Inglaterra e Italia, por caminos nuevos
Los finalistas de la Eurocopa han descubierto que salir a ganar es mejor que salir a no perder
“Uy”. España llegó a la Eurocopa pasándose de pesimista y se fue pasándose de optimista. Normal, hablamos de un juego que no conoce el término medio. La idea está clara y los jugadores la respetan como un acto de fe. Señal de que hay un gran entrenador que sabe y convence. Pero para dar el último salto falta un punto de madurez (no es opinable porque de eso habla el promedio de edad) y quizás de calidad (que es debatible porque de eso hablan las pequeñas cosas). No es un problema de criterio futbolístico ni de personalidad, porque eso sobra. En el área contraria hace falta instinto asesino y finura para que el gol no se transforme en un ¡uy! En el área propia astucia para poner el cuerpo, para amagar si te amagan, para anticiparse a la intención del rival y lograr que el ¡uy! no se transforme en gol.
El práctico. Pedri no tiene carnet de conducir, le falta el práctico. Pero, así como Johan Cruyff no necesitó carnet de entrenador porque no había nadie que pudiera enseñarle, Pedri no necesita el práctico porque tiene un GPS en la cabeza. Lo sueltas en Japón y te lleva donde quieras. A este fútbol vertiginoso, que se corre más que se juega, Pedri le encontró la medida: corre mucho pero bien. Como si su juego contuviera el fútbol de antes y el de ahora; como si el balón, en sus pies, necesitara un solo toque para rendirse; como si su sabiduría necesitara tanto de la aceleración como del freno; como si sus pases supieran lo que les conviene porque, según quien sea el compañero, lo busca al pie o al espacio. En la Eurocopa, Pedri se graduó de crack y aprobó el práctico. Todo con tanta naturalidad que hay gente que aún no se lo cree.
Inglaterra-Italia. La final de esta gran Eurocopa la jugarán dos países que quieren abjurar de su histórica personalidad. Italia abandonó su gusto por el defensivismo, pero de aquellos guerreros queda la calidad competitiva. Tiene un estilo nuevo y atractivo, pero si lo sacas de él, sobrevive. Lo demostró frente a España, cuando fue dominada, pero no sometida. En cuanto a Inglaterra, le sobra talento, pero no sabe qué hacer con tanto, acostumbrado como está a simplificar el fútbol con un juego directo. Como el nuevo rico, que se viste para parecerlo y no termina de salirle, Inglaterra quiere modernizar su juego con asociaciones cortas, pero aún tiene cortocircuitos. Jugadores con más sentido del deber que del placer, una afición que acelera el ritmo a pura pasión, y un desconocimiento de las claves del juego asociativo. Bienvenidos los dos al nuevo fútbol, donde salir a ganar es mejor que salir a no perder.
Brasil-Argentina. La simultaneidad entre la Eurocopa y la Copa América hizo gráfica las diferencias entre los dos grandes polos del fútbol. Como ver un juego en color y otro en blanco y negro. América muestra estadios decadentes, juego peleado, árbitros permisivos con la violencia… Queda el orgullo cultural, el coraje competitivo y el recuerdo de la excelencia a través de talentos superiores como los de Messi y Neymar. Para que surjan jugadores así hace falta una masa crítica apasionada por el juego y, para que eso esté en peligro, hace falta mucha corrupción, desde la obvia hasta la cultural. Pero Messi y Neymar en la final son palabras mayores. Neymar, porque sigue pidiendo paso para llegar a la cumbre. Messi, porque, estando ya allí arriba, necesita que sus compatriotas lo validen en el año en que Maradona dijo adiós. El sol del fútbol no calienta igual en los dos continentes excepto en el amor por el juego. Ahí América empata y, a veces, hasta golea.
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