Breogán, los colores del cielo y el nombre de un caudillo
El cuadro lucense representa a la ciudad española más pequeña con equipos en las ligas profesionales de fútbol y baloncesto y vuelve a la Copa del Rey tras 32 años de ausencia
“Somos como una aldea gala”, anticipa medio en serio, medio en broma, Tito Díaz, lucense e historia viva del deporte de su ciudad, director general del Breogán, del que antes fue entrenador y jugador. Lugo ya hace tiempo que se desparrama fuera de su cuidada muralla, cabecera de un entorno rural y envejecido al que aporta servicios y que capeó como pudo la crisis en la construcción con el peso del comercio, el transporte, la hostelería y el sector agroalimentario. Saben que en Galicia, siempre volcada a su fachada atlántica, apenas se mira hacia ese interior. Pero hay un latido y el deporte también alza su bandera. El regreso, 32 años después, del Breogán a la Copa del Rey de baloncesto, en la que este jueves se enfrenta en cuartos de final al Real Madrid, es una buena alerta para reparar la ciudad más pequeña (no llega a los 100.000 habitantes) que cuenta con equipos en las competiciones profesionales de fútbol y baloncesto.
La efervescencia del fútbol agitó la ciudad entre 2010 y 2015. El club, un clásico de la Segunda B que solo había estado un año en la categoría superior, se instaló en Segunda, donde ya suma diez campañas siempre en el furgón de cola de los topes salariales y aparentemente inmune a los vaivenes de un proyecto deportivo que ha consumido nueve entrenadores en los últimos tres años. El salto había llegado con un proyecto inaudito en las catacumbas del fútbol en el que un director deportivo, Carlos Mouriz, le dio el volante a un soñador que salía con la pelota controlada desde su portería. “Lugo era un lugar idílico para trabajar”, apunta Quique Setién.
Pero Setién se fue y Mouriz, hoy director general en el Racing de Ferrol, salió cuando la Diputación decidió vender su mayoritario paquete accionarial en la entidad, A la subasta concurrieron Tino Saqués, un empresario local del sector del frío industrial, y Gerard López, luxemburgués e hijo de emigrantes lucenses, expresidente de la escudería Lotus en la Fórmula 1, que anhelaba pilotar al equipo de fútbol de la ciudad de su infancia, pero que destapó sus cartas. Saqués ganó la puja por 1,6 millones de euros. Hoy su peso accionarial llega casi al 75%. López, que no hace mucho llegó a sondear la situación del Deportivo, anida ahora en Francia, donde compró el Lille y lo vendió para adquirir el Girondins, unos gigantes al lado del Lugo. El pasado domingo contra el Amorebieta congregó a 2.200 personas en su estadio.
A la misma hora jugaba el Breogán contra el Valencia y la afluencia al pabellón duplicó la del campo de fútbol. “Somos una ciudad de baloncesto”, advierte Tito Díaz. Lugo empezó a mirar a la canasta tras la Guerra Civil. Algunas fotos muestran atestadas explanadas con galaicos partidos bajo la lluvia y se alude a unos soldados catalanes que plantaron una semilla que en la península solo existía en su tierra o en Madrid. No fue casual que en los primeros años sesenta Lugo fuese una de las primeras ciudades españolas en disponer de un palacio de los deportes cubierto. Y con suelo de parqué. Allí se albergó en 1964 una fase final de Copa, con el RTR, un club local como anfitrión. Dos años después nació el Breogán, con los colores del cielo y el nombre de un mitológico caudillo gallego. En cuatro años se convirtió en el primer equipo de la provincia en jugar en una máxima categoría nacional.
El peso del club no ha decaído desde entonces. Ni siquiera doce años lejos de la ACB entre 2006 y 2018 le pusieron a rebufo del Lugo. “Es algo que ha pasado de padres a hijos. El baloncesto impregna está en las conversaciones del día a día”, resume Tito Díaz, arquitecto de un proyecto en el que la Diputación también se deshizo de su participación y que sostienen dos accionistas de referencia, pero en el que el 60% está repartido entre centenares de pequeños propietarios. “Las cosas muy atomizadas es más sencillo que pervivan”, resuelve Díaz, arquitecto de un equipo recién ascendido que ha sorprendido al colarse en la Copa del Rey con el presupuesto mínimo que permite la ACB, 2,8 millones de euros. A los salarios de los jugadores destina 1,8. “Algunos jugadores del Real Madrid cobran más que todo nuestro plantel”, advierten en el club.
“Subimos un 20 de junio, nos admitieron en la ACB el 10 de julio y el 1 de agosto íbamos a empezar la pretemporada. Necesitábamos un entrenador y seis jugadores, entre ellos los cinco titulares”, rememora Tito Díaz. La solución la encontraron en Mirko Raznatovic, director de la agencia Beobasket, con una de las mayores carteras de técnicos y jugadores del continente. “Conseguimos atraer su atención. Les explicamos nuestro proyecto y encontramos una confluencia de intereses: nosotros accedimos a un talento muy por encima de nuestra posibilidad y ellos entienden que Lugo es un buen destino para relanzar jugadores”.
El técnico Paco Olmos se fue a Burgos con una oferta que cuadruplicaba su salario. El alero bosnio Dzanan Musa, una primera ronda del draft que no encajó en el Anadolu Efes tras pasar por Brooklyn Nets, se irá porque ha multiplicado por ocho el caché que tiene en Lugo. “Aíto siempre dice que no quería a más de dos jugadores de la misma agencia. Y yo si estuviese en el Barça tampoco, pero estoy en el Breogán. No entiendo que haya críticas”, concluye Tito Díaz. En verano volverá a tocar reinventarse. Pero sabe que, salga cara o cruz, nadie en Lugo dejará de lado al equipo.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.