Un oro en fútbol en Barcelona 92 pese a todo
El equipo olímpico, que vivía una enorme tensión con la Federación, consiguió hace treinta años el único triunfo español en unos Juegos de la historia de este deporte tras superar multitud de adversidades
El saque de esquina lo lanzó, sorprendentemente, Chapi Ferrer porque ya se había cumplido el tiempo reglamentario, porque de lo contrario irían a la prórroga y había prisa. Kiko intentó una chilena y no le dio, pero el balón le llegó a Luis Enrique, que le pegó con la zurda. Caprichosa, la pelota rebotó en un rival y le cayó, ahora sí, a los pies de Kiko, que controló y la picó ante la salida del portero para alojarla en la red. Fue el culmen, el éxtasis, la última jugada del partido -nada más sacar Polonia de centro el colegiado así lo indicó- y la medalla de oro olímpica, el ocho de agosto de 1992, para una selección española que se tuvo que sobreponer a muchas adversidades. Con todo en contra y solo con el fútbol a favor, España logró lo impensable.
Tres meses antes del torneo comenzaron los problemas, cuando la Federación Española de Fútbol llamó a los capitanes del equipo (Roberto Solozábal, Pitu Abelardo y Luis Enrique) para negociar la prima. Necesidad que nació desde la misma Federación porque habían descartado el plan ADO y el equipo no tenía una empresa que le patrocinara en el resto de los deportes. “Decían que éramos profesionales. Pero los tenistas, los de balonmano, los de baloncesto…, también lo eran”, cuenta Solozábal, que considera que pidieron unas cantidades ajustadas y por objetivos. Cifra que rechazaron porque alegaron que no había dinero, al tiempo que filtraron una frase del capitán al periodista José María García para cubrirse las espaldas. “Yo les dije que si no tenían dinero vendieran un edificio, pero era en plan jocoso”, apunta el capitán; “y me cayeron palos por todos lados”. Así que los capitanes optaron por desmontar los argumentos federativos y rechazaron cobrar una prima por jugar, pues todos querían hacerlo por vivir una experiencia que nunca más podrían disfrutar. “Dijimos que no por dignidad”, explica el portero Toni Jiménez, ahora ayudante de Pochettino. “Es que la relación era muy mala con la Federación. No confiaban en nosotros, no teníamos foto oficial hasta que nos hicimos una en el hotel, no nos ponían facilidades…”, se suma Alfonso Pérez, entonces delantero. La tensión era palpable.
Lo era para el seleccionador Vicente Miera, que sabía de antemano que iba a ser despedido tras el torneo y que tuvo que ver cómo el técnico de la absoluta, Javier Clemente, se unía de vez en cuando al grupo. Y lo era para los jugadores, que notaban la falta de apoyo de la Federación, porque tras una concentración en Cervera de Pisuerga (Palencia), les metieron durante un mes en un hotel NH de tres estrellas céntrico en Valencia cuando ellos pidieron ir a El Saler, donde se solía alojar la selección. “No teníamos amplitud, no era un recinto abierto, no estábamos a gusto”, recuerda Alfonso. “Cada día aguantábamos hora y media de tráfico para ir a Paterna a entrenar porque hacíamos dobles sesiones”, añade Solozábal, que pronto tuvo otro incendio. Fue el día después de ganar a Colombia (4-0), pues se celebraba el acto de inauguración y la Federación les prohibió acudir porque tenían otro partido dos días más tarde. “Estando en Valencia, lejos de todo, queríamos vivir el desfile. ¿Si no, en qué torneo estábamos?”, expone el capitán, que mantuvo un pulso con los federativos hasta que les pusieron un avión, por más que se pegaron 16 horas en el viaje porque cogieron lo más barato. “El otro día vi una foto de ese día con el estadio lleno y se me ponía la piel de gallina. Ahí estábamos. Roberto estuvo a la altura de un gran líder”, agrega Toni Jiménez. “Todas estas contrariedades hicieron que nos juntáramos, que hiciéramos un gran grupo”, resuelve Alfonso.
Eso y el carácter afable del técnico, que no era de grandes discursos, pero sí un excepcional gestor de grupo bien ayudado por el célebre Ladislao Kubala. Así, innovó con el sistema de tres centrales para la selección y se preocupó de un aspecto que por entonces estaba mal visto o, al menos, se miraba con recelo; incorporó un psicólogo a la expedición, Jesús García Barrero, ya fallecido. “Entró como uno más, sin querer imponer nada, conociéndonos. Fue muy listo y nos ganó a todos”, le reconoce Solozábal. “Era un fenómeno. Nos enseñó a manejar las emociones, a visualizar lo que iba a pasar…”, señala Alfonso. “Fue muy productivo porque no solo te escuchaba sino que también te ayudaba”, apostilla Toni Jiménez. Y el balón seguía entrando porque también vencieron a Egipto (2-0) y Qatar (2-0) para encontrarse en cuartos ante Italia (1-0), primer partido en el que la afición fue a Mestalla porque hasta la fecha nadie creía en la posibilidad de las medallas. “Ese partido, ese triunfo con gol de Kiko, fue la clave”, exponen los tres; “porque era un gran rival y nos dimos cuenta de que podíamos con cualquiera”. Por lo que también batieron a Ghana (2-0) en semifinales y lucharon el oro frente a Polonia, una selección confeccionada para el momento porque estuvo dos años sin variaciones y con la imposibilidad de salir del país porque así lo exigía el patrocinio del empresario y mecenas Boris Korbel. Pero España, el equipo de Toni, Lasa, Ferrer, Abelardo, Guardiola, Luis Enrique, Solozábal, Manjarín y compañía, con gol de Kiko sobre la bocina, se impuso 3-2 en el Camp Nou.
No hubo prima de la Federación, pero sí que se llevaron un Seat Toledo para todo el grupo que regalaron a una ONG y también la Libreta Campeones, un plan de jubilación de La Caixa que han ido cobrando todos a medida que han cumplido los 50 años. Porque a pesar de los pesares, de todos los desencantos y adversidades, España ganó el oro olímpico. Y sí, también estuvieron todos en el acto de clausura porque aunque no lo pareciera, también era su torneo.
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