Un chasco en el Camp Nou: el Barcelona pincha ante el Rayo en el estreno de Lewandowski
Los azulgrana, impacientes y faltos de juego, fueron incapaces de abatir a un equipo que completó un partido muy serio, valiente y bien planteado por Iraola
La verdad del fútbol está en el campo y al Barça todavía le falta juego y tiempo para responder a la propaganda que anunciaba un debut espectacular en la Liga. No es aún un equipo sino un álbum de cromos mejor y más amplio que el de la pasada temporada, también más vitalista y, al mismo tiempo, igual de estéril ante el Rayo Vallecano. Los azulgrana cedieron un empate contra un rival que ya les ganó los dos partidos del año pasado por 0-1. Uno provocó la destitución de Koeman y el segundo desquició al Camp Nou.
Los días pasan y el Rayo mejora porque tiene una idea de juego mientras el Barça ha perdido el estilo porque le puede la prisa y el ansia por volver a ser el Barça. Ahora mismo es un híbrido tan despersonalizado que acabó la contienda sin Pedri ni Gavi y Busquets expulsado en pleno desquiciamiento del Camp Nou.
No hay medios para procesar el fútbol, masticar la jugada, dar pausa y el resultado queda a expensas de defensas y delanteros, un terreno que abona el vértigo, el ir y venir, el alto voltaje y el estruendo de una grada desesperada por ver un gol que no llega en los partidos serios y sobra en los veraniegos como el Gamper. El chasco fue monumental porque el Rayo acarició el triunfo en una noche de un bochorno agotador, tan serio como atrevido, más centrado que el Barça.
El partido ya tuvo un inicio inesperado porque el estadio clamaba a favor del Barça y la pelota no salía del balcón de Ter Stegen. El Rayo presionaba de forma tenaz y sincronizada, intensos los delanteros, bien puestos los medios y muy adelantados los zagueros, como si el terreno estuviera inclinado hacia el campo del Barcelona. El partido se convirtió en un examen para Christensen. No era sencillo salir con el balón de la cancha propia y construir la jugada porque no aparecían los interiores ni el medio centro y desde la lejanía solo se ofrecían los extremos: Dembéle y Raphinha. Ambos procuraron liberar de alguna manera al equipo porque siempre estaban bien perfilados, afilados y eléctricos y también más agresivos que precisos ante Dimitrievski.
Extremos punzantes
La suerte del encuentro parecía depender de las dos parejas que atacaban por los costados: Raphinha-Dembélé y Álvaro García-Isi. Ya se sabe que los laterales son el punto débil azulgrana y no parece que Xavi haya encontrado una solución estable porque desconfía de Dest y no tiene una alternativa para Alba a la espera de Marcos Alonso, una vez que no se pudo fichar a Azpilicueta. Una alternativa momentánea para el flanco derecho es reconvertir a un central como Araujo o más tarde Koundé. El uruguayo formó junto a Christensen y Eric García mientras a la izquierda se mantenía Alba. Piqué quedó fuera precisamente cuando su contrato se discute en las oficinas del Camp Nou. Vio en su asiento cómo el central Araujo no funcionaba como lateral contra el Rayo.
Álvaro García quebró y sentó al charrúa para después ser reducido en el mano a mano por Ter Stegen e Isi no paraba de soplar el cogote de Alba. Al Rayo le faltó desequilibrio para culminar su excelente fútbol asociativo, riguroso tácticamente, muy valiente en el Camp Nou. Iraola había pensado muy bien el partido y sabía cómo defender colectivamente al Barcelona. Hasta el joven Camello calzaba que ni pintado en la formación del técnico del Rayo. El Barça no tenía juego por dentro y los centros no encontraban a Lewandowski. Ningún aficionado advirtió indolencia o desidia en los azulgrana sino impotencia e impaciencia por marcar, por ganar, por gustar al encendido Camp Nou, repleto de turistas, igual de vibrante que en el Gamper.
El Rayo no concedía espacios, evitaba las transiciones con faltas tácticas, descansaba con las pérdidas de tiempo, negaba a Busquets y seleccionaba sus ataques hacia el arco de Ter Stegen. La segunda mejor ocasión también fue suya por una pérdida de balón del Barcelona: a Camello se le escapó el gol por poco después de ser tapado por Eric y Christensen. Ya desesperado, Xavi cambió a un jugador por línea, entregado al instinto de Ansu Fati y al despliegue de Frenkie de Jong y más tarde a la fuerza de Kessié. Había más piernas y también menos cabeza por la sustitución de Pedri.
La llegada de buenos futbolistas ha enriquecido la plantilla, mejorado el equipo y fomentado la competencia, sobre todo en las áreas, el punto débil del Barcelona desde la partida de Messi y la flojera del desprotegido Ter Stegen. El juego, sin embargo, depende de un conocido llamado Pedri. Y el tinerfeño estuvo tan bien defendido como mal sustituido -si no es que medió lesión- cuando Ansu intentaba enmendar a Lewandowski.
Aunque se sucedieron los remates en las dos áreas, y al Rayo incluso se le anuló un tanto, no hubo manera de ver un gol para frustración de los miles de espectadores que habían pagado una entrada por ver una exhibición del Barça. Todo es muy aparente y frágil todavía en el Barça. Alcanza con resaltar que el mejor parado fue quizá De Jong. El neerlandés pide un puesto en un equipo que está por hacer, descamisado sobrado de energía y en cambio sin línea de pase ni juego, una frustración para el Camp Nou.
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