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“El gol más surrealista de mi vida”

El delantero recuerda su segundo y paradójico tanto en la final olímpica de Barcelona 92

Ladislao J. Moñino
Kiko, en la final olímpica ante Polonia.
Kiko, en la final olímpica ante Polonia.

A punto de cumplirse 20 años del primer oro olímpico del fútbol español, Francisco Narváez, Kiko, autor del histórico tanto en el descuento de la final ante Polonia (3-2) en el Camp Nou, recuerda aquella noche como el cruce de incoherencias que se destapan en la búsqueda agónica de la victoria: “Es el gol más surrealista que he marcado en mi carrera. Primero saca el córner el Txapi Ferrer, que mide 1,60 y no creo que haya sacado muchos más en su carrera. Después, yo, que mido 1,90, intento un simulacro de chilena y ni la toco. Me levanto cabreado y resulta que me cae el balón rechazado tras un disparo de Luis Enrique…”. La sencillez de la definición, un disparo por el centro, a media altura, también le resultó paradójica a Kiko: “Me costaba hacer goles y resulta que me cae el balón, levanto la cabeza y solo veía red. Me dije: ‘Por ahí’. Estaba el portero un poco a un lado y un defensa en cada palo, pero la portería me pareció la Puerta de Alcalá”.

Nada más marcar, Kiko salió disparado hacia un banderín del córner a celebrarlo con Ferrer: “Recuerdo que corría moviendo la mano como Tardelli en su gol a Alemania en la final del Mundial 82 y le gritaba al Txapi: ‘¡He sido yo, he sido yo, he sido yo!’. No me lo creía. Yo venía de jugar la promoción con el Cádiz ante el Figueras y allí estaban Guardiola y Ferrer, que venían de ganar la Copa de Europa en Wembley, Alfonso, Cañizares, Lasa y Luis Enrique, recién fichados por el Madrid… Y marqué yo, el becario, que jugaba porque Manjarín se había lesionado…”.

A Barcelona 92 España llegó con una generación entrenada por Vicente Miera y Ladislao Kubala. “Teníamos un gran respeto por Kubala. A mí siempre me decía: ‘Tú, gaditano, como los canarios, tienes que disfrutar en el campo’. Todo el grupo le trató con mucha ternura”. En medio de la crecida de éxitos del deporte español, aquella selección sintió la presión de situar al fútbol a la altura del resto de las modalidades deportivas nacionales que no paraban de llenar el medallero.

Kiko, a la izquierda, celebra con Guardiola uno de sus goles en la final.
Kiko, a la izquierda, celebra con Guardiola uno de sus goles en la final.

“No vivimos mucho el espíritu de Barcelona porque jugábamos y estábamos concentrados en Valencia”, prosigue Kiko, que, con todo, señala como uno de los momentos más tensos de su carrera el intento de amotinamiento de los jugadores por la negativa de Vicente Miera a dejarles acudir al desfile de la ceremonia inaugural: “Vicente era muy estricto, pero nosotros queríamos ir al desfile. No habíamos tenido vacaciones, no había primas porque el fútbol no estaba concebido en los Juegos como deporte profesional y encima querían que nos perdiéramos algo único en la vida. Es de esos momentos que luego lo cuentas a tus nietos. Solozábal, que era como El Che, aunque era un crío pero tenía el puzle de su cabeza ya muy bien acabado, fue el que lideró la protesta. Llegamos a plantearnos pagar de nuestros bolsillos el avión a Barcelona. Ya en la ceremonia, nos pegábamos por hacernos fotos con los jugadores del dream team: Jordan, Bird, Magic…”.

Después de pasar con comodidad la primera fase con tres victorias (Colombia, Egipto y Catar), el cruce de cuartos fue la Italia de Albertini, Melli, Muzzi, Dino Baggio. “Ganamos 1-0 también con gol mío. Me dio el pase Soler, que ahora presume de broma de haberme lanzado a la fama en el torneo porque me dio unas cuantas asistencias más. La victoria ante los italianos fue un punto de inflexión. Nos dijimos que ya que estábamos en semifinales había que ir a por el oro”. Barcelona 92 empezaba a crecer como el fin de los históricos complejos de inferioridad del deporte español.

Los jugadores españoles celebran uno de los dos goles de Kiko en la final.
Los jugadores españoles celebran uno de los dos goles de Kiko en la final.

En ese punto y ya con Ghana esperando en las semifinales se entreabrió otro conflicto incómodo. Javier Clemente había sido designado seleccionador absoluto y pululaba por la concentración. Ni a Miera ni a Kubala les agradaba su presencia. No entendían que estuviera tan metido en el día a día. “No vi a Clemente entrometerse en ninguna charla táctica, pero creo que hubo situaciones que se podían haber evitado. Miera sentía esa selección como suya, él había confeccionado la lista”, apunta Kiko.

Abelardo y Berges liquidaron a los ghaneses en las semifinales. En la final, España vio cómo los polacos se adelantaban (0-1) e igualaban (2-2) a 15 minutos del final. La carga final produjo el córner de ese gol surrealista: “Jugábamos con tres centrales y Ferrer era carrilero. Fuimos con todo al ataque y eso habla de la ambición de aquel equipo”.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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