El oro del ‘caldero’ de Marcus Cooper y Rodrigo Germade en el Mundial de piragüismo
Los españoles, exhaustos después de Tokio, vuelven a proclamarse campeones del mundo en Copenhague; en la canoa femenina, otro oro y una plata
Acabaron exhaustos en Tokio, tras una temporada interminable con los líos internos de los selectivos. Acabaron subidos al podio de los Juegos con la plata olímpica en el K4-500 junto a Saúl Craviotto y Carlos Arévalo. Pero, mientras estos dos se marcharon directamente de vacaciones a la vuelta de Japón, Marcus Cooper y Rodrigo Germade decidieron ir al Mundial de Dinamarca. “A qué no hay coj---- de ir”, le dijo el primero al segundo. Liaron al técnico Miguel García –al que tampoco dejaron irse de vacaciones- y para allá que fueron. Este domingo han revalidado el oro en el K2-500 que ya consiguieron en el Mundial de 2017. Es su distancia; su reino. “Es la mejor carrera que hemos hecho nunca”, contó a pie de pista Cooper, 26 años y dos medallas olímpicas.
El camino a Dinamarca no fue fácil, llegaron sin energías mentales y físicas tras una temporada interminable en las que tuvieron que alcanzar tres picos de forma. Lo describe así Miguel García, el técnico: “Lo único que hemos podido hacer en estas cuatro semanas, desde que volvimos de Tokio, fue dar pinceladas y perder lo menos posible en cuanto a forma. No había margen para más. Al principio aguantaron bien, pero luego se hizo duro tanto mentalmente como físicamente. Esto ha sido como un caldero con un agujero: a base de ir aguantando hemos ido tapando lo que se podía”. García voló a Mallorca –donde se crió Cooper- junto a toda su familia para entrenar a los dos. Sólo tenían sesiones por las mañanas en la pista de Alcudia; por las tardes recorrían la isla.
Así lo cuenta Germade: “Decidimos salir de Asturias y tener un poco de vida normal de varano”. Le hace eco Cooper: “Intentamos aprovechar el tiempo para hacer algo de turismo también. Hemos dormido menos de lo que deberíamos y no llegamos en nuestro mejor momento de forma, pero…”. Pero. Pero la casta compensa la preparación física. El K2-500, coinciden ambos, es una distancia y una prueba que les gusta, en la que se sienten muy cómodos. Fueron oro Mundial en 2017 y Europeo en 2018. En París 2024, además, será prueba olímpica junto al K4-500 y al K1-1000.
Contaba Cooper recién aterrizado en Dinamarca en conversación con este periódico: “las sensaciones son de estar bien para una o dos tiradas. Sin embargo, aunque nos encontremos un poco raros, este K2 va bien. Somos una pareja que va muy bien junta, sobretodo en la sincronización”. ¿Cómo se les ocurrió ir al Mundial sin descansar? Contesta Germade: “Se nos da bien esta distancia y esta prueba. Nos gusta, queríamos pasarlo bien. Las sensaciones que tenemos son de andar un poco perdidos porque no sabemos cómo llegamos. No lo hemos preparado a conciencia este Mundial, pero…”. De nuevo el pero… No hubo pero. Con ellos nunca lo hay. Pararon el cronometro en 1m 29s 04c; la plata fue para los alemanes Tobias Schultz y Martin Hiller (1:30, 01) y el bronce para los eslovacos Samuel Balaz y Denis Mysak (1:30, 09).
Oro y plata en la canoa femenina
Antes del oro de Cooper y Germade, la canoa femenina cosechó otros dos metales: el oro de Patricia Coco y María Corbera en el C2-200 y la plata de Antía Jácome en C1-200 (prueba olímpica en París 2024). Coco y Corbera se impusieron con un tiempo de 43s 88c, con una sola centésima de ventaja con respecto a las cubanas Yarisleidis Duboys y Katherin Segura. El bronce fue para las húngaras (44:37) Giada Bragato y Bianka Nagy. En el C2-500 masculino, los olímpicos Tano García y Pablo Martínez fueron novenos.
Jácome también ha llegado al Mundial con la reserva vacía (mental y física). Y, sin embargo, la gallega de 22 años que fue quinta en Tokio, ha conseguido subirse al segundo escalón del podio con un tiempo de 46,79. El oro fue para la canadiense Katie Vincent (46.52) y el bronce para la polaca Dorota Borowska (46.90) que en Tokio fue cuarta. La plata de este domingo es su primer gran éxito en una cita internacional. La selección femenina española de canoa empezó a armarse en otoño de 2015 de la mano de Marcel Glavan, el objetivo era empezar a trabajar para los Juegos de Tokio; la canoa femenina, por entonces, sólo competía en Mundiales y Europeos, nunca se había estrenado en unos Juegos.
Se empezó desde cero, literalmente, en el centro de tecnificación de Sevilla. Glavan, técnico que todavía hoy entrena a Jácome, recuerda que al principio llegaron piragüistas que “apenas sabían remar”. De aquel grupo que se creó en Sevilla en 2015, Antía fue la primera en incorporarse y es la única que sigue. Glavan explica por qué: “El que la sigue, la consigue, así definiría yo a Antía y al trabajo que ha hecho. Esto requiere constancia y sacrificios. Hay momentos peores y mejores, nunca es un camino de rosas. Tuvo la capacidad de aguantar y poder estar fuera de casa, no todos y todas pueden aguantar eso”.
Ella fue a Tokio más ilusionada que una niña el día de Reyes tras jugarse la plaza en un selectivo interno. En sus primeros Juegos, en los primeros Juegos para la canoa femenina, fue quinta. Sus compañeros se dejaron la voz esa mañana en las gradas del Sea Forest. Confiesa Antía mes y medio después que sólo ha visto dos veces aquella final; le dejó un sabor amargo porque se veía con una medalla. También por eso decidió participar en el Mundial de Copenhague: es el primer año por cierto que hay cita olímpica y mundialista.
“Tenía la necesidad de competir”, cuenta. No hubo tiempo, evidentemente, para más cosas que para intentar no perder la forma después de los Juegos. Ella misma reconocía antes de volar a Dinamarca que necesita “urgentemente” unas vacaciones. También contaba a este periódico que la experiencia de Tokio la ha convertido en un piragüista con más confianza en sí misma. “Me demostré que puedo estar allí arriba y conseguir cosas muy grandes”.
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