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Luis Rubiales, una personalidad siempre al borde del precipicio

El expresidente de la Federación, hijo de alcalde, futbolista del montón, trabajador obsesivo, impulsivo y prepotente, viajó de la cima al abismo en tres segundos. Una excolaboradora asegura: “Es un machista que no sabe que lo es, como tantos otros”

Luis Rubiales, en la Ciudad Deportiva de Las Rozas, sede de la Federación Nacional de Fútbol, en 2018.Foto: JUAN CARLOS HIDALGO (EFE) | Vídeo: EPV (REUTERS)

Pocos días después del beso, cuando todo el planeta hablaba de él y en España no se hablaba de otra cosa, Luis Rubiales preguntó a un colaborador experto en campañas de prensa: “Y esto, ¿cuánto va a durar?”. El aún presidente de la Real Federación Española de fútbol estaba convencido entonces de que la cosa no era para tanto, de que la marea creciente que amenazaba con ahogarlo remitiría por sí sola y de que la vida, su privilegiada vida de dirigente poderoso y millonario, volvería a ser lo que era antes de besar a Jenni Hermoso. Un par de días después de esa llamada, el viernes 25 de agosto, en la asamblea de la Federación, Rubiales, delante de sus padres y de sus hijas, proclamaba hasta cinco veces que no pensaba dimitir porque consideraba que su acto no lo merecía. Finalmente, presentó su renuncia la tarde del domingo 10 de septiembre por medio de un comunicado, tres semanas después del partido entre las selecciones femeninas de España e Inglaterra. En la posterior entrevista con el periodista británico Piers Morgan —una de las dos que ha concedido hasta el momento por Rubiales— el exdirigente del fútbol español aseguraba que cometió “un error” pero matizaba que fue un acto mutuo. Es decir: se disculpaba, pero no del todo. Colaboradores de Rubiales, personas que trabajan o han trabajado con él, aseguran que el expresidente de la Federación Española de Fútbol sigue sin ser consciente de la importancia de lo que hizo. “Es una persona machista, pero no lo sabe, como tantos otros”, resume una mujer que hace años trabajaba con él en la Federación.

Entre estos mismos colaboradores, hay quien afirma que, conociendo al personaje, una caída como la que ha sufrido, desde lo más alto a lo más bajo en un meteórico segundo, era previsible, mera cuestión de tiempo. Que su carácter explosivo y prepotente lo predisponía a eso. Otros lo consideran una acción extemporánea, imposible de vaticinar, una excentricidad, incluso conviviendo de cerca con Luis Rubiales.

El hombre que compareció el viernes ante la Audiencia Nacional en calidad de imputado por los delitos de agresión sexual y coacciones nació en Las Palmas en 1977, donde su familia, originaria de Motril, se había trasladado por el trabajo del padre, Luis Rubiales López, entonces profesor de primaria. Al poco volvieron todos a Motril, donde el futuro presidente de la federación creció y vivió hasta los 18 años, cuando emigró convertido ya en futbolista. En cierto modo, era un viaje de ida y vuelta familiar: su abuelo paterno había llegado a Motril, procedente de Algeciras, para formar parte, precisamente, del equipo de fútbol local, el Motril CF. El abuelo materno regentaba una de las tascas más famosas de la localidad, el bar Manolo, según recuerda una vecina y amiga de la familia desde hace décadas, Carmen Ortega Rubiño, informa Javier Arroyo.

El padre de Luis Rubiales, una de las grandes influencias en su vida, además de ser maestro, alimentó desde siempre una vocación política: en una entrevista concedida hace años a Granada hoy, Rubiales padre aseguraba que, en quinto de bachillerato, participó en la primera huelga de enseñanzas medias del franquismo. Fue alcalde de Motril por el PSOE durante dos legislaturas, de 1995 a 2003. Posteriormente, desempeñó el cargo de delegado regional de empleo en Granada. Desde 2020, se encuentra imputado y pendiente de juicio por los ERE.

Llorar por las botas de fútbol

Un familiar recuerda que el niño Luis Rubiales lloraba en casa a los tres años por unas botas de fútbol. Siempre quiso ser futbolista. A los 14 años debutó en el Motril CF, donde permaneció cuatro temporadas. Tras jugar en varios equipos y sufrir una lesión importante en la pierna, en 1998 recaló en el Guadix (Granada), por entonces en tercera división. El utillero del equipo de aquella época, Felipe Ibáñez, lo recuerda como un chico tímido y educado, como un lateral derecho muy serio e incansable, que se pasaba todo el partido corriendo la banda arriba y abajo. Pepe Parejo, el entrenador, añade: “Ese año ascendimos a Segunda B, en parte por él. Era de los jugadores que más hablaba a sus compañeros. Técnicamente no era malo, pero lo mejor que tenía era que entendía las tácticas, era un buen jugador de equipo”. El que era alcalde de Guadix entonces, José Luis Hernández, agrega otra característica determinante: “Era el único futbolista del Guadix que, además de jugar al fútbol, estudiaba en la universidad”. Del Guadix pasó al Mallorca, y del Mallorca al Lleida; del Lleida saltó al Xerez y del Xerez salió rebotado al Levante… el característico peregrinaje de un futbolista del montón por equipos segundones. Solo una temporada de toda su carrera jugó en Primera División, la 2007-2008, con el Levante. “Fue un jugador mediocre, pero muy voluntarioso, por eso lo llamaban Pundonor Rubiales”, recuerda un excolaborador que lo trató siempre y con quien acabó peleado.

Luis Rubiales cuando era jugador del Levante, en 2007.
Luis Rubiales cuando era jugador del Levante, en 2007. Juan Carlos Cárdenas (EFE)

Al final de aquella temporada, en 2008, el equipo se encontraba matemáticamente descendido y de regreso a Segunda y, además, minado por una honda crisis deportiva y económica. En ese momento, se destapó la otra faceta del futbolista Luis Rubiales, heredada directamente de su padre: la política. Para entonces, ya había acabado la carrera de Derecho. Era el capitán del equipo, pero se erigió además en portavoz y en líder de la plantilla para exigir al club el pago de los sueldos atrasados a los jugadores. Salió en los telediarios y en las principales páginas deportivas de los periódicos, amenazando con ir a la huelga si no se les pagaba. Ese partido lo ganó: el club accedió a pagar casi todos los salarios adeudados. Rubiales tenía 31 años y había encontrado en la mitad de la vida su segunda vocación.

Un año después se presentó a las elecciones a la presidencia de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE). Para ello llamó a su tío, Juan Rubiales, uno de los hermanos pequeños de su padre, periodista con contactos en Madrid, a fin de que le ayudara con la campaña. Ganaron. Y el tío Juan se convirtió en uno de los personajes clave en esta historia.

Al año de ocupar la presidencia, Rubiales se deshizo de varios colaboradores clave que le habían acompañado en el cargo. Según el testimonio de una persona que ha trabajado con él, esa es una práctica acostumbrada: “Era un tío de o estás conmigo o estás contra mí, que acababa siempre rodeado de una cohorte de palmeros, con mucho jijijajá, pero que si no estabas de acuerdo acababas despedido”. Otro excolaborador añade: “Pasó directamente, sin transición, de ser futbolista a ser dirigente, sin haber aprendido nada antes, sin la educación debida”. Un tercero agrega: “Era el arquetipo del futbolista en un cargo institucional, muy leal con sus colegas, rodeado de hombres en un mundo de hombres”. Irene Lozano, secretaria de Estado para el Deporte entre enero de 2020 y febrero de 2021, recuerda un episodio grotesco en su propio despacho: “Lo tuve que echar porque estaba hablando mal de un miembro de mi equipo de trabajo. No se quería ir y le dije que si no se marchaba llamaba a seguridad. Me tuve que levantar, le abrí la puerta y le di la chaqueta que tenía colgada en el perchero”.

Endiosado y anárquico

Cuando accedió al puesto de presidente de la federación, en mayo de 2018, en sustitución del polémico Ángel Villar, Luis Rubiales ya era plenamente él mismo, según varios de sus ex colaboradores: endiosado, anárquico, autoritario y desconsiderado con sus empleados. Por su propia soberbia y la imagen que tenía de sí mismo, lo apodaban Kennedy. Por la calva, Mortadelo. Tres fuentes federativas confirman que, al menos en una ocasión, citó a uno de sus colaboradores más fieles en su despacho y este entró con la consigna de un compañero de no hablar y no mirar a la cara del presidente por el riesgo de ser despedido.

También era simpático con los desconocidos, rápido, impulsivo, gritón e incansable y emprendedor en el trabajo. “Y obsesionado con tres cosas: la comida, las mujeres y el dinero; y con aquello que proporciona esas tres cosas: el poder”, asegura uno de estos excolaboradores. Por entonces se compró en la calle Ferraz de Madrid un ático con piscina por dos millones de euros, que ahora ha puesto a la venta por dos y medio. También por entonces su tío, Juan Rubiales, al que había nombrado su jefe de Gabinete al llegar a la Federación, le recomendó que reflexionara sobre su obsesión por el sexo femenino.

“Yo sabía que iba a acabar mal, pero no imaginaba que iba a ser por eso”, asegura un excolaborador que dejó de trabajar con él tras una disputa. “Estaba cantado que iba a caer”, aprecia otro que fue despedido. “Yo no me lo podía imaginar. Es un episodio de libro, de facultad de Comunicación, sobre todo porque, por testarudez, por soberbia, no rectifica a tiempo, no pide perdón de verdad, y no lo hace porque en el fondo no se ha enterado todavía de lo que ha pasado”, añade un tercer ex empleado.

Su mandato en la Federación ha saltado de escándalo en escándalo hasta el escándalo final. Al poco de llegar, dimitieron dos miembros del comité de Ética. Aterrizó criticando las prácticas oscuras de Ángel Villar, pero él, según varios de sus excolaboradores, ha perpetuado el mismo sistema clientelar que imperaba antes de su llegada. Muchos de los dirigentes territoriales imputados en la causa que la justicia investiga contra su predecesor Villar fueron claves para que Rubiales resultara elegido. La misma asamblea federativa que él preside aprobó en mayo de 2022 la propuesta de su propio sueldo, que ascendía 675.761 euros brutos, más 3.000 euros brutos de ayuda a la vivienda.

La guerra enconada que la federación ha mantenido de siempre con LaLiga, personificada en su presidente, Javier Tebas, se ha intensificado aún más con Rubiales, quien, según un exempleado, “necesita siempre un enemigo para actuar”. Un ejemplo: el 13 de abril de 2019, al término de una reunión en el Consejo Superior de Deportes, mientras Rubiales admitía ante la prensa que había habido “cuestiones desagradables, que mejor pasar por alto, y algunos avances”, Tebas se escabullía por una puerta lateral en dirección a una comisaría de policía. Una vez allí, presentó una denuncia contra el mandamás federativo por coacción. Según fuentes de LaLiga, acusó a Rubiales de haberlo amenazado antes de que comenzara la reunión con filtrar informaciones graves sobre su persona si no llegaban a un acuerdo sobre la competición liguera, los horarios y la explotación comercial del balón. “Tebas entró blanco a la reunión y muy nervioso. Le preguntamos que qué le pasaba, pero no nos dijo nada. Creo que luego quitó la denuncia cuando se firmó un pacto en tiempos de Irene Lozano como presidenta del CSD”, recuerda uno de los asistentes.

Luis Rubiales
Luis Rubiales, en la Asamblea General de la Federación celebrada en mayo de 2022. RFEF (RFEF/EFE)

En 2019, la federación cerró un acuerdo con Arabia Saudí para llevar a ese país durante cuatro años la Supercopa por 120 millones de euros. La empresa Kosmos, participada mayoritariamente por Gerard Piqué, actuó de intermediario y se embolsó el 10% de la operación por concepto de comisión. Unas grabaciones hechas públicas por El Confidencial revelaron posteriormente la camaradería algo chabacana y el presunto intercambio de favores entre el dirigente y el jugador del Barcelona. La Fiscalía Anticorrupción ha abierto diligencias sobre este asunto y sobre otros de novela negra mala: el supuesto espionaje por parte de la federación al actual presidente de la AFE, David Aganzo, y las grabaciones, supuestamente llevadas a cabo también por miembros de la federación a los entonces ministro de Cultura y Deporte y secretaria de Estado para los Deportes, José Guirao e Irene Lozano, respectivamente.

Para que no faltara nada, el tío, Juan Rubiales, se volvió contra su sobrino y acabó acudiendo el año pasado a la fiscalía Anticorrupción para testificar voluntariamente y acusar a Luis Rubiales, entre otras cosas, de pagarse con dinero de la federación viajes de placer a Nueva York, fiestas con chicas en Salobreña y de contratar agencias de detectives para espiar a altos cargos. Hay quien afirma que se compraron con ese objetivo bolígrafos-grabadores en la tienda del espía de la calle de Goya de Madrid.

Luis Rubiales lo ha negado todo tajantemente. Al contrario: ha asegurado que él ha sido la víctima de un complot y ha acusado a su tío de gran traidor familiar y de estar detrás de todas las grabaciones procedentes de la federación que se han hecho públicas. También defiende su gestión: el nuevo formato de la Copa del Rey es más atractivo y el aumento de ingresos ha repercutido en la mejora de condiciones del fútbol base y modesto. “Cuando llegué, la federación generaba 146 millones de ingresos y ahora genera más de 400″, aseguró en una asamblea.

Con todo, el domingo 20 de agosto, nada más terminar la final entre los equipos femeninos de España e Inglaterra, los escándalos parecían quedar lejos. El triunfo los había borrado de golpe. España acababa de proclamarse campeona del mundo delante de todo el planeta y él, Luis Rubiales, en ese estrado colocado en medio del césped de Sidney, saludaba una a una a las jugadoras ganadoras, se reía, gesticulaba mucho, se sabía él también vencedor e intocable y se veía más en la cima que nunca. Desde ahí, desde esa altura estratosférica, había mandado minutos antes un mensaje explícito al entrenador y amigo suyo Jorge Vilda agarrándose los genitales. Nada parecía poner en riesgo el momento, nada amenazaba su prometedor inmediato futuro al frente de una Federación Española de Fútbol, cada vez más poderosa y millonaria, gobernada de modo personalísimo por él y su carácter. Entonces, Jenni Hermoso se acercó a él para recibir su felicitación.

Rubiales besa a Jenni Hermoso tras la final del Mundial femenino de fútbol.Foto: RTVE | Vídeo: PIERS MORGAN

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