Mirotic eleva al Barça en la Euroliga

Euroliga jornada 26

Barça

93 74

Finalizado

Zalgiris

Con la exigencia del calendario a la vuelta de la esquina, pues se medirá con el Olympiakos y el Fenerbahçe a domicilio la semana que viene para dilucidar su futuro inmediato en la Euroliga, el Barcelona solventó el duelo ante el Zalgiris con una autoridad inusitada. Sin apuros, sin sobresaltos, sin giros de guion y, sobre todo, con la gazuza que reclamaba Jasikevicius porque tenía en la retina la derrota frente a este rival en Lituania. Así lo decidió Mirotic, el Supermán azulgrana, capaz de anotar 28 puntos en el encuentro.

Se vivió en el Palau, sin embargo, una situación un tanto rocambolesca, un amago de sosía de lo sucedido el curso anterior en el Camp Nou con el Eintracht de Frankfurt en la Liga Europa. Ocurrió que había abundantes aficionados del Zalgiris en el pabellón, al punto que al inicio del envite los gritos eran ensordecedores a cada ocasión que un azulgrana pisaba la línea de los tiros libres, del mismo modo que los puntos lituanos se festejaban con fervor. Un ruido con eco porque, por una vez, no había presencia masiva de Dracs -la animosa hinchada azulgrana-, seguramente porque un par de horas después el equipo de fútbol se medía con el Real Madrid en el Bernabéu en las semifinales coperas. Pero duró poco la batalla de baladros porque apenas hubo partido; porque como suele suceder ante los enredos y los embrollos, apareció Mirotic, el mejor de los desatascadores, la respuesta oportuna al problema de turno.

Lo avisó el montenegrino en el primer ataque azulgrana; recepción, salto y lanzamiento de tres desde la esquina, canasta de bienvenida. No se amilanó el Zalgiris, azuzado por su afición y batallador, con la carrera por bandera, con rebotes y ataques tan cortos como hipersónicos. Protagonismo y puntos para todos frente a un Barça que se descomponía en el repliegue, con más faltas de las necesarias y los consiguientes enfados morrocotudos de Saras Jasikevicius, siempre en ebullición e inconforme. Pero pidió la bola Mirotic y el mundo paso a ser color de rosa, o más bien azulgrana. Triple, gobierno en la pintura, muñeca firme en los tiros libres y un cuarto con 12 puntos, al fin esa versión demoledora del jugador franquicia que el equipo echó en falta en la derrota copera ante el Unicaja, incluso con el Mónaco en el pasado choque europeo. A él se le juntó Vesely, cada vez más entonado con el paso de los partidos, recordando de nuevo a ese jugador que se hizo algo más que un nombre para llegar a la NBA o para después asustar con el Fenerbahçe.

Aunque de nuevo, cosa que se repite durante el curso porque por algo se invirtió el pasado verano, la diferencia la estableció el fondo de armario azulgrana con las rotaciones, aupado el equipo por jugadores de la segunda línea. Sanli y el joven Nnaji con su poderío bajo el aro, Abrines con sus recurrentes puntos y hasta Tobey, extrañamente, activo. Buen descanso para Mirotic, que salió de nuevo a la cancha a bocado limpio. Dos ataques, dos canastas y respiro para el Barça porque alcanzó el entreacto con 10 puntos de diferencia (46-36).

La maquinaria ya se había puesto en funcionamiento y el Barça, por una vez, no tiritó ni mostró debilidades sino que sacó la trituradora. Y se acabó el partido para alivio de Jasikevicius y para desasosiego de la afición verde en el Palau, que acabó por bailar al ritmo de los cánticos azulgrana como su equipo al del Barça. Mérito de Satoransky, excepcional en la selección de tiros y entradas al aro -se marcó un alley-oop para la videoteca-, también de Laprovittola en la dirección del juego -aunque sigue más espeso de lo normal a la hora de mirar a canasta- y, claro, de Mirotic, el baloncestista con capa.

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