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El oro improvisado de Marcus Cooper y Rodrigo Germade

Los palistas españoles, campeones del mundo en K2-500 este fin de semana en la República Checa, llevaban solo un mes entrenando juntos; también ganaron la plata en K4-500

Eleonora Giovio
Marcus Cooper (D) y Rodrigo Germade posan en el CAR con el oro y la plata mundial.
Marcus Cooper (D) y Rodrigo Germade posan en el CAR con el oro y la plata mundial. JAIME VILLANUEVA (EL PAIS)

“Perdón, perdón, ha venido la tele al aeropuerto y nos hemos retrasado”. Son las siete y algo de la tarde y Rodrigo Germade (27 años) y Marcus Cooper (22 años) aparecen por la Blume, en el Centro de Alto Rendimiento en Madrid. Bajan del coche cargados de maletas y con las palas. En chanclas el primero, con zapatillas de deporte el segundo. Acaban de volver de República Checa donde han ganado el oro mundial en K2-500 y, 24 horas después, la plata en K4-500.

Están oficialmente de vacaciones. Marcus se marcha a Mallorca por la noche. Rodrigo duda si coger el coche para viajar a Galicia, su tierra, ese mismo día o salir pronto por la mañana. Han festejado las dos medallas (el piragüismo español consiguió una tercera, una plata, en K2-200 con Garrote y Toro) en un garito de Praga escogido por un palista checo. “Suele ser así. Dejamos la elección del sitio en manos de un autóctono. Nos llevó a un bar lleno de bufandas de equipos de fútbol y con deportes en las pantallas”, describe Rodrigo. “Había hasta una piragua colgada en el techo, la del palista que llegó segundo detrás de mí en Río [Josef Dostal]”, le interrumpe Marcus.

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Ni el K2-500, ni el K2-200 (donde Craviotto y Toro se colgaron el oro en Río el año pasado) serán olímpicos en Tokio 2020. Sí el K4-500, la gran apuesta del piragüismo español, que en República Checa ganó la plata con Garrote, Toro, Cooper y Germade. Estos cuatro palistas han llenado un vacío de más de 40 años. La última vez que un K4 ganó una medalla en un Mundial fue en Belgrado en 1975: oro en el K4-1000 de José Ramón Díaz Flor, Herminio Menéndez, Luis Gregorio Ramos Misioné y José María Esteban Celorrio. Los mismos que se harían con la plata olímpica en Montreal 1976. Tiempos en los que en España no existía un sistema deportivo como el actual y se concentraban en un hotel.

“El proyecto prioritario era el K4-500 porque es olímpico, pero como los horarios en el Mundial nos lo permitían, surgió la idea de que los cuatro componentes del K4 dobláramos con el K2. Los dos chicos de delante, Cristian Toro y Carlos Garrote, son más velocistas y se apuntaron al 200; nosotros dos al 500, que es menos explosivo. Empezamos a entrenarlo hace un mes y vimos que muy bien”, explica Cooper. El cronómetro daba fe de ello. Lo que empezó como un juego más —“una cosa del último momento”, así la define Marcus—, se convirtió en una medalla de oro.

Si el piragüismo de por sí es un deporte técnico, lo es más en un barco de equipo. Los componentes tienen que avanzar como si fueran uno. No solo empujando y agarrando el agua a la vez, sino haciendo que dentro de la embarcación el empuje con la pierna y la cadera también vaya acompasado y que no balancee la piragua a un lado.

“Marcus y yo nos llevamos bien y nos entendemos bien, tenemos una misma forma de sentir y de ver las cosas. En un 500 a uno le puede gustar salir más lento a otro más rápido, pero tanto él como yo, sin haber dicho nunca nada y sin haber hablado, teníamos interiorizada la prueba. Marcus técnicamente es una máquina, tiene una cadera muy buena que hace que nunca pierda velocidad el barco”, explica Rodrigo. “Es el compañero ideal para mí. Nuestra forma de palear, de remar, cómo aplicamos la fuerza en el agua, somos muy parecidos y eso ayuda muchísimo”, añade Marcus.

Tokio en el horizonte

En el mes de vacaciones aseguran que se tirarán dos semanas sin hacer nada y luego empezarán poco a poco. El año post Juegos, un año que suele ser de transición, empezó en enero y ha terminado con tres medallas mundiales. “Cuando vuelves después de un año olímpico lo haces con mucha menos exigencia. Vienes de estar cuatro años a un máximo nivel y es muy difícil, sobre todo de cabeza, volver a meterte en esa rutina. Desde enero empezamos a ponernos las pilas”, explica Rodrigo.

A lo largo de una temporada hay baches físicos, mentales y anímicos con los que han aprendido a convivir y a superar. Marcus pasó por uno gordo antes de Río. Consiguió la plaza olímpica un mes antes de la cita después de, como ha contado muchas veces, tocar fondo. “No me salía nada. Aprendí. Me hice más fuerte y desde entonces como que no me importa de vez en cuando perder”, asegura. A la vuelta de las vacaciones les espera la preparación para el Mundial del verano que viene en Portugal, con Tokio 2020 en el horizonte y algo de incertidumbre. La composición de las embarcaciones del K4 no está cerrada. Se decide año a año.

“Para bien o para mal hay muchos palistas de buen nivel en España y a la mínima que flojea uno, entra otro. Tener muchos deportistas de nivel hace que crezcamos todos juntos. Va a haber mucha gente que va a intentar entrar en esa embarcación. No solo no sabemos qué K4 irá a Tokio, sino tampoco quiénes irán al próximo Mundial”, dice Cooper.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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