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España no da más de sí ante Dinamarca y luchará por el bronce en el Mundial de balonmano

La rebeldía congénita de la selección no le alcanza contra la vigente campeona (23-26) en una semifinal en la que siempre fue a remolque. Suecia, que cayó con Francia, su rival por la medalla (31-26)

Seleccion española Mundial balonmano
Alex Dujshebaev durante la semifinal contra Dinamarca.ALEKSANDRA SZMIGIEL (REUTERS)

El que resiste no siempre vence. Que se lo digan a España. Le valió contra Noruega en cuartos, pero se quedó corta ante Dinamarca en semifinales. No hubo más zumo que exprimir de la naranja de la selección en la búsqueda de la final. Volvió varias veces, sobre todo cuando su acta de defunción ya estaba sobre el parqué de Gdansk en la segunda mitad. Todavía se inventó un suspense final donde parecía no haber nada, pero hasta ahí le alcanzó a un equipo poco fino en ataque y que dio síntomas de extenuación después de las dos prórrogas de hacía dos días. Se jugará el bronce frente a Suecia en Estocolmo, que cayó con Francia (31-26)

De empeño, eso sí, fue sobrada. Como siempre. Insistió tras el 10-15 del descanso, regresó del 15-20 del minuto 40, se rebeló ante el 20-25 a falta de menos de cuatro minutos y dispuso de un penalti para ponerse a uno con 50 segundos aún por jugar. Por un momento, el pabellón volvió al thriller frente a Noruega. ¿Serían capaces otra vez de hacerlo? Esta vez no. Ferrán Solé falló el siete metros y ahí, y solo ahí, presentó bandera blanca. Enfrente se encontró con un Niklas Landin colosal bajo palos, decisivo de punta a punta del choque. MVP con 15 paradas y un 43% de éxito. Le replicó un gran Gonzalo Pérez de Vargas con 14 intervenciones y un 35%, aunque al portero toledano le faltaron más aliados, pese a contar con un soldado de alta graduación, Álex Dujshebaev.

El mayor de la saga, líder ya indiscutible sobre la pista, fue el que activó el intento español después de un primer acto muy gris. No paraba de hacer gestos de contrariedad en un conjunto que parecía entregado a su suerte. Empujó y empujó, la defensa se atornilló mejor y el rival se frenó, aunque la sensación general es que, pese a que las distancias nunca fueron insalvables y por momentos eran estrechas, la piel del partido pertenecía a los daneses, que no necesitaron la actuación deslumbrante de Mikkel Hansen (cuatro dianas) ni de Mathias Gidsel (tres; había sumado 51 hasta entonces). La estrella fue Landin, que condujo a los suyos al encuentro 27º seguido sin perder en un Mundial (no cae desde 2017) y, por encima de todo, a su tercera final consecutiva. Nadie ha hecho un triplete seguido en un Mundial. El domingo tienen una misión histórica contra Francia. España perseguía su tercera final y ahora deberá aspirar, que no es poco, al bronce.

El primer director del ataque español fue Pol Valera, novato en estas alturas y repescado a mitad del Mundial por la lesión de Tarrafeta. ¿Quién dijo miedo después de esquivar mil balas noruegas?. El chaval ejecutó el primer lanzamiento (detenido) y no tardó en anotar su gol, pero pronto debieron comparecer los Dujshebaev. Enfrente se movía una máquina sobrada de recursos. El pivote Saugstrup empezó perforando desde los seis metros, se le unió el jovenzuelo Pytlick -una de las sorpresas danesas del torneo-, el martillo de Hansen que nunca descansa y, por encima de todos, el ventilador de Niklas Landin, que las paraba de todos los estilos. Le ayudaba entonces la poca luz de los Hispanos en las maniobras ofensivas, escasos de paciencia y hasta de “alma” para tirar (según Pérez de Vargas), pero de postre también sacaba las imposibles, como a Maqueda y Dani Dujshebaev, a bocajarro. 5-9 en el minuto 16 y Hansen asistiendo de espaldas en inferioridad numérica.

Duelo bajo palos

A España le faltaba una marcha, más gracia en ataque. Aunque no en la portería. Otra vez Pérez de Vargas sosteniendo el fuerte. Una pelea de gallos de primera entre el toledano y Landin. Él fue quien activó la reacción de la selección (10-11 en el 25), pero en el anfiteatro de Gdansk no se respiraba a esas alturas sangre en la orilla hispana. Faltaba punch, así que Dinamarca, que no acostumbra a demasiados indultos y se las sabe todas, volvió a estirarse al descanso (10-15). Los 10 tantos de los muchachos de Jordi Ribera evidenciaron que el ataque resultaba un dolor. Por las dificultades con la defensa, los errores propios y la gracia de Landin. Ni el balonmano ni el lenguaje gestual invitaban a esperar otra gesta. “Un lastre” de primera parte, admitió Ribera.

La tarde entró en un intercambio de golpes; lo ideal para los daneses. La gente asistía en paz a un desenlace que se veía cantando. Y ese fue el mérito de España, abrir lo que parecía no existir. Ya se había acercado hasta un 20-21, y luego del 20-25 a falta de tres minutos rascó un 23-25 con una diana de Kauldi Odriozola. Y encima Pérez de Vargas le detuvo un penalti a Mikkel Hansen a falta de un minuto y ocho segundos. Y a continuación Dani Dujshebaev forzó otro con 50 segundos aún en el alero. Se podía situar a uno. Se podía, pero no lo consiguió. Niklas Landin sacó pecho y cerró la trama. El depósito y las luces de España no dieron más de sí ante una Dinamarca que no está para versiones recortadas. “Pasaremos el luto y el domingo, a tope”, anunció Gedeón Guardiola.

España, 23 - Dinamarca, 26

España: Pérez de Vargas (1); Solé (4, 3p), Maqueda (-), Gedeón Guardiola (-), Peciña (-), Cañellas (2) y Ángel Fernández (3) -equipo inicial- Corrales (ps), Alex Dujshebaev (5), Figueras (1), Serdio (3), Casado (-), Valera (1), Sánchez-Migallón (1), Dani Dujshebaev (1) y Odriozola (1)

Dinamarca: Niklas Landin; Kirkelokke (1), Gidsel (3), MikkelHansen (4, 2p), Pytlick (6), Magnus Landin (2) y Saugstrup (5) -equipo inicial- Moller (ps), Jakobsen (3), Lauge (-), Mollgaard (-), Mensah (-), Jorgensen (1), Johan Hansen (-), Holm (-) y Hald (1)

Marcador cada cinco minutos: 3-3, 4-7, 5-9, 7-10, 10-12 y 10-15 (Descanso) 13-17, 15-20, 17-20, 20-21, 20-23 y 23-26 (Final)

Árbitros: Schulze y Tonnies. Excluyeron por dos minutos a Maqueda (2), Odriozola, Saugstrup, Magnus Landin y Kirkelokke

ERGO Arena de Gdansk (Polonia). Unos 6.500 espectadores.

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