El “momentum” Guardiola
El técnico ejerce de oráculo del Barça mientras evoluciona al City con Haaland después de triunfar con Messi
Pep Guardiola no para de jugar y de pensar sin que se sepa todavía si le mueve más el corazón o la cabeza, o ambos a la vez, ahora mismo protagonista de un torneo de golf en Mallorca. Allí han acudido los periodistas para saber su diagnóstico sobre el estado del Barcelona y sus proyectos en el Manchester City.
El técnico es un oráculo para la afición azulgrana, huérfana de Cruyff y de Messi: “A veces asumir un perfil más bajo ayuda a crecer más rápido. La percepción que tengo es buena, pero hay que tener tranquilidad. Costará un año o dos y no será fácil cuando no se pueden hacer grandes fichajes, pero los éxitos llegarán”, afirma Guardiola cuando es consultado por el mal momento del Barça.
El próximo reto en el City tiene algo que ver con sus cuatro años en el Camp Nou. El entrenador trascendió tácticamente por convertir a Messi en un falso 9. Aumentan las expectativas generadas por el entrenador después del triunfo de su equipo en la Premier en un mano a mano sobrecogedor con el Liverpool. Obsesionado con reducir la incertidumbre, Guardiola lloró como un aficionado después de que el City remontara en cinco minutos los dos goles del Aston Villa: 3-2.
Aquel 22 de mayo se ganó a los críticos que le acusan de dar demasiadas vueltas a los partidos, víctima del overthinking, como denominan los ingleses a los que piensan demasiado, tanto que pierden el foco y cometen errores considerados absurdos en situaciones extremas, pocas como las que se dan en la Champions.
La derrota del City en el Bernabéu no solo agrandó la leyenda del Real Madrid sino que alimentó las dudas sobre Guardiola y su dificultad para manejar los partidos de la Copa de Europa. La memoria activa la final perdida con el Chelsea (2021) por no recordar las derrotas ante el Olympique de Lyón (2020) o el Mónaco (2017).
A Guardiola se le calificó de “profesor chiflado”, de “arrogante”, de “inventor de fórmulas para perder”, de ser tan buen entrenador como mal director de partidos por cometer guardioladas, en cuanto seguidor radical de Cruyff. Y se le señaló por convertir a rivales menores en molinos de viento con planteamientos alejados de la convencionalidad, de tal manera que en su afán por sorprender al rival sorprendía a su equipo, como reconoció en el Bayern-Madrid de 2013-2014.
Aunque continúa sin ganar la Champions sin Messi —fue campeón en 2009 y 2011—, a Guardiola se le mira hoy de manera diferente desde que su equipo ganara la última Premier: “Llamé al Madrid y me dieron buenos consejos. No tuvo explicación lo del Bernabéu y tampoco lo de hoy. Fue un momentum”, argumentó después de una jornada que evocó la vivida en 2012 cuando el City alcanzó el título con un gol en el minuto 93 del Kun Agüero.
El momentum ayudó a combatir los prejuicios que había sobre aquel técnico tan racional que convirtió un campeonato de resultados impredecibles en una rutina victoriosa: el City solo había concedido tres derrotas por dos del Liverpool. Aquel equipo tan alegre como fiable, inclemente en los estadios más desapacibles, también podía ser romántico el último día de la temporada, expuesto al azar y el error, en su duelo con el club de Anfield.
La rivalidad con Klopp
La rivalidad con Klopp ha hecho mejor entrenador a Guardiola. El contencioso con Mourinho le agotó también como técnico del Barça. La lucha y el trayecto han sido en cualquier caso muy enriquecedores porque Guardiola ha influido decisivamente en el fútbol alemán e inglés, en el debate táctico y en la formación de futbolistas o en su evolución como se advierte por ejemplo en Cancelo.
A Guardiola le encanta pensar, innovar y deconstruir el juego, “porque lo único que intimida al contrario y lo único que ama la gente es el juego”, insiste después de certificar que es un ganador nato con 32 títulos —11 el City, 7 en el Bayern y 14 en el Barça—, solo superado por Alex Ferguson con 49. Ningún trofeo le define mejor que la Liga: suma 10 sobre 13 desde su estreno en 2008.
“Pep es un volcán, un técnico ingenioso y autoexigente que prepara cada partido como una gran batalla y cuya dedicación es infinita” advierte uno de sus excolaboradores. “Ahora se le elogia porque gana. A partir de la victoria se articula un relato de bonanza que, haciendo las mismas cosas, se convertiría en pésimo si perdiera; no se escribiría lo mismo si no hubiera ganado la Premier”.
El próximo desafío es volver a ganar, seguir jugando y creando, a partir de una figura como Haaland. El técnico trabaja muy a gusto en un club que le resulta familiar por la presencia del director ejecutivo, Ferran Soriano, y del director de fútbol, Txiki Begiristain, que ya fue su secretario técnico en el Barcelona. Txiki le da estabilidad y seguridad a Guardiola. La prioridad es generar el mejor entorno posible y que el entrenador solo se tenga que ocupar del partido y no tenga más presión que la suya; no la del City. “El club no le exige la Copa de Europa”, cuenta un alto dirigente de la entidad; “le pide que compita por los títulos con el mejor fútbol posible, cosa que por otra parte es el objetivo de Pep”. Nadie le pidió tampoco que asumiera una carga simbólica que provoca controversia y sin embargo defiende su activismo político —nacionalista catalán— y social de forma desacomplejada, por más que le sea difícil regular la tensión interna con la que vive, pasional y racional al mismo tiempo, seny y rauxa como se dice en Cataluña.
“Hay un detalle que explica su obra y no es el juego de sus equipos con la pelota”, cuenta desde el Etihad y coincide un técnico de la Premier. “Sus futbolistas presionan hoy, seis años después, igual que cuando llegó al City. La manera como corren todos para recuperar el balón es un signo de fidelidad: los que llegan aprietan tanto como los que están. Me encanta el trabajo sin balón del City. Ya tengo ganas de saber qué siente y qué piensa Pep sobre cómo debe jugar Haaland”.
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