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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lenta revolución

El Madrid tiene veteranía para manejar los partidos y juventud para desequilibrarlos. El Barça se ha hecho de nuevo en un año

Jorge Valdano
Jorge Valdano

El Real Madrid se toma su tiempo

El clásico fue confirmatorio: el Madrid va sobrado. Un equipo que tiene firmeza defensiva, sabiduría en estado puro en Modric y Kroos, exuberancia física y futbolística en Tchouameni, Valverde, Vinicius, Rodrygo… Veteranía para manejar los partidos, juventud para desequilibrarlos. Para eso hace falta un plan, inteligencia para llevarlo a cabo y paciencia para esperar resultados.

El tiempo fue haciendo su trabajo con Vinicius, escopeta de feria devenido en rifle de alta precisión; con Valverde, un tímido que necesitó de varias temporadas para dejar de pedir permiso; con Rodrygo, un crack que asomó poco a poco hasta hacerse con el Bernabéu. Los tres casos mencionados necesitaron de dos condiciones indispensables: buenos resultados, que ayudan a esperar, y excelentes veteranos, que los supieron proteger. El equipo los fue acogiendo hasta hacerlos indiscutibles. Dentro de poco, estos jóvenes ya estarán en condiciones de recibir a nuevos talentos para ayudarlos a integrarse. En tiempos tan urgentes, es bueno comprobar que la paciencia tiene premio.

El Barça tiene prisa

El Barça, en cambio, se hizo de nuevo en un verano. Pretender resultados inmediatos en un juego de hábitos como es el fútbol es una estupidez. Pero una estupidez moderna, de modo que hablamos de una estupidez que se abre paso y se llena de razón.

Las consecuencias las está pagando Xavi, al que se acusa de no saber administrar tanto talento. Pero ahí donde el Madrid tiene a Modric (37 años) y Kroos (34), el Barça tiene a Pedri y Gavi, que, aun subiéndose al palco FIFA, siguen teniendo menos de 20 años. Ahí donde el Madrid tiene en Vinicius una línea recta hacia el área, el Barça tiene el talento serpenteante de Dembélé, siempre en busca del gol de su vida. Ahí donde el Madrid solo piensa en la presa, el Barça sigue queriendo justificarse en la caza, como si el estilo fuera más eficaz que el resultado. Además, los muy buenos talentos que llegaron fueron los que marginaron a jugadores como Piqué y Alba y los que dejaron solo como una isla a Busquets. Así las cosas, el equipo se quedó huérfano de liderazgo y eso contribuye a la falta de consistencia que está mostrando. El clásico mostró dos ejemplos: uno de estabilidad (el Madrid) y otro de inestabilidad (el Barça). El análisis hay que empezarlo por ahí.

El día que Benzema les ganó a todos

Benzema recibió el Balón de oro con 34 años. Qué gran día, qué gran caso. Hablamos de un jugador exquisito que tuvo que aguantar durante años la acusación de ser exquisito. Tan exquisito que no tenía sangre, ni ambición goleadora. Lo segundo lo condenaba como delantero y lo primero como madridista. Desde fuera (periodismo y afición) y desde dentro del club, vivió bajo sospecha, sin que se tuviera en cuenta su descomunal talento. No miren para otro lado: eran muchos miles los que desconfiaban de Benzema. El salto de calidad y de personalidad que lo llevó a la cumbre, Benzema se lo debe a Benzema, que fue creciendo al nivel de las dificultades y de las faltas de respeto que tuvo que salvar.

Pero creo que su madurez futbolística encontró en el camino al mejor aliado posible: Florentino Pérez. Si en el primer punto de este artículo hablé de la paciencia y en el segundo de la estabilidad, en este quiero poner en valor la confianza. Mirando hacia dentro, Benzema tuvo la valentía de imponer su carácter en la adversidad, pero si alargamos la mirada creo que, sin Florentino, no se hubiera coronado con este Balón de oro y hasta dudo que hubiera llegado a ese día con la camiseta del Real Madrid.

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