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Carlos Soria busca coronar a los 83 años el Dhaulagiri, su decimotercer ochomil

El alpinista abulense, que asciende con una prótesis en una rodilla, quiere homenajear en la cima a los ancianos fallecidos en la pandemia

Carlos Soria alpinista
Carlos Soria, en el Dhaulagiri.
Juan Morenilla

Orinar dentro de la tienda de campaña. Lo que más le cuesta a Carlos Soria en su expedición al Dhaulagiri (8.167 m) es satisfacer sus necesidades fisiológicas en el interior de su refugio cuando el frío fuera es un cuchillo. La culpa es de la prótesis en la rodilla izquierda que acompaña a este alpinista abulense de 83 años. En la alta montaña, los hombres suelen orinar de rodillas en un bote, pero la articulación de Carlos Soria tiene una flexión limitada después de la operación y debe apañarse acostado. También le cuesta vestirse y atarse las botas, pero por lo demás nada detiene a este hombre eterno que sigue persiguiendo un sueño: convertirse en la persona de más edad en coleccionar los 14 ochomiles. Y solo le faltan dos por apuntarse, el Dhaulagiri y el Shisha Pangma (8.013 m).

“Bajando es cuando más noto la prótesis, sobre todo si hay nieve profunda, pero cada vez tengo más confianza y me muevo mejor. El resto del cuerpo está fuerte. Soy un bichito raro y estoy muy contento con lo que hago, con la energía suficiente para subir allí arriba y bajar. Quiero acabar el proyecto de los 14 ochomiles, pero sobre todo quiero subir al Dhaulagiri, quiero subir, a ver si esta vez tenemos suerte”, cuenta Carlos Soria a EL PAÍS desde el campo base, a 4.700 metros, mientras se prepara para iniciar este viernes el asalto a la cima aprovechando una ventana de buen tiempo que, según sus planes, le llevaría a la cumbre el próximo lunes.

Dhaulagiri. La montaña deslumbrante, según su nombre nepalí. El séptimo pico más alto del planeta. Carlos Soria subió su primer ochomil a los 51 años, el Nanga Parbat en 1990; 10 cumbres las ha conquistado cumplidos los 60; y en ocho posee el récord de ser la persona de más edad en su techo. El Everest cayó a los 62, el K2 a los 65, con 77 el Annapurna… Pero se le resiste el Dhaulagiri, su “viejo amigo”, una montaña maliciosa por la cantidad de nieve que acumula y el peligro de aludes.

Son más de 10 veces las que Soria ha acudido a sus faldas. La cima nunca le ha sido concedida. A cambio, ha encontrado dolor: allí vio morir a su amigo Pepe Garcés. Y ahora, camino de las nubes, guarda en la mochila un objeto especial. Su mujer, Cristina, ha tejido unas flores de colores de ganchillo. Carlos quiere posarlas en la cumbre. “Es mi homenaje a la gente de mi generación que ha muerto en la pandemia. Quiero subir esas flores para recordar a las personas mayores que fallecieron en las residencias. Nosotros, los de mi edad, hemos pasado por muchas cosas y para algunos la vida ha acabado de una manera injusta. Eso me entristece. Quiero subir por ellos”, comenta Soria.

Flores que Carlos Soria quiere subir a la cima del Dhaulagiri.
Flores que Carlos Soria quiere subir a la cima del Dhaulagiri.

La vida de este tapicero de Ávila tampoco fue sencilla. Criado en una familia pobre que vivía en una casa sin agua, empezó a trabajar a los 11 años y no fue hasta bien entrada la madurez cuando encontró la ayuda económica para financiar expediciones más ambiciosas (estuvo en la primera aventura española en el Himalaya, en 1973). Aunque ahora el grifo se ha cerrado. Al Dhaulagiri ha viajado sin patrocinador, acompañado solo de su inseparable Sito Carcavilla, alpinista y geólogo, un fisioterapeuta que permanece en el campo base y seis sherpas (el cocinero le ha preparado una tortilla de patatas). “Para venir aquí muy bien necesitábamos 100.000 euros, aunque también te lo puedes montar solo por dos reales. Todo es muy relativo. Si hacemos cumbre, lo más seguro es que consigamos algún patrocinador para el Shisha, porque ahora no hemos tenido ninguna empresa, solo algún amigo que nos ayuda”, cuenta el alpinista.

Hipoxia y ajo negro

En un mundo cada vez más expuesto “a venderse”, Soria no se mueve un dedo de su filosofía. Por precaución, se ha dado la vuelta muchas más veces de las que ha seguido, presume de que no ha perdido ni una uña e intenta ser sincero ante los “camelos y cuentos” de la montaña: “Puedes usar sherpas, oxígeno o cuerdas fijas, pero decir la verdad. Yo nunca he usado oxígeno más abajo del último campo. La montaña es de todos y cada uno la vive de una manera. Hay mucha mentira y exageración”, lamenta.

Para el Dhaulagiri se ha preparado como si le fuera “la vida”. La luz se enciende a las 6.30 en su casa madrileña de Moralzarzal. En el garaje, el lugar del coche lo ocupan mancuernas, esterillas, agarres en las paredes, una bicicleta estática con unas bielas especiales para no doblar tanto la rodilla y una tienda de hipoxia en la que duerme simulando estar a 4.000 o 5.000 metros (buena parte de su vida la ha pasado a esa altitud). En el menú, ajo negro, leche de soja, avena y semillas de chía. El cuidado ha de ser máximo a sus 83 años. Algunas teclas chirrían. Ha sido operado de cataratas y de la vejiga, tiene alguna pérdida de audición, se preocupó por un problema en el sistema periférico nervioso y luego está esa prótesis. “Y pese a todo, no he visto a nadie pelear tanto como él”, cuenta Juan del Campo, entrenador de atletismo y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid, que ayuda al alpinista con su preparación. “Los meses de rehabilitación fueron muy duros. Es la primera persona en el mundo que sube a un ochomil con una prótesis. Ni los médicos sabían cómo reaccionaría esa pieza a esa altitud y 40 grados bajo cero. A Carlos no le para nadie. Cuando iba a dar una charla por España pedía un fisio para hacer rehabilitación y no perder un día de recuperación. Él quería volver. Siempre dice: ‘Si te duele un brazo, entrena el otro’. Su lema es que no hay que detenerse nunca”.

Manuel Leyes, traumatólogo que intervino en su operación, ha pasado 10 días con Soria durante la aclimatación en el Valle del Khumbu. “Y le parece casi imposible que a alguien se le ocurra hacer esto”, suelta el alpinista desde el campo base. Allí se mueve entre expediciones de Alemania, Israel, Japón, Noruega y Taiwán. Entre ellos es casi un ser mitológico. Otros grupos de trekking pasan por la zona y acuden a saludarle. “Mucha gente me quiere”, dice Carlos Soria a los pies del Dhaulagiri, con un ramo de flores en la mano.

Carlos Soria, en su casa de Moralzarzal.
Carlos Soria, en su casa de Moralzarzal.Víctor Sainz

OchomilAltitudAño de ascensiónEdad de Carlos Soria
Nanga Parbat8.125 m199051 años
Gasherbrum II8.035 m199455 años
Cho Oyu8.201 m199960 años
Everest8.848 m200162 años
K28.611 m200465 años
Broad Peak8.047 m200768 años
Makalu8.465 m200869 años
Gasherbrum I8.068 m200970 años
Manaslu8.156 m201071 años
Lhotse8.516 m201172 años
Kanchenjunga8.586 m201475 años
Annapurna8.091 m201677 años

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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