Muere ‘Torpedo’ Müller a los 75 años
El eterno goleador alemán, máximo anotador histórico de la Bundesliga y leyenda del Bayern y la selección, ha fallecido tras sufrir alzhéimer desde 2008
“4-ever Gerd” (Por siempre Gerd). Este fue el mensaje que Robert Lewandowski mostró en su camiseta el pasado 15 de mayo cuando marcó su gol número 40 en la temporada e igualó el legendario récord de Gerd Müller que perduraba desde el curso 1971-72. Era el homenaje particular del jugador y del Bayern Múnich a su gran leyenda.
Una semana después el delantero polaco superaba la cifra con un tanto en el último minuto contra el Augsburgo. “Estoy convencido de que en mi lugar Gerd hubiera hecho lo mismo. Los récords están para superarse. El que no creo que se bata jamás será el de 365 goles en 427 partidos que también está en su poder. Es imposible”, comentó Lewa después del partido. Un reconocimiento perpetuo al Torpedo por excelencia: Gerd Müller (Noordlingen, Baviera, 75 años) fallecido este domingo de madrugada, según confirmó el Bayern, tras una larga lucha contra el alzhéimer que se le diagnosticó en 2008, aunque fue en 2015 cuando su club de toda la vida lo hizo oficial.
El FC Bayern lamenta la pérdida de Gerd Müller.
— FC Bayern München Español (@FCBayernES) August 15, 2021
Hoy, el mundo del FC Bayern se detiene. El gran campeón alemán y toda su comunidad de aficionados están consternados por la pérdida de Gerd Müller, fallecido en la madrugada del domingo a los 75 años.
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El 3 de noviembre, fecha de su 75 aniversario, unas declaraciones de su esposa, Uschi, al diario Bild hicieron ya presagiar lo peor. “Se pasa casi las 24 horas en la cama, solo se despierta por momentos, va lentamente hacia el más allá mientras duerme. Es hermoso cuando abre un poco los ojos y logra decir sí o no moviendo una pestaña. Está tranquilo y en paz, creo que no tiene dolor. No come prácticamente nada, solo traga un poco de puré. A veces vemos la televisión juntos, aunque él ya no entienda nada”.
Uschi y Gerd se conocieron en un bar cuando ella tenía 16 años y él 20 y se casaron en 1967. En sus sentidas palabras, Uschi recordó que antes del coronavirus visitaba a Gerd todos los días en la clínica donde llevaba más de cinco años ingresado, pero que en los últimos meses su presencia ya no era posible. “Hace solo un año todo era diferente. También pude llevarlo a la heladería, pero desde la covid no podía visitarlo. No creo que sufra. Espero solo que no pueda reflexionar sobre su destino y sus condiciones actuales”.
Su legado futbolístico sí merece un buen puñado de reflexiones. El delantero alemán menos alemán es el mejor goleador de la historia futbolística de su país. Desde sus 176 centímetros, sus piernas cortas, sus muslos anchos, su culo bajo, su cuerpo rollizo y su mente privilegiada para estar en el momento oportuno en el sitio justo, el remate y el gol no tenían secretos para él. Sus récords realizadores, aún vigentes algunos, definen por sí mismos su talla como delantero universal. Pero Der Bomber der nation, (el bombardero de la nación) como se le conocía en su tierra, fue mucho más que números.
Las palabras de su excompañero y amigo Franz Beckenbauer suenan ahora con más rotundidad que nunca. “Gracias a sus goles, el Bayern alcanzó el nivel internacional en el que todavía juega. Es el jugador más importante de la historia del club. Estoy seguro de que la gente seguirá hablando de Gerd Müller dentro de 100 años”.
Su carrera hacia la cima no fue fácil. Su físico fue siempre un obstáculo. Entró en el Bayern en 1964 y en su ficha se leía que en un partido con el equipo de su ciudad natal había marcado 22 y que esa misma temporada llegó a los 180. Sin embargo, el entonces técnico del Bayern, el croata Zlatko Cajkovski, le miraba con los ojos de la incomprensión. Le apodó Pequeño gordito. “¿Cómo voy a poner un elefante entre mis purasangres, acaso nos dedicamos a la halterofilia?” Gerd no se acobardó. Bajó de 93 a 73 kilos y se hizo con una titularidad que nunca perdió hasta la retirada.
El área fue el salón de su casa. Siete veces máximo goleador de la Bundesliga, 723 goles en 771 partidos oficiales; 68 en 62 con Alemania. Máximo goleador del Mundial del 70 y de la Eurocopa 72. Su vida era el remate. Con la derecha, con la izquierda, con la cabeza, con la pantorrilla, con el tacón… Con lo que fuera.
Su primera gran cita internacional fue México 70. No llegó como titular indiscutible. Le cerraba el paso el incombustible Uwe Seeler, nueve años mayor que él. A base de goles, cómo no, compartieron once y hasta habitación. Müller se disparó hasta los 10. Nadie ha marcado tantos en un Mundial desde entonces. Uno contra Marruecos; tres a Bulgaria y a Perú; uno a Inglaterra y dos a Italia en la prórroga de la semifinal más bella. Cuatro de cabeza, uno de penalti, tres en el área pequeña y dos en la grande.
“No pensaba”
“Marcaba tantos goles porque no pensaba. No tenía ninguna receta. Simplemente era mi hobby. Remataba sin pensar. Si lo hubiera hecho no hubiera marcado ni la mitad”, solía comentar. Uno de sus entrenadores, Dettmar Cramer, se rindió a sus condiciones. “Remata más rápido de lo que yo puedo pensar”.
En 1970 fue elegido Balón de Oro, ganó la Bota de Oro (38 goles) y se llegó a asegurar que firmó un contrato con el Barcelona, que finalmente no se ejecutó porque su mujer no quería moverse de Múnich. Los azulgrana terminaron fichando a Cruyff.
Con el tiempo aprendió a moverse por territorios hostiles sin perder la eficacia goleadora. Sabía proteger el balón, descargar y darse la vuelta antes de que el marcador de turno pudiera reaccionar. En las distancias cortas era rápido. Su centro de gravedad bajo y la potencia de sus piernas le ayudaban a anticiparse en los metros finales. Atacaba el balón, no lo esperaba.
Su carrera encadenó éxitos individuales y colectivos. Ganó todo lo que se puede ganar tanto con el Bayern como con la selección. Suyo fue el gol del triunfo de la final del Mundial 74 contra Holanda (2-1). En 2012, 40 años después, Messi superó su marca de goles en año natural. Müller había marcado 85 (72 con el Bayern y 13 con Alemania) y el argentino saltó hasta los 91 y envió al jugador alemán una camiseta firmada como reconocimiento a su trayectoria.
No se entendió bien en Alemania que voluntariamente abandonara la selección después de la apoteosis del Mundial 74 con tan solo 29 años e incluso tampoco pareció lógica su marcha del Bayern en el 79. Posiblemente la razón fue que no soportaba las críticas: “Es más lento que una cabina telefónica”, se llegó a escribir.
Tuvo problemas con el alcohol. Se recuperó tras ser internado en una clínica de desintoxicación en 1991. Su salud quedó dañada. Los gajes del oficio le pasaron factura en sus caderas y pronto tuvo síntomas de pérdida de visión y de memoria. Su vida se apagó. No su legado: el gol.
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