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Muere Berasaluce, portero suplente de las cinco primeras Copas de Europa del Madrid

En las cinco ediciones, el guardameta solo disputó un partido, un desempate contra el Rapid de Viena

Jon Rivas
Berasaluce
Javier Berasaluce

Javier Berasaluce (Deba, Gipuzkoa), que ha fallecido en Vitoria a los 91 años, se mosqueó bastante cuando siendo portero del Alavés, se dio cuenta de que un fotógrafo vitoriano, Agustín Peña, se colocaba siempre detrás de su portería a hacer las fotos. “¿Otra vez vienes aquí?” No sabía entonces que además de reportero gráfico era el ojeador del Real Madrid en Mendizorroza. Se enteró cuando en plena calle General Álava le abordó Juan Antonio Ipiña, secretario técnico del club blanco, le preguntó si le gustaría jugar en su equipo, y le emplazó para la semana siguiente en las oficinas madridistas, en el número 2 de la calle Valenzuela, donde estaba el frontón Fiesta Alegre en el que dio sus primeros pasos el equipo de baloncesto merengue.

Berasaluce nunca pensó que podría fichar por el Real Madrid, porque se definía como “un portero corriente”, como comentaba en una entrevista en El Correo, pero no dudó ni un instante en aceptar la oferta callejera, que en aquellos tiempos las cosas se hacían así, sin intermediarios ni representantes.

Permaneció cinco temporadas en la disciplina del club blanco. Escuchaba con admiración a Di Stéfano, le preguntaba a Puskas por su vida en Hungría y su salida al exilio, pero jugó poco. El portero titular era Juanito Alonso, guipuzcoano como él, que le dejó poco margen, apenas 19 partidos en ese periodo, uno en la Copa de Europa, pero fue un desempate crucial, que sirvió para que el Real se clasificara para cuartos de final de la Copa de Europa. Fue contra el Rapid de Viena en la temporada 1956-57. “No dormí”, confesaba. Fue la única vez que vio nervioso a Santiago Bernabéu. Les dijo que tenían que ganar como fuera. Lo hicieron, y despejaron el camino para el segundo título continental.

El portero guipuzcoano comenzó a jugar al fútbol en la playa de Deba, donde pasó la Guerra Civil. Tenía seis años y le criaba su abuela después de la muerte prematura de su madre. Cuando aparecían los aviones rebeldes se escondían en una cueva cerca de casa.

De la playa al Alavés

A los 12 años se marchó interno a la escuela de formación profesional de los Salesianos de Deusto para estudiar maestría industrial. Desde el campo de fútbol de tierra del colegio se veía, al otro lado de la Ría de Bilbao, la silueta de San Mamés, donde sólo jugó como visitante, aunque estuvo allí hasta los 17 años, cuando su ídolo era Ignacio Eizaguirre, el portero del Valencia. Un día se lesionó el guardameta de su clase y se ofreció voluntario para jugar. Les dijo a sus compañeros que en verano, en la playa, jugaba en ese puesto. Allí se quedó, y cuando acabó los estudios se enroló en el Amaikak Bat de su pueblo. Hasta que le descubrió la Real Sociedad de Benito Díaz. Era el tercer portero hasta que un día se le acercó un directivo: “Tienes que ir a Vitoria”.

Se había lesionado Calderón, el portero titular de Alavés, recién ascendido a Segunda División. Un directivo le esperaba en la estación y le acompañó a la pensión Urtaran. Decía que le servía de entrenamiento subir los 101 escalones hasta llegar al piso. Debutó en una derrota frente al San Andrés (4-1), pero después las cosas fueron mejor. Fue protagonista en el histórico ascenso a Primera en 1954. Viajaban en autobús dormían a medio camino y Javier disfrutaba del ambiente con sus compañeros. Hasta que llegó el Real Madrid.

Aunque apenas jugó, ganó cinco Copas de Europa y dos Ligas. Para entonces ya conocía a quien iba a ser su mujer, Margarita Bajo. Solía entrar a comprar en el negocio familiar de material de oficina y papelería. Ella no le cobraba lo que compraba.

Después de jugar en el Real Madrid alargó su carrera en el Racing, y después de dos temporadas recibió una gran oferta de Osasuna, la mejor que había tenido nunca, pero su suegro le disuadió: “Con ese dineral que te ofrecen, van a querer que pares hasta el viento”, y le dijo que tenía que hacerse cargo de la tienda, así que le hizo caso, dejó el fútbol a los 32 años y se dedicó al negocio y a la fotografía, una afición que inculcó a Javier, uno de sus cinco hijos, actualmente, responsable del archivo fotográfico municipal de Vitoria, y a su nieta Sara, ganadora de innumerables premios artísticos por su obra fotográfica.

El 21 de enero de 2021, después de sobreponerse a la covid, Javier Berasaluce, portero de 1,75 metros y manos poderosas, volvió al césped de Mendizorroza sentado en una silla de ruedas, junto a su biznieta Uxue, para hacer un simbólico saque de honor en el partido de Liga entre el Alavés y el Real Madrid, con motivo del centenario del club vitoriano. Poco más de un año después ha fallecido en Vitoria.

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