La undécima Copa de Europa de balonmano del Barcelona pasa por derrotar a una familia
El equipo azulgrana, que busca ser el primero en revalidar el título en una Final Four, se enfrenta al Kielce polaco, donde Talant Dujshebaev dirige a sus hijos Álex y Dani
Talant Dujshebaev (Frunze, Kirguistán; 54 años) se retiraba este sábado serio, con la mandíbula prieta y a paso ágil por los pasillos del Lanxess Arena de Colonia tras alcanzar la final de la Champions de balonmano. Apenas un saludo rápido al meta español del Veszprem, Rodrigo Corrales, a quien acababa de derrotar y al que quiso fichar en su día para el Kielce. Un minuto después, su hijo Álex (Santander, 29 años) lo hacía más sonriente. “Si no es por ti, ya nos habríamos ido ganando al descanso”, le gritó al portero, compañero suyo en la selección.
Ellos dos, Talant y Álex, más Dani (Santander, 24 años), el tercero del clan, son la última valla que debe saltar el Barcelona para levantar este domingo su undécima Copa de Europa de balonmano (18.00, Dazn) y ser el primero en revalidar el título desde que se decide en una Final Four. Un padre dirigiendo a dos hijos, un caso de convivencia familiar muy poco habitual dentro de un vestuario de alto nivel teniendo en cuenta todos los deportes. Para los Dujshebaev es, además, su primera final de Champions juntos.
El patriarca, nombrado el segundo mejor jugador del siglo XX, se refugió en 2014 al sur de Polonia cuando el gigantesco proyecto del Ciudad Real (y su corta continuación a través del Atlético) explotó por los aires en la gran caída del balonmano de clubes español. De ganar tres Copas de Europa casi seguidas en La Mancha (2005-06, 2007-08 y 2008-09) a volver a empezar a 3.000 kilómetros. Allí fue reagrupando a la familia, en la caseta de este club -hegemónico en su país- e incluso en el mismo bloque de edificios, donde también vivieron otros españoles que pasaron por este conjunto, como el extremo Ángel Fernández, esta vez rival en el Barça.
En esta ciudad minera y comercial de unos 200.000 habitantes, Talant, un carácter indomable, educado en la innegociable disciplina de la URSS comunista, ha hecho bueno su discurso guerrero, puro fuego, a la vez que ha tallado sobre la pista a sus hijos, referentes como lo fue él en su día de la selección española. Especialmente el mayor, Álex, uno de los grandes nombres del balonmano mundial. “Es el que más se parece a mí, tuvo que luchar mucho. De pequeño querían que jugara de extremo. Pero yo le veía más de central-lateral porque tenía visión de juego”, comentaba el pasado verano en una entrevista en EL PAÍS. Con el bebé de este, además, ha podido ejercer de abuelo bizcochón. Y en breve le llegará otro nieto.
“Quiero jugadores pitbull”
“Nunca he pensado si son mis hijos. Claro que lo son, pero si no fuera por su calidad, no estarían. Les trato por igual a todos. A veces, incluso, he sido un poco injusto con Álex y Dani, les he echado la bronca un poco de más por ser mis hijos. Fuera de la pista, prácticamente nunca hablamos de balonmano. Si no, nos volveríamos locos”, apuntaba en la misma charla.
A la final de este domingo, el Kielce de Talant y sus hijos llega tras vencer al Barcelona en los dos encuentros consecutivos de la fase de grupos (30-32 y 29-27), dos derrotas que hicieron daño en el Palau en un momento de gran incertidumbre y dudas por el arriesgado cambio acometido en el banquillo con la llegada de Carlos Ortega en lugar de un Xavi Pascual que había sido despedido después de una temporada perfecta (61 triunfos sin fallo). Medio año después, Colonia asiste al juicio final.
Talant, que se estrenó en el gran torneo europeo en 1994 con el Teka, ya levantó en 2016 otra Champions con el club polaco en una de las remontadas más increíbles que se recuerdan (perdía por nueve ante el Veszprem a falta de 15 minutos). Álex también la ganó con el Vardar en 2017, aunque con un papel menos protagonista que el actual. Y Dani busca la suya. El más joven llega a la cita de este domingo tras superar dos graves lesiones de rodilla en solo dos años. De la última, que le dejó sin Juegos, se recuperó en las instalaciones del Barcelona por invitación del club, cuya camiseta visitó entre 2013-16 pese a su condición de madridista confeso, como su padre.
Hace justo un año, en otra mañana tórrida del verano madrileño, Talant Dujshebaev reclamaba jugadores más ardientes, depredadores, lo que él llamaba “pitbull”. “Estoy intentando fichar a jugadores con raza. Porque a los que no entrenan a tope y se quejan, estos van y les atacan”, exclamaba. “Todos son grandes, altos, guapos, impresionantes, pero luego no tienen esas agallas de líderes. En mi equipo me falta la maldad de esta gente. Tengo un par de polacos que son muy buenos, pero muy nobles. Les estoy picando para que sean más cabrones. A fin de cuentas, nuestro desafío es ganar. No me importa jugar bien. Y, si puedes aplastar, mejor. Y no es falta de respeto al rival, todo lo contrario. El Barcelona de Valero Rivera me encantaba porque eran unos pitbull”, concluía. En aquel Barça de las cinco Copas de Europa seguidas (1996-2000; la final era a ida y vuelta) estaba el actual técnico culé, Carlos Ortega, que ahora busca su primera en el banquillo. Si la quiere, tendrá que derrotar a una familia.
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