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Derrocadas las reinas Marmolada y Pordoi, la etapa del Giro se queda en princesita

El mal tiempo –lluvia, frío, viento—lleva a la dirección de la carrera a evitar el paso por los verdaderos gigantes de los Dolomitas

Carlos Arribas
Egan, durante la etapa mutilada.
Egan, durante la etapa mutilada.LUCA BETTINI (AFP)

Llueve y hace frío, tres, cuatro grados, en la Marmolada y en el Pordoi, los gigantes de los Dolomitas que deberían haber convertido la etapa 16ª del Giro en la reina de la carrera. Los pronósticos meteorológicos avisan, como mucho, de posible aguanieve por encima de los 2.000 metros. El Giro de Italia anula su ascensión y su descenso. Recorta la etapa, que de 212 kilómetros pasa a 162.

Las condiciones meteorológicas no parecían, sin embargo, nada imposible para una carrera que cuenta, entre las imágenes que la han hecho grande, única, admirada, materia prima de primera calidad para la poesía, la nevada del Bondone –” y Charly Gaul saliendo de la niebla, / de la ventisca de Bondone en el 56, / le castañeteaban los dientes, la mirada fija, / y bajo la manta / era un héroe de la fatiga en la meta”, escribió el poeta Maurizio Cucchi-- o la nevada del Gavia de Perico, Hampsten, Breukink en el 88. Los ciclistas afrontaban la nieve y el frío con los maillots pelados, en manga corta, y cuando sobrevivían se sentían algo, personas especiales, personas que han mirado al imposible cara a cara y no se han vuelto atrás. Se sentían héroes, y la afición les aplaudía, y como tales les trataba, les admiraba, y los periodistas escribían aquello de que estos deportistas están hechos de otra pasta. Y así se tejía la historia del ciclismo, un deporte único.

Ya no más. El Giro mira el pronóstico meteorológico, se asusta porque algunos equipos se quejan y, antes de tener que lamentar problemas y polémicas, decide anular el paso por la Marmolada (2.057 metros) y el Pordoi (2.239). “La salud de los ciclistas es nuestra mayor preocupación”, proclama Mauro Vegni, director de la carrera, que prefiere crear una polémica controlable que arriesgarse a las iras de equipos y corredores, quienes ya lograron anular, por lluvia, más de media etapa intrascendente en el Giro pasado. Y habría que pensar que con este nuevo paradigma, en el que la épica ya no es sino un asunto literario, también se habrían anulado algunas de las etapas que hicieron de Vincenzo Nibali un superhombre en el Giro del 13, con la nieve en las Tres Cimas de Lavaredo, la misma ventisca que hizo grande a Eddy Merckx en la misma cima dolomítica en 1968. O la etapa del Stelvio nevado de Nairo Quintana en 2014. Y hasta la gran etapa dolomítica de Mikel Nieve en 2011, frío, lluvia, 229 kilómetros, siete horas y media pedaleando, Piancavallo, Marmolada, Giau, Refugio Val Gardeccia…

El pelotón de 2021 no sube en manga corta. Va abrigado con chubasqueros negros y cálidos, ropa que no empapa, que calienta, que no pesa. La razón lógica de los ciclistas, del líder Egan Bernal, preocupado por el desgaste de su equipo, tantos días defendiendo la maglia rosa, la mente calculadora que a todos rige de vez en cuando, aplaudirá el recorte de la etapa reina, convertida en una princesita de 152 kilómetros (60 menos de los previstos) y un solo gigante, el Giau (2.233 metros, nueva cima Coppi); la razón loca, sin embargo, la principal razón que les ha hecho ser ciclistas, llorará, pues se les ha privado el derecho a ser grandes. Aún recuerda Egan, con cierta amargura, cómo cuando ganó el Tour, se mutiló la etapa que le coronó, la del Iseran, privándole del derecho a ganar en Tignes, un triunfo de etapa para celebrar a la perfección su maillot amarillo, y evitar los “qué habría pasado si no se suspende…”

Ironía final, en la fuga de Nibali que marcó la etapa cercenada, figuraban dos españoles, Gorka Izagirre y Antonio Pedrero, ya protagonistas de etapas Giro con meteorología complicada. El vasco subió con Nairo, ayudándole, el Stelvio Nevado de 2014; el catalán amargó un ataque de Nibali en el Mortirolo congelador trabajando para la maglia rosa de su compañero Carapaz en 2019.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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