El auge de las futbolistas y el ‘efecto Champions’ del Barcelona
En los últimos cinco años las licencias femeninas de fútbol se han duplicado en España, donde la apuesta de los grandes clubes y la decisión de la Federación acompañan el crecimiento de una generación sin tabúes y con referentes
Hace unos años, en medio de un entrenamiento de la selección femenina de fútbol, una jugadora se descaró ante una representante de la Federación. Le pidió una nueva equipación para ella y sus compañeras. Y llevar su nombre en la camiseta. Pueden parecer detalles insignificantes, pero para aquellas futbolistas no lo eran. Llevaban ropa de chico y en los partidos se las identificaba con un número. “Acabaron diseñando ellas mismas su propia ropa y eligiendo cómo querían ir vestidas”, cuentan desde la Federación Española de Fútbol.
De aquello no hace ni 10 ni 20 años. Ocurrió en 2017, cuando se creó el departamento de fútbol femenino en el cuerpo federativo; hasta entonces dependían de la sección de fútbol sala. Y aquella jugadora, Jenny Hermoso (31 años), máxima goleadora histórica de la selección, es hoy también la Pichichi de la Liga Iberdrola, competición que ha ganado con el Barcelona, además de campeona de Europa y de la Copa de la Reina, éxitos que le han valido, también, el reconocimiento de la UEFA como mejor delantera del curso. Hermoso luce ya su nombre en la camiseta y es referente para muchas niñas. La liga femenina vuelve este fin de semana (se estrena con un Barcelona-Granadilla, a las 12.00, este sábado) cuando el fútbol practicado por mujeres en España está en su mejor momento.
No tenían referentes jugadoras como Jade Boho (34 años, ex del Rayo, hoy en el Logroño), que de pequeña se la jugaba cuando veía a niños echando un partidito en la calle. “Tenía que arriesgar y pedirles, por favor, que me dejaran jugar. No querían. ‘Déjenme un momento, si lo hago muy mal me voy del campo’. Se peleaban por tenerme después”.
“Cuando yo era pequeña, no veías niñas jugando en la calle”, señala otra veterana, Erika Vázquez (38 años, Athletic). “En el cole éramos solo dos, una amiga y yo. Busqué un equipo de fútbol sala, pero no competíamos. Luego pasé al fútbol 11 en el Lagunak. Pero como no había categorías inferiores, enseguida pasé a jugar en el B. Ahí te encontrabas de todo, gente de 20 años y de 35. No te quedaba otra que espabilar”.
Boho jugó en un Rayo que este verano ha tenido que afrontar el plante de sus jugadoras por el retraso en la firma de sus contratos y que 10 años atrás era uno de los dueños y señores de la entonces llamada Superliga, con permiso del Athletic, el Español o el Levante. Nadie hablaba de ellas. “Cuando hacíamos una parada con el autobús y la gente nos veía a todas vestidas iguales nos preguntaban: ¿Jugáis al balonmano? ¿Al baloncesto? Lo último que pensaban era que jugábamos al fútbol. En ese momento, sin televisión, ganábamos ligas y copas, jugábamos la Champions y nadie sabía de nosotras”.
Si las cosas han cambiado tanto en los últimos años, si estamos asistiendo a la eclosión del fútbol practicado por mujeres en España —en los últimos cinco años las licencias federativas prácticamente se han duplicado: eran 40.524, en 2015; fueron 77.461, en 2020 (último año del que se tienen datos)— es por reivindicaciones como las de Hermoso, por futbolistas inquietas como Boho o Vázquez. Pero también por la apuesta definitiva de los grandes clubes, especialmente del Barcelona y del Atlético, que han insuflado miles de euros a sus secciones femeninas; y del Madrid, que por fin creó su equipo de chicas la temporada pasada. Por la inversión de grandes empresas como Iberdrola, patrocinadora principal de la liga. Y por el empeño de un nuevo equipo directivo al frente de la Federación que hoy preside Luis Manuel Rubiales.
“Hay tres factores que creo que son determinantes para lo que está pasando en el fútbol femenino: tiene mayor presencia en los medios, los clubes están apostando cada vez más y las niñas ya tienen referentes”, indica Aitana Bonmatí (23 años, FC Barcelona), uno de los talentos emergentes del fútbol femenino español. “Hoy veo con las jugadoras de la selección algo que para mí antes era inimaginable: niñas que esperan a tener los autógrafos de sus ídolas”, corrobora María Tato, directora de fútbol femenino de la RFEF desde el pasado verano.
Quedan muchas asignaturas pendientes, entre ellas la de una mayor visibilidad, que es fundamental para atraer a patrocinadores. “Estamos en fase de dar a conocer el producto, está iniciándose la consolidación”, indican en la Federación. Para la última final de la Copa de la Reina se cerró un acuerdo con Mediaset: el partido, un Barcelona–Levante, se dio en horario de máxima audiencia y ofreció un share muy alto. “Eso abrió el camino del interés de las televisiones”, reconocen. Junto a la Federación, todas las partes están trabajando en ello.
La de la tele es una lucha en la que siguen enganchadas las jugadoras. Lo reivindica Alexia Putellas (27 años, FC Barcelona), elegida mejor jugadora de Europa por la UEFA: “Yo he visto partidos de juveniles anunciados por televisión, haciendo campaña dos semanas antes. Y muchas veces para ver partidos del femenino tienes que ideártelas como puedas para verlo. Me pasa a mí, que quiero ver partidos de compañeras de profesión y no puedo porque no está clara la información o no lo pasan”. Eso va a cambiar.
Para empezar, la plataforma de contenidos DAZN emitirá a partir de la próxima temporada la Champions femenina, título que defenderá el Barça, cuyo magnífico e histórico éxito este curso apenas pudo verse por televisión: tan solo la final se vio en abierto en todo el país.
Aquel equipo, liderado por Putellas, la capitana, rompió tabúes y miedos. Logró lo que ningún equipo español antes. En unos años, seguramente asistiremos a lo que Tato llama “el efecto Champions del Barça”. Las licencias se multiplicarán. “Su éxito va a generar que haya muchas más niñas en Cataluña que quieran ser futbolistas. Hasta hace años las niñas no optaban por el fútbol como deporte escolar. Estaba muy masculinizado. Ahora, como las niñas ven a las jugadoras por la televisión, ya sí juegan a fútbol en el colegio. Se ha normalizado”, añade.
“Nosotras no teníamos referentes, ellas, sí. Yo escuchaba hablar de alguna americana, como Mia Hamm, pero nunca la veía jugar. Ahora ellas pueden ver a sus ídolas en la tele”, ratifica Vázquez. “Por nosotras y por las que vendréis”, se leía en una pancarta en el estadio Johan Cruyff, donde juega el femenino del Barça, cuando el equipo más laureado en la reciente gala de la UEFA puso el broche a la temporada del triplete. Las que vendrán se espera que sean muchas más y con menos tabúes todavía.
Una Liga profesional que todavía no se ha profesionalizado
La Liga Iberdrola comenzó ayer con un Barcelona- Granadilla Tenerife (5-0, con dos goles de Bruna, y otros tres de Putellas, Patri y Pina) después de que el pasado 15 de junio el Consejo Superior de Deportes declarara profesional la Liga femenina de fútbol, una medida aplaudida por muchos. Si bien, tanto la Federación como los clubes más modestos contemplan con recelo esa profesionalización, que todavía no se da en la práctica, pues no quieren que se convierta en un arma de doble filo que termine expulsando a los más pequeños. “Estamos en un momento de crecimiento, que tiene que ser sostenido. Hay que avanzar de una manera progresiva y establecer una base sólida”, indican desde la Federación. El entusiasmo del público se palpó en 2019, antes de que llegara la covid, cuando se batió en el Wanda el récord internacional de un encuentro femenino entre clubes en un partido que enfrentó a los dos grandes, Atlético y Barça, ante 60.739 espectadores.
“Hay muchos clubes humildes que no dependen de un masculino y no tienen infraestructura. No es lo mismo tener una ciudad deportiva con todo, que tener que buscar un campo para entrenar o maquinar para buscar un gimnasio. Cuando la liga sea profesional, habrá ciertos requisitos que los clubes tengan que cumplir”, señala desde Logroño la futbolista Jade Boho. La Liga Iberdrola todavía no es profesional. Aquello fue caldo de cultivo para la primera crisis en el Rayo, que vio cómo sus jugadoras se negaban a entrenar esta pretemporada hasta que no estuvieran firmados sus contratos. Cuando se pudo solucionar el problema, el club se escudó en que todos los ingresos previstos se habían visto “drásticamente reducidos” debido a la aún no profesionalización de la Liga. Cuando esa profesionalización se dé podrá ayudar a que se alcance, por fin, un acuerdo sobre los derechos audiovisuales. El año pasado, por ejemplo, la final de la Champions femenina que el Barça le ganó al Chelsea (4-0) tuvo una media de 778.000 espectadores y una audiencia acumulada de 1.670.000 en TV3. Dicho acuerdo por los derechos de televisión no implica, por otro lado, un cambio en las condiciones laborales de las jugadoras, aunque se prevé que el asunto esté sobre la mesa durante las negociaciones.
Las principales reivindicaciones de la Federación pasan porque las jugadoras tengan unas condiciones salariales dignas y que jueguen en unos terrenos en condiciones, “porque las lesiones van ligadas a los campos en los que se juega”, indica María Tato, directora de la sección femenina de la Federación. Para avanzar con buen pie se necesita una aportación económica, que se emita con continuidad y con horarios fijados. “Si el fútbol no se puede ver, no se consume. Un club no será sostenible si no se genera una buena venta de entradas y si no se ven los partidos por televisión, factor fundamental para atraer a patrocinadores. Se está viendo muy buen fútbol, pero por desgracia no lo estamos viendo como deberíamos”, cierra Tato.
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