Una piedra Rosetta para el fútbol
La evolución táctica del fútbol 1863-1945, de Martí Perarnau, se adentra en la evolución de este deporte a través de la figura del falso nueve
”¿Por qué no te quedas quieto? Me estás arrastrando fuera de posición todo el rato”, le espetó Frank Barson —defensa del Aston Villa— a Norman Bullock —delantero del Bury FC—. Era 1925. Década y media antes, el uruguayo José Piendibene había inventado la figura del falso nueve. Una posición que tiene, entre sus objetivos, los de sacar de su sitio a los defensas rivales, abrir espacios para los compañeros, generar dudas en la zaga contraria o buscar una permanente superioridad numérica en el centro del campo. Y marcar goles, por supuesto. En Argentina Lionel Messi sería un ejemplo de falso nueve. De hecho, tras el histórico 2-6 del Barcelona al Real Madrid en mayo de 2009, Christoph Metzelder, uno de los dos centrales blancos, reconoció que, junto a su compañero Cannavaro se preguntaban qué debían hacer, si seguir al argentino o quedarse en el sitio. Messi, con más de 700 goles anotados, se califica a sí mismo como “no delantero”.
La evolución táctica del fútbol 1863-1945 (Córner), escrito por Martí Perarnau, se adentra en la evolución del fútbol a través de la figura del falso nueve —como si fuera la Rosetta, la piedra tallada que ayudó a descifrar los jeroglíficos egipcios— y ofrece un relato extenso, didáctico y entretenido para explicar cómo fue cambiando la distribución de los jugadores sobre el terreno de juego. Arrancando con el 1-1-9 original y avanzando poco a poco hacia un uso más racional y eficaz del espacio. Con las normas cambiando para evitar el desplome de los promedios goleadores y consiguiendo, en ocasiones, el efecto contrario: el miedo a la derrota distorsionaba el objetivo de dichos cambios.
Más allá de toda la información que contiene, el libro ofrece un mapa para entender cómo funciona las ideas. Desde su aparición y puesta en marcha a las consecuencias que tiene. Cómo se nutren del conocimiento de otra forma de hacer las cosas —a través de viajes o de una sencilla observación— y se adaptan a las culturas locales. Y cómo el ciclo se completa con la aparición de una nueva idea para frenar la idea original. Arrancando así, de nuevo, un proceso de permanente evolución cuyo objetivo final es no quedarse nunca quieto.
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