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Una docena de testigos apuntan ya a Rubiales en el juicio por las coacciones y el beso “no consentido” a Jenni Hermoso

La primera semana de declaraciones evidencia cómo la estructura de poder de la federación se puso a servicio del presidente para tratar de salvarlo

Caso Rubiales
Luis Rubiales, expresidente de la RFEF, a su salida del juicio en la Audiencia Nacional, el pasado lunes.Álvaro García

Luis Rubiales, expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), se ha contenido durante toda esta semana a las puertas de la Audiencia Nacional, a sabiendas del complejo horizonte que se abría ante él. El locuaz exmandatario ha evitado hacer declaraciones a las decenas de periodistas que se apostaban ante el tribunal que acoge el juicio por el beso que propinó a la jugadora Jenni Hermoso tras la final del Mundial 2023 y por las supuestas coacciones que impulsó después para justificarlo. Sin embargo, dentro de la sala de vistas, su actitud no ha resultado tan templada. Visiblemente inquieto y sin poder evitar el hacerle continuos comentarios a su abogada, Rubiales ha visto cómo más de una docena de testigos lo situaban en la cúspide de un “intenso” complot de “presiones” a la deportista.

La inmensa mayoría de testigos que han comparecido han señalado al expresidente de la federación. Sus relatos encajan como las piezas de un puzle y, además de respaldar la versión de Hermoso sobre el malestar que le produjo desde el primer momento el beso “no consentido”, evidencian que Rubiales movió todos los hilos que pudo para tratar de acallar el escándalo a medida que se sentía más acorralado. Una vez que acabe la vista (cuyo final estaba previsto para el 19 de febrero, aunque podría adelantarse), le corresponderá al magistrado José Manuel Clemente Fernández-Prieto valorar si se cumplen los requisitos legales para que sus acciones puedan calificarse como delito y ser castigadas como tales —la acusación pide dos años y medio de cárcel para el exdirectivo—. Pero, de momento, en el juicio ya se ha constatado que toda una estructura de poder se puso al servicio del presidente para salvarlo, mientras se dejó de lado a la futbolista, y que él nunca quiso pedirle perdón.

“Asco” en el estadio. Rafael Hermoso contó en el juicio que, todavía en el césped del estadio Olímpico de Sídney que acogió la final del Mundial, su hermana le dijo que el beso le había dado “asco”. “La encontré desubicada y con rabia”, afirmó el familiar ante el tribunal. Vitoriano Martín, un amigo de la jugadora que viajó a Australia, confirmó esa escena: “Dijo: ‘Me ha dado un asco…”. Las otras cuatro jugadoras de la selección que declararon —Misa Rodríguez, Alexia Putellas, Irene Paredes y Laia Codina— se pronunciaron en la misma línea: explicaron que su compañera entró en una suerte de shock, tratando de digerir lo que había ocurrido justo después de que se proclamaran campeonas. “Su cara ya era un poco rara”, contó Putellas. “Estaba un poco alucinada. Recuerdo que lo contaba mucho”, siguió Paredes.

Pese a que Hermoso empezaba a exteriorizar su malestar, Rubiales se lanzó a maniobrar ante las noticias que llegaban de la polvareda levantada en España. “Una vez que estábamos en el vestuario, el presidente me solicitó que hiciera a Jenni salir para hablar con ella”, detalló Ana Álvarez, entonces directora de fútbol femenino. Hermoso, que fue la primera en declarar ante el juez, resumió así esa conversación: “Me dijo que ya se estaba hablando mucho por redes sociales, que ya se estaba liando, que esto podríamos pararlo de alguna manera. Y yo le dije: ‘Te va a caer porque sabes que esto no está bien’. Y me dijo: ‘Ya sabes que lo he hecho con efusividad, que ha sido el momento’. Y yo dije: ‘Bueno, pero ya sabes lo que ha pasado, tú sabes lo que has hecho”.

“¿Cómo se le ocurre hacer eso?”. Montadas en el autobús que las llevó al aeropuerto, la futbolista volvió a manifestar su estupefacción a sus compañeras. “Jenni me dice: ‘Es que es muy fuerte. No sé cómo se le ha pasado por la cabeza darme un beso. Me ha agarrado la cara y me ha dado un beso. ¿Cómo se le ocurre hacer eso?”, relató Putellas. “Una vez entramos al bus, la veo anímicamente mal, como dispersa, que no estaba en lo que estábamos en ese momento, que era la celebración”, apostilló Misa Rodríguez, antes de remachar: “En ningún momento nos dijo que el beso había sido consentido”.

Mientras la jugadora seguía preocupada y agobiada, Rubiales activó otro intento para que ella saliera en su defensa. Dio “órdenes”, según Ana Álvarez, para que se tratara de hablar con Hermoso para confeccionar un comunicado que lo exculpara, incluyendo declaraciones de la jugadora. Pablo García Cuervo, director de comunicación de la RFEF, lo redactó y le enseñó el texto a la deportista en presencia de Patricia Pérez, jefa de prensa de la selección. Así lo rememoró Pérez: “[Ella] baja del autobús con una actitud como cansada. Mi sensación es que ya la habían molestado con algo, o ya le habían pedido algo con antelación porque su actitud era de que estaba harta. De hecho, lo primero que dijo fue: ‘Esto es lo último que voy a hacer’. Y cuando ya leyó el texto dijo: ‘Haced lo que queráis”.

—¿Lo dijo con hartazgo? ¿Con enfado? —le preguntó la fiscal Marta Durántez.

— Absolutamente, con hartazgo, desdén… Como cansada. Yo creo que ya estaba saturada de la situación —afirmó Pérez.

“Lágrimas” y “tensión” en el avión. Rubiales estaba volcado hasta tal punto que, según subrayó Álvarez, le dio una “reprimenda” por no conseguir hablar con Hermoso sobre el comunicado cuando iba a bordo del bus. Y esas “presiones” continuaron en el vuelo de vuelta a España, que se prolongó durante más de 20 horas (con una escala en Doha incluida). “El presi empezó a mover a su gabinete”, aseguró Rafael del Amo, exvicepresidente de la RFEF, que se sentaba junto a Rubiales en el avión: “Presencié todo [...] Estaban intentando presionar y hablar con Jenni y con sus entornos”. Según los testigos, pese al ambiente de celebración, el viaje se convirtió en un “tenso” ir y venir de cargos de la RFEF, que hablaban y se reunían. Intentaban frenar el escándalo.

Hermoso se derrumbó. “Rubiales fue a hablar con Jenni en el avión. Es cuando Jenni vuelve y se pone a llorar diciendo que había sufrido presiones”, contó Misa Rodríguez: “Le estaban diciendo que hiciera un vídeo [para justificar el beso], el cual ella no quería”. “Veo cómo le piden que vaya a hablar con Rubiales y, al volver ella, está así. Nos explica que él no paraba de relatarle los hechos, como si no los hubiera vivido en primera persona. Le hablaba de sus hijas, de que saliera a desmentir que no hubo consentimiento, y ella le decía que no”, apuntó Putellas.

Ante la negativa de disculparlo en público, los tejemanejes se ampliaron a la familia, según el sumario. Amo contó que escuchó cómo Rubiales se dirigía a Jorge Vilda, exseleccionador femenino y acusado de participar en las coacciones: “Le dijo: ‘Jorge, sería bueno que hablaras con Rafa [Hermoso], a ver si podemos llegar a un acuerdo y zanjar esto”. Así lo expuso el hermano: “Vilda me soltó que tuviéramos en cuenta tanto las consecuencias personales como profesionales que podía [sufrir] mi hermana”.

El clima “hostil” en Ibiza. Las “presiones” se intensificaron en la isla, adonde se trasladó el equipo para festejar el título. “Veíamos que no iban a parar hasta que consiguieran que hablara”, ilustró Ana Belén Ecube, amiga de Hermoso, que le acompañó durante ese viaje. Ecube narró que, desde que llegaron al hotel, la cúpula de la RFEF no cesó de tratar de hablar con la futbolista para que respaldara a Rubiales, pese a que ella no quería. Ella y otras jugadoras señalaron a Rubén Rivera, exresponsable de marketing, y a Albert Luque, exdirector de la selección masculina, que acudieron hasta allí y están igualmente acusados en este juicio.

“En el viaje es cuando peor estaba Jenni. Estaba triste, no estaba disfrutando de que acabábamos de ganar un Mundial”, destacó Laia Codina, que puso varios ejemplos: “Estábamos en unas hamacas tranquilas, y Rivera vino cinco o seis veces mínimo para que Jenni fuese a hablar con Luque, que estaba abajo en el hotel. Siguió insistiendo hasta que Jenni llega un punto en el que se agobia y se pone a llorar otra vez”. Ecube tuvo, incluso, que ir a verse con Luque para que la dejaran “descansar” tranquila ante este ambiente “hostil”: “Yo le dije: ‘Estáis todos muy nerviosos porque sabéis que, si Rubiales cae, os vais todos a la calle” [...] Nos dijo: ‘Si nos ayudáis, ya sabes que Luis sabe devolver muy bien los favores, y no os va a faltar trabajo ni a ti ni a Jenni’. Le dije que no. Me pareció venderle mi alma al diablo”.

Respuestas dictadas. Dentro de esa operación para salvar al presidente, la RFEF elaboró un informe interno de integridad que lo exculpaba. Para confeccionarlo se contó con el testimonio de Patricia Pérez, que admitió que le prepararon una “encerrona”. La citaron en el despacho de Rubiales, donde la esperaban otras personas, como el padre del mandatario y el subdirector de Comunicación. Y le dieron por adelantado las respuestas que tenía que dar y que salvaban al jefe máximo. “En esas respuestas [con las que no estaba de acuerdo], ponían cosas como que yo había hablado con Jenni Hermoso y que ella le había quitado hierro al asunto, cuando yo no había tenido ningún tipo de conversación con Hermoso”, aseveró Pérez: “El presidente dijo que por qué no leían mis respuestas en alto. Y, entonces, Enrique Yunta va transcribiendo lo que le va dictando el presidente, que creía que debíamos incluir en mi declaración”.

Yunta, entonces subdirector de Comunicación, confirmó esa escena y reconoció que Rubiales iba diciendo los posibles cambios que querían hacer sobre la versión que pretendía dar Pérez, que se revolvía ante esa imposición. De hecho, ella no fue la única que recibió un documento con las respuestas. Javier López Vallejo, psicólogo de la selección femenina durante el Mundial, contó que le entregaron unos papeles con las contestaciones que debía dar. “¿Le dieron un borrador de informe de lo que usted decía?”, le preguntó la fiscal. “Sí”, corroboró. Vallejo, que ejerce ahora como psicólogo de la selección masculina, dijo para ese expediente: “Considero que el beso, aunque poco edificante, es compatible con un simple acto de amistad, confianza y efusividad debido a haber ganado un Mundial”. La fiscal le preguntó si con esa declaración quería defender a Rubiales. “Digo que es compatible, no significa que sea así”, expresó en la vista. Durántez le respondió: “Compatible con una agresión sexual podría ser también”.

El protocolo que ignoraron. La cúpula de la federación ocultó a Hermoso cuál era el procedimiento interno que existía para hacer frente a casos de violencia sexual, como el que ella denunciaba. “No tenía conocimiento de ningún protocolo de acoso, ni de que ese protocolo prohibía besar a sus trabajadores”, explicó la jugadora. López Vallejo no le habló del mecanismo a pesar de que la RFEF lo había nombrado como salvaguarda para ese tipo de casos. Según explicaron las futbolistas, nadie las avisó de que contaban con esa herramienta pese a que esta debe ser conocida por todos los empleados de la entidad. Ante la inacción de López Vallejo, Hermoso se pagó un psicólogo de su bolsillo. Además, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social ordenó en marzo de 2024 a la federación elaborar un nuevo protocolo tras detectar numerosos fallos en materia de igualdad, pero este sigue siendo el mismo que no se activó en el caso Rubiales.

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