposición a la testosterona da lugar a diferencias sexuales en la estatura, la envergadura, la pelvis y la arquitectura de las extremidades inferiores, es decir: en cómo se alinean los músculos del muslo con la rodilla”, señala el documento. “Se reconoció que estas diferencias corporales proporcionan una ventaja a las atletas XY, especialmente en determinadas pruebas, y que las diferencias no responden a la supresión de los niveles de testosterona en sangre” en dichas atletas.
Con el test del gen SRY, World Athletics se enfrenta a la tradicional dificultad de determinar el sexo biológico a través de los genitales externos o los cromosomas. El pene y el clítoris existen en un espectro de longitud, y los labios pueden estar fusionados o el escroto dividido, lo que lleva a la ambigüedad a la hora de determinar el sexo al nacer. Los cromosomas llevan la receta de los genitales —XX codifica una vagina y ovarios, XY un pene y testículos— pero, como cualquier otra receta, el resultado depende de la disponibilidad de ingredientes, en este caso hormonas androgénicas. Algunas personas con cromosomas XX y exceso de andrógenos nacen con un clítoris tan agrandado que se les asigna el sexo masculino al nacer. A otras personas con cromosomas XY y un gen que retrasa la capacidad de procesar andrógenos se les asigna el sexo femenino. Otras personas con cromosomas XY nunca son capaces de procesar andrógenos, o solo lo hacen en parte: pueden tener tanto testículos no descendidos como vagina. Muchas de las personas de este último grupo no se dan cuenta de que son diferentes de otras mujeres hasta que comprueban que no menstrúan.
El COI impuso exámenes de feminidad para las participantes en los Juegos Olímpicos a partir de Londres 1948. En su libro Sex Testing, Lindsay Pieper describe cómo se efectuaban: se desnudaba a las mujeres y se comprobaban sus atributos sexuales. En México 1968 se suprimieron los desfiles de mujeres desnudas y se sustituyeron por un análisis de cromosomas en saliva. A las atletas que mostraban cromosomas XX se les entregaba un pasaporte que se llevaba alrededor del cuello y se verificaba antes de los eventos. A las que mostraban cualquier otro cromosoma se les aconsejaba, a veces, fingir una lesión de última hora y retirarse discretamente del deporte. El número exacto de atletas de talla mundial cuyas carreras terminaron de esta manera en las décadas siguientes no se conoce públicamente, pero podría ser de varias docenas. Muchas de estas se enteraron al mismo tiempo de que el establecimiento médico no les consideraba mujeres y de que sus carreras deportivas habían terminado. El feminismo y asociaciones de derechos humanos criticaron duramente la medida. Una conferencia de 1996 sobre las mujeres en el deporte terminó con una resolución, respaldada por líderes mundiales como Hillary Clinton y Benazir Bhutto, que instaba al COI a interrumpir la práctica de verificación de género.
Después de comprobar la ineficacia de medir la testosterona, World Athletics se ha lanzado finalmente al test genético. Y niega que se constituya en prueba de feminidad. “Las normas existen únicamente para garantizar una competición justa”, señalan. “De ninguna manera pretenden juzgar o cuestionar el sexo o la identidad de género de ninguna atleta”. Quizás, como señala la escritora S.C. Cornell en The New Yorker, “la federación no decidirá si eres mujer, solo si, como cierto tipo de mujer, eres demasiado buena para competir contra otras, pero que el mundo del deporte deje de intentar definir el sexo me parece una señal prometedora de humildad”.
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