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“Hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 las mujeres éramos el segundo plato”

Las deportistas, que cosecharon ocho medallas, demostraron que también existían y podían hacerlo bien

Theresa Zabell (a la izquierda) y Patricia Guerra celebran la medalla de oro en la clase 470 femenina de los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Theresa Zabell (a la izquierda) y Patricia Guerra celebran la medalla de oro en la clase 470 femenina de los Juegos Olímpicos de Barcelona.Joan Sánchez
Eleonora Giovio

Dice Mercedes Coghen, oro olímpico en hockey hierba en Barcelona 92, que las mujeres, hasta esos Juegos, habían sido “el segundo plato”. Lo corrobora también Theresa Zabell, otra mujer que en esos Juegos ganó un oro en vela en la clase 470 junto a Patricia Guerra. “Nosotras, cuando llegamos a poder participar en competiciones en general, dábamos las gracias”. Zabell y Coghen fueron dos de las 114 deportistas de la delegación española (de un total de 397). Las mujeres apenas representaron un 28,7%, pero fueron muchas más que en las diez ediciones anteriores juntas (en Moscú 80 fueron un 5%, en Los Ángeles 84 un 9% y en Seúl 88 un 13%).

Si Barcelona 92 marcó un antes y un después en el deporte español, más aún en el papel y en el futuro de la mujer. Lo resume así Coghen, que fue abanderada en la ceremonia de clausura en esos Juegos. Se eligió a una mujer, rememora, para reconocer, precisamente, el buen papel que habían desempeñado las deportistas. De las 22 medallas cosechadas por España en esa edición, ocho fueron conseguidas por mujeres. Sólo en Londres 2012 y en Río 2016 ganaron más: 13 y 9 respectivamente. “Indudablemente Barcelona 92 fue como encender una luz, poner un foco para señalar que no sólo existe deporte femenino en España, sino que las mujeres lo pueden hacer muy bien. Allí se abrieron puertas y se empezó a trabajar”. Y eso que, desvela Coghen, la final femenina de hockey hierba no estaba ni programada en TVE porque nadie confiaba en que llegaran a disputarla. Se cambió la programación sobre la marcha.

La participación femenina española en los Juegos a partir de esa cita se mantuvo más o menos estable (salvo bajar en Atlanta 96 -85- y Sídney 2000 -90-); ya dejó de ser algo meramente simbólico. La mayor subida se registró en Atenas 2004 (118), hasta llegar a las 143 de Río 2016 y las 137 de Tokio. Se ha tardado 31 años, eso sí, en que el Comité Olímpico Internacional (COI) decidiera que en aras de la paridad, los abanderados tenían que ser dos: un hombre y una mujer. Y se siguen dando pequeños pasos como el que se dio en Tokio 2020 con la canoa femenina, que por fin debutó en unos Juegos. La siguiente tarea es la de alcanzar la paridad en el número de entrenadoras.

Cuando se habla de pioneras del deporte la imagen va rápidamente a Lili Álvarez (la primera mujer española que disputó unos Juegos, en 1924) o a Mari Paz Corominas (la primera española en una final olímpica, en México 68, unos Juegos a los que España acudió con solo dos mujeres). Pero, no hace falta ir tan atrás en el tiempo para encontrar otras. Theresa Zabell, que hoy tiene 57 años y dirige la fundación Ecomar, también lo fue. Y hace apenas 40 años.

“Yo siempre digo que mis primeros Juegos fueron Los Ángeles 84 y los vi por la tele… Tuvo que ser así porque las mujeres no estábamos invitadas. Eso da una idea de cómo han avanzado las cosas desde entonces”. La inclusión de la vela femenina llegó en Seúl 88 (una modalidad) y en Barcelona se amplió a tres. Pero Zabell competía y ganaba desde el año 1976, cuando tenía 11 años y decidió que su sueño era ir a unos Juegos Olímpicos. Así lo recuerda: “Parece muy fácil, pero cuando no hay eventos para chicas en la mayoría de los deportes, te das cuenta de que es un sueño imposible. Cuando gané mi primer campeonato de España en el año 80, los tres primeros chicos iban directos al Campeonato del Mundo; yo me quedé en mi casa”.

¿La explicación? “Ninguna, simplemente era así: no teníamos derecho. Yo de hecho pensé que no había Mundial femenino y cuando lo descubrí decidí ir al del año siguiente. Con 16 años, costeándomelo yo, después de haberme pasado 12 meses ahorrando, consiguiendo que alguien me subiera el barco en coche a Holanda y durmiendo en una tienda de campaña. Comí patatas fritas con mayonesa toda la semana porque era lo más barato y lo único que me podía permitir. Los chicos iban costeados por la Federación”.

Dice Zabell que si esto pasara ahora, sería portada de todos los periódicos; por aquel entonces no porque eso era lo normal. “En mi Federación [la de vela] no hubo una línea presupuestaria para el deporte femenino hasta que no se incluyó un evento femenino en los Juegos Olímpicos”. Cuenta que cuando se encontraba compitiendo en el extranjero escuchaba frases como estas: “¡Qué bien! En España entonces también navegáis las chicas, nunca hemos visto ninguna”.

Por eso es y fue tan importante Barcelona 92, donde hasta diez disciplinas olímpicas tuvieron deportistas españolas por primera vez. Algo parecido a lo que vivió Zabell detalla también Mercedes Coghen que destaca, en ese sentido, la importancia que tuvo la Ley del Deporte de 1990 (que otorgaba un activo papel al Estado en el fomento y desarrollo del deporte) y la implantación de las becas ADO. “No teníamos el nivel de competición que los chicos en los clubes. Apenas había niñas haciendo deporte, éramos 500 en toda España con una preparación física que en los colegios era como era. La falta de base era tremenda, tuvimos que trabajar muchísimo”.

Barcelona 92 marcó un antes y un después. “En las Federaciones todos los medios, los mejores entrenadores, los presupuestos, las horas y los días para viajar y competir, eran para los equipos masculinos. Barcelona 92 cortó esa inercia. Se permitió igualar. Para mí el legado de esos Juegos fue ese”.

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Créditos

Infografía y datos: Yolanda Clemente Pomeda

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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