Pasión y criterio

En toda pasión deportiva hay una máxima que se aplicará a cada aficionado: al menos una vez en la vida un partido de su equipo o una competición importante coincidirán con un evento familiar. Evento que para la familia es mucho más importante, claro. El hincha comienza entonces una azarosa yincana mental en la que, primero, intentará cuadrar horarios, apurando al máximo las horas. Cuando una extraña sensatez entre en su mente, demostrando la imposibilidad de estar físicamente en dos sitios, la mayoría se consolará con la opción de seguir el evento -el deportivo, se entiende- por una televisión que algún alma empática habrá colocado en el recinto. Queda, sin embargo, una selecta estirpe de personas que logra una cierta ubicuidad que consiste, básicamente, en ir primero a ver el deporte para después negociar el resto. Para formar parte de este último grupo es esencial tener mucha pasión. Y también un toque de suerte.

Al periodista Xabier Fortes le tocó demostrar que contaba con los dos atributos un domingo de junio de 1983. Ese día se celebraba la pedida de mano de su hermana. A la misma hora, el Teucro se jugaba el ascenso a la Liga Asobal contra el Naranco. Fortes disfrutó de la victoria en el pabellón y llegó a tiempo para el postre. A la pasión se le sumó la fortuna de tener una familia comprensiva que, una vez que supo que el Teucro había vencido, solo le preguntó si había merecido la pena. La respuesta era que sí.

En Crónicas cancheras (Ézaro), Fortes selecciona artículos que ha publicado mayoritariamente en El diario de Pontevedra y AS. Textos de los que se desprende el amor por el deporte, en general, y por el Pontevedra y el Barça, en particular. Con tendencia a entrelazar el contexto social y político con el deporte e interesantes referencias históricas - como en su Waterloo en el Bernabéu-, representa también al aficionado medio, que en los últimos tiempos pelea no solo contra los rivales deportivos, sino también contra la pérdida de las esencias y la pureza del juego, así como contra el griterío y el odio que, a veces, parecen dominar la conversación.

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