Hay algo en este campo que...
Jon Rahm derrochó en Augusta excelsas dosis de saber gestionar la tensión y los momentos de frustración, algo parecido a lo que hace el vestuario del Real Madrid cuando se empiezan a escuchar los acordes del himno de la Champions
Hace unos días Jon Rahm, tras su extraordinaria victoria en el Masters de Augusta y en su discurso al recibir la chaqueta verde, decía que hay algo en ese campo que se transmite a todos los jugadores españoles, algo que conecta con las seis chaquetas verdes obtenidas entre Severiano Ballesteros, José María Olazábal, Sergio García y ahora él, Jon Rahm. Algo que como español te hace creer que allí, en los verdes greens de Augusta, hay algo especial, que es tu destino ganarlo.
Escuchando a Jon Rahm se diría que si el año que viene me presento con mis oxidados palos por aquellos parajes de Augusta y miro su sugerente naturaleza, las azaleas en flor y todo eso, el conjunto me inspirará lo suficiente para pelear por esa preciada prenda. Obviamente la respuesta es que a ese escenario idílico e idealizado hay que añadirle mucho, mucho, mucho de talento, otro tanto de capacidad de competir, más excelsas dosis de saber gestionar la tensión y los momentos de frustración. Y, sobre todo, al menos para mí porque de lo anterior se supone que la mayoría de los que se ponen en el tee de salida del Masters ya deben estar bien servidos, una excelsa capacidad para que todo lo maravilloso sucedido anteriormente en ese escenario sea una referencia positiva y motivadora, y no una losa de peso imposible de gestionar y que en vez de llevarte al cielo te va hundiendo a cada golpe y a cada momento en el barro de la clasificación.
Algo de todo esto es lo que me imagino que debe sentir el vestuario del Real Madrid cuando el mes de febrero va llegando a su fin y, allí al fondo, se empiezan a escuchar los acordes del himno de la Champions. En su caso no hace falta irse lejos en la historia para encontrar quien les cuente cómo se viven esos días vestido con la blanca camiseta; más bien se lo pueden cuchichear entre los mismos miembros del vestuario, pero siempre hay ese atisbo de duda (recuerden que para mí dudar es siempre un signo de inteligencia) que desemboca en una simple pregunta: ¿Y este año qué va a pasar? La respuesta ya la conocen y el Real Madrid respondió presente cuando fue reclamado por el mito de la Orejona.
Hace un par de temporadas, tal vez alguna más, Pep Guardiola decía que los grandes clubes como el Real Madrid siempre saben activarse en esta parte decisiva de la temporada europea y que una de sus características más notables es que no importa cómo se encuentren en la Liga, pues ellos son siempre capaces de sacar su mejor versión y manejar los tiempos de una eliminatoria de cuartos de final como si de un partido de principio de temporada fuese. Y que donde otros ven retos imposibles, ellos ven momentos para la mayor gloria. Vamos, igual que Rahm, que veía los hoyos como ruedas de camión y el viento, la lluvia y los parones como los mejores momentos para recuperar golpes mientras sus rivales se enredaban en las dificultades y las adversidades.
La cosa es que viendo al City competir contra el histórico Bayern se diría que los de Mánchester ya han avanzado mucho en esa parte del temario de la competición, más cuando se medía a uno de los históricos ungidos por esa cualidad competitiva y que, aunque sumidos en cierto caos como club, siempre son un cliente del que no hay que fiarse ni un pelo.
¿Y cuánto de ese gen competitivo les queda en su ADN actual a históricos como Milan, Inter o Benfica? ¿O cuánto de irreverente e irrespetuoso con estas jerarquías tiene ese magnífico Nápoles de Spalletti?
Algunas respuestas en apenas una semana.
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