Míchel conquista a Guardiola
El técnico de Vallecas, que se esforzó en aprender el catalán, consigue el ascenso con el Girona, el séptimo de su vida a Primera
“En disembre (por desembre en catalán, diciembre en castellano)”, se arrancó Míchel. Pero hizo una pequeña pausa y miró al jefe de prensa del Girona, David Torras. “¿No?”, le preguntó en busca de su aprobación. Y continuó: “Tenim moltes baixes (tenemos muchas bajas)”. El técnico madrileño, de 46 años, firmó con el cuadro rojiblanco en julio. Unos meses más tarde, en octubre, comenzó a aceptar preguntas en catalán en sus ruedas de prensa. Y, cuando no entendía, no tenía problemas en admitir sus dificultades: “Me puedes repetir, por favor”, “¿Cómo se pronuncia entonces?”.
A final del 2021 se dejó ir. “Ya suelto alguna cosita”, contó con orgullo el preparador; “lo entiendo como necesario y es parte de mi educación. Así me han enseñado mis padres en Vallecas, un barrio que atrae a mucha gente obrera que se siente en casa desde el primer momento. Sé que la mejor forma de integrarme es entender y hablar el catalán. El que lo quiera entender bien y el que no... me parece de mente corta”, concluyó Míchel.
No le hizo falta decir nada más. En Girona, por supuesto, celebraron la actitud del entrenador. “De un inicio lo tenía muy claro, quería conocer la cultura de la ciudad y del club. Y se dio de una manera muy natural, no fue nada forzado. Y hoy su manera de actuar es una bandera”, subraya Quique Cárcel, director deportivo del cuadro rojiblanco. Míchel no pidió un profesor de catalán. En cambio, se instaló en el centro de la ciudad y buscó crearse un entorno de Girona con el que pudiera salir a comer, realizar caminatas y jugar al pádel. Pedía que le recomendaran novelas, como también que le hablarán en catalán. Y hasta googlea frases para mandarles a los empleados del club por WhatsApp. Todos los mensajes que recibe de Torras, por ejemplo, ya sean audios o de texto, son en catalán.
“Es una persona muy natural, muy humilde y muy cercana”, añade Cárcel; “solo hay que ver lo que hace cada viernes”. Lejos de su familia -sus hijos juegan en la cantera del Real Madrid y espera que su mujer se mude a Cataluña la próxima temporada-, Míchel ha encontrado refugio en sus vecinos: cada viernes se junta con ellos a cenar tortilla de patatas y jamón. El técnico del Girona se encarga de los postres.
Como si en su día a día emulara la mítica dicha de John F. Kennedy -”No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país”-, Míchel ha mirado a Girona, en lugar de dejarse admirar por la ciudad. Pero el vínculo del técnico madrileño no solo es estrecho con la cultura y la capital gerundense; lo es, esencialmente, con el club rojiblanco. “Me siento muy identificado con la manera de ser y de pensar de Míchel. Tengo un respeto muy grande por sus ideas”, remarca Cárcel. De hecho, la conexión fue inmediata. Pocos meses después de haber tomado las riendas del primer equipo y con el Girona en puestos de descenso, el director deportivo le ofreció prolongar su contrato: el que tenía era por un año y se renovaba automáticamente si el equipo ascendía a Primera.
Pero Quique Cárcel creía que el proyecto Míchel iba más allá de sellar o no el regreso a la élite del fútbol español. “Me gustaba lo que veía. El equipo era alegre, jugaba un buen fútbol y los jugadores estaban cada día más convencidos de la idea. Él domina ese estilo y domina la categoría”, insiste el director deportivo. De hecho, Míchel consiguió el domingo su séptimo ascenso a Primera. Antes había sellado dos como entrenador (en la campaña 2017-2018 con el Rayo y en la 2019-2020 con el Huesca), más otros cuatro como jugador, todos con el cuadro de Vallecas (1995, 1999, 2008 y 2011).
Ningún técnico, en cualquier caso, había contado con el visto bueno de la propiedad (el City Group, dueño del Manchester City) como Míchel. “Entiende lo que requiere este proyecto”, cuenta Quique Cárcel. El año pasado, en uno de los viajes de Pep Guardiola a Barcelona, el madrileño pidió un encuentro con el entrenador de Santpedor. La conversación comenzó fluida y amigable y terminó con Guardiola abriendo su ordenador y explicando los detalles de un duelo entre el City y el Everton en la Premier. “En ese momento, ya todos nos perdimos. Era imposible seguirles la conversación”, cuenta uno de los presentes en el encuentro en la casa del técnico del campeón de liga inglesa en Barcelona. Se volvieron a ver en Manchester y ahora ya a nadie le extraña que intercambien mensajes. “¿Las conversaciones entre Pep y Míchel?”, dice Cárcel; “divertidas y muy apasionadas”.
Si Machín le dio una identidad futbolística al Girona, Míchel ha conseguido que el equipo, la ciudad y también la propiedad se muevan por fin en la misma sintonía por la que tanto perseveraron técnicos como Eusebio, Unzué o Francisco.
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