El FC Barcelona no es nadie sin la pelota
A los azulgrana les quema el balón y no saben defender sin la posesión a la espera de que Xavi sincronice el juego de los jóvenes con el de los veteranos
La vida del Barça se ha explicado a partir de su relación con la pelota desde los tiempos de Johan Cruyff. A los distintos equipos se les ha juzgado por la velocidad que le daban al balón, admirables cuando era rápida y aborrecibles si era lenta, siempre reconocibles de todas maneras en la Liga y en Europa. No han sido pocas las chanzas que ha aguantado en tiempos de derrota sobre el juego de posesión hasta que ha acabado por pelearse con el esférico después de prescindir de quien lo absorbió ante la dimisión colectiva como fue Messi. El Barça se olvidó de la pelota y del fútbol en San Mamés.
Ningún estadio ha calibrado mejor y de forma más regular el juego azulgrana que La Catedral. Había que ser muy fino y rápido para superar la intensidad del Athletic. El jueves, en cambio, fue un equipo irreconocible porque quiso ser más Athletic que Barça, por su coraje y capacidad de supervivencia, y no supo ni pudo, vencido por el estruendo de San Mamés. Al Barcelona solo le sostuvo el ánimo y el deseo de volver a ser, personalizado en su entrenador, Xavi Hernández, y su presidente, Joan Laporta, convencidos de que con su regreso se recuperarían las esencias del Dream Team. Al equipo, sin embargo, se le ha olvidado jugar al fútbol en escenarios como el del Athletic.
Alcanza con dos imágenes para visualizar la indefinición y su guerra con la pelota en San Mamés. Hay un momento en que Pedri, soberbiamente quieto, pide calma mientras Alba no para de refunfuñar y maldecir a sus compañeros después de ser regateado por Nico Williams. El propio Alba se caerá de culo después en una falta que también quería tirar Alves. Alba jugó mal y perdió 33 veces la pelota, diez más que Alves. Y Pedri reventó después de forzar la prórroga con un gol que coronó su actuación en un estadio que agranda a los mejores futbolistas como ya constató el canario el año pasado el día de Reyes.
Pedri es el líder que emerge sin que acabe de nacer y Alba es el referente que declina sin que termine por claudicar en la indefinición del Barça. Viven los azulgrana un calvario personalizado en Ansu Fati. El delantero no se cura, para y arranca, lesionado desde noviembre de 2020. A veces parece que carga con su pena y con la de Messi desde que se puso la camiseta con el 10. El barcelonismo ha pasado del llanto del argentino a las lágrimas de Ansu. A tristeza não tem fim, felicidade sim —la tristeza no tiene fin, la felicidad sí— asegura el poema de Vinicius de Moraes. No se estabiliza Ansu y se tambalea el Barça.
El equipo no para de dar vueltas a una rotonda, desconfiado y sin más plan que la idea que tiene Xavi, una declaración de intenciones que no se ha plasmado todavía en el campo, como se ha advertido en algunos partidos que dejaron al Barça desnudo, sin la bola, pocos tan evidentes como el de San Mamés. No son los números sino las sensaciones, además del trato, las que ponen distancia entre Xavi y Koeman. Ambos suman las mismas victorias (5) después de 13 partidos con la diferencia de que Xavi cuenta con un empate más (4) y una derrota menos (4).
El punto de inflexión no se ha dado pese a los cambios de técnico desde el despido de Valverde. Tampoco ha habido un mánager capaz de marcar la línea de juego, y no solo de fichar o traspasar jugadores, a partir de la destitución de Zubizarreta. Laporta ha confiado en Mateu Alemany como director de fútbol para que se rompa la cabeza con la masa salarial mientras Jordi Cruyff se acerca a Xavi después de mediar por Koeman. El plan, en cualquier caso, está en la cabeza de Xavi. Y el entrenador aún no ha podido darle forma ni sentido al equipo, aprende a marchas forzadas, igual que Gavi o Nico, los jóvenes que no acaban de sintonizar con veteranos como Busquets, Piqué o Alba.
Sin control
A Xavi, que siempre se distinguió por su paciencia, le mueve la prisa y la necesidad de ganar, como si hubiera cambiado el violín por el tambor, para detener la caída del Barça. Ha subido la posición de los interiores, apuesta por laterales y abre el campo con extremos, un plan que a menudo desprotege a un mediocentro como Busquets por el distanciamiento de Gavi, Nico o Frenkie de Jong. Ha empeorado el juego de posición y al equipo le cuesta mandar y controlar los partidos, más centrado en la recuperación que en la elaboración, poco asociativo y muy largo, como se vio en San Mamés. No parece preparado para tener la pelota y se vence cuando no la tiene porque no sabe defender el área de Ter Stegen.
Alba y Alves no solo tuvieron un mal día, sino que quedaron más expuestos que nunca contra el Athletic. Tampoco hubo noticias de Gavi y Busquets. Abde y Jutglà fueron sustituidos y el equipo se resumió en Pedri. El canario parece ser el jugador sobre el que debe girar el Barça. No es una elección banal como sabe Xavi, cuya carrera de futbolista estuvo a punto de quebrarse por la comparación con Guardiola. El juego puede salir también desde la posición de un volante si se apuesta por pasar la pelota, extremo que no se da hoy en el Barça.
Los azulgrana no encuentran el timing porque les asusta pensar que aspiran a clasificarse para la Champions cuando querían conquistar el mundo con Messi. La ansiedad les puede, temen a la derrota, las pérdidas de balón son constantes, las lesiones se suceden y los conflictos no paran —el ejemplo es Dembélé—. Un día se avanza y al siguiente se retrocede y vuelta a empezar, ahora precisamente sin Ansu y Dembélé. No le queda más remedio a Xavi que decidir cómo mejorará la organización colectiva, cambiar los liderazgos y dar continuidad al juego con más rigor que grandilocuencia, propuesta que pasa por recuperar la pelota, el signo de identidad del hoy desnortado Barça.
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