Los jueces de línea, en peligro de extinción
La pandemia refuerza la tecnología en el tenis y el debate se reaviva en Australia, el primer grande con cámaras en todas las pistas. “Con todo mi respeto, no hay ninguna razón para mantenerlos”, opina Nole
El bueno de Jérémy Chardy, que a sus 33 años ya lleva unos cuantos en esto del tenis, veía pasar la bola una y otra vez por sus costados. Al fin y al cabo, no hay sitio en el que reluzca más el tenis programado de Novak Djokovic que Melbourne, donde el serbio desbordaba al francés (6-3, 6-1 y 6-2) con golpes limpios e impecablemente técnicos. Cuando contragolpeaba el galo, obligado a apurar hasta el extremo porque Nole exige todo y más en la central australiana, su bola se iba con frecuencia al pasillo o rebasaba la línea de fondo, centímetro arriba o a un lado. En una de estas, contrariado, Chardy se disponía a reclamar y giró el cuello, pero ahí atrás solo estaban los recogepelotas. Ningún juez de línea. Ante la ausencia, miraba al árbitro con ojos de cordero degollado, pero este se encogía de hombros resignado: es lo que hay, amigo.
Con el objetivo de reducir el personal en pista, el Open de Australia decidió para esta edición suprimir la figura de los líneas y aplicar directamente la tecnología, convirtiéndose en el primer Grand Slam que prescinde de ese elemento tan simbólico del tenis en todas sus pistas. En septiembre, el US Open introdujo las cámaras en las exteriores, pero mantuvo intacto el dispositivo de las dos pistas principales. Luego, la novedad alcanzó a la Copa de Maestros y ahora, en Melbourne, el debate vuelve: ¿factor científico o humano? Djokovic, que en Nueva York protagonizó el pelotazo viral a una juez de línea y fue descalificado, ya deslizó después en Roland Garros que, si fuera por él, la decisión sería inmediata.
“Con todo mi respeto a la tradición y la cultura de nuestro deporte, teniendo una tecnología tan avanzada no hay absolutamente ninguna razón para mantener a los líneas”, expresó entonces. Y se reiteró este lunes, tras su estreno en este Open: “Creo que es bueno que haya muchas personas y voluntarios en la pista, pero en este caso en particular, la tecnología ha demostrado ser muy precisa. Por supuesto, me quedaría con los recogepelotas, pero estoy a favor de emplear el vídeo”.
“Honestamente, prefiero jugar sin jueces de línea”, se sumó desde la sala de conferencias otro aspirante al título, el austriaco Dominic Thiem (7-6(2), 6-2 y 6-3 a Mikhail Kukushkin); “que no se ofenda nadie, pero con la tecnología no hay errores y eso es bueno. Si la electrónica dice que la bola ha salido, significa que ha salido; no hay cabida para los errores y, en ese sentido, creo que vamos en la buena dirección”. Y continuó en la misma línea la japonesa Naomi Osaka, una de las referencias del circuito femenino: “Me costó un poco acostumbrarme, pero si ellos quieren que siga este sistema adelante, a mí no me importa en absoluto. No tengo queja al respecto; de hecho, creo que puede evitar polémicas”.
Entre medias, divagaba la más veterana, Venus Williams. La estadounidense, de 40 años y que debutó en Australia en 1997, uno antes que su hermana Serena (doble 6-1 a Laura Siegemund), manifestó tras vencer a Kirsten Flipkens (7-5 y 6-2): “No he pensado mucho en el futuro. Parece bastante preciso, pero que haya personas es bonito y también lo son. En cualquier caso, manda el dinero, así que… Será interesante ver hacia dónde va esto”.
Cada vez son más los tenistas y profesionales del entorno que apuestan por el giro de tuerca en el arbitraje. La pandemia ha reforzado su aplicación y la continuidad de los jueces de línea está ya en peligro de extinción. La máquina canta hoy día el out o el fault. Son cada vez menos los románticos, aunque alguno de ellos con un extraordinario peso en el circuito. “Al final, podemos acabar en la pista solo los dos jugadores, porque a nivel tecnológico podría hacerse”, defendía Rafael Nadal en noviembre; “pero, si me preguntan a mí, no me gusta. Los jueces visten la pista, y a mi me gusta la pista tradicional. Prefiero que la parte humana intervenga en el deporte porque aporta más valor y tiene más gracia”.
17.922 AFICIONADOS EN LA APERTURA
La organización del Open de Australia comunicó que 17.922 aficionados asistieron en directo a la primera jornada en Melbourne Park. Lo agradecieron los tenistas, que echaron en falta el calor del público tanto en el pasado US Open (gradas vacías) como luego en Roland Garros (1.000 personas por día). Ahora en Australia, el aforo es del 50%.
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